Por Teófilo Lappot Robles
Los relatos fantasiosos que abundan en las páginas de nuestra historia reafirman la veracidad de lo que el gran teólogo y cardenal francés Henri-Marie de Lubac definió, con su acostumbrada profundidad de pensamiento, como “mundanidad espiritual”.
Criminal con estampilla sagrada
Un ejemplo de lo anterior es el caso del astuto y terrible conquistador español Alonso de Ojeda. Llegó a esta tierra en el 1493. Cometió crímenes y abusos diversos contra los indígenas. Luego acariciaba una imagen de la Virgen María que siempre llevaba encima. Aquí vivió los últimos cinco años de su vida y fue enterrado en el convento de San Francisco.
Ese personaje y la referida efigie sirvieron para que el escritor Vicente Blasco Ibáñez escribiera en el siglo XIX la novela titulada “El caballero de la virgen”, ambientada en la vida de navegantes y conquistadores españoles que hicieron de las suyas durante varios siglos en esta parte del mundo.
Un terremoto y la Virgen de las Mercedes
El trágico terremoto de 1614, que causó una mortandad en la ciudad de Santo Domingo, fue otro acontecimiento en el cual algunos involucraron a la Virgen de las Mercedes. Aquel fenómeno telúrico motivó que moradores de ese centro urbano colonial hicieran una penitencia general. Eso, según crónicas de entonces, transformó sorpresivamente la mirada de la venerada imagen de ella colocada en el altar de la iglesia que lleva su nombre. Se cuenta que cesaron de inmediato los movimientos sísmicos.
De la siguiente manera ha pasado ese acontecimiento a las futuras generaciones: “…la Virgen, cuyo rostro había aparecido muy triste a las miradas del pueblo en los días anteriores, mostró desde ese momento, noche del 7 de septiembre…un rostro radiante de gozo, y al siguiente, y de ahí en adelante, ya no templó más la tierra.” (Narraciones Dominicanas. SDB. Editorial CENAPEC, 1998.P211.Manuel de Jesús Troncoso de la Concha).
Batalla de la Limonade y la Virgen de la Altagracia
Otra curiosidad de nuestro pasado se produjo el 21 de enero de 1691, en un lugar del oeste de la isla de Santo Domingo llamado Sabana Real o de la Limonade, cerca de Cabo Haitiano. Hubo allí una sangrienta batalla con cientos de muertos. Fue la respuesta a la ocupación violenta de la ciudad de Santiago por el gobernador colonial francés Tarín de Cussy, en el 1689.
Bajo el mando del mariscal de campo Francisco de Segura Sandoval Castilla (cumpliendo instrucciones del Almirante Ignacio Pérez Cobo) triunfó la parte este contra el imperio francés. Los lanceros higüeyanos, seibanos y otros, en quienes ya crecía el germen de la dominicanidad, fueron decisivos, especialmente cuando a filo de machetes fulminaron al referido gerifalte francés, dicho así en clave de autoridad absorbente.
Se ha señalado, como si fuera un hecho que no requiere ninguna reflexión, que los vencedores contaron con la protección, en el teatro de los combates, de la Virgen de la Altagracia y que en recompensa de ello le fue ofrendado el sable del aguerrido higüeyano Cleto Villavicencio, que tuvo allí un papel estelar.
En sus notas de historia militar de la isla de Santo Domingo en el siglo XVI fray Cipriano de Utrera señala que lo ocurrido en La Limonade “…se ha perpetuado hasta nosotros no en el orden histórico, sino en el religioso…” A partir del 1692 en el santoral católico dominicano el 21 de enero se dedica a la Virgen de la Altagracia.
Curiosidad religiosa sobre Louverture
Una leyenda recoge que el fracaso del general Louverture en sus pretensiones de anexar a Haití lo que ahora es territorio dominicano se debió a la intercesión de la Virgen de las Mercedes. Obviamente que un historiador del calibre de César Herrera Cabral, en su enjundioso ensayo titulado Toussaint Louverture en Santo Domingo, no menciona eso sobre el terrible jefe militar que ordenó aniquilar por completo el batallón de infantería colonial español llamado Fixo (Fijo) “cuando era trasladado inerme a territorio haitiano”.
Penetró a este territorio acompañado de su sobrino el también general Hyacinthe Moïse y miles de tropas, alegando falsamente que estaba autorizado a ello en aplicación del artículo IX del Tratado de Basilea del 22 de julio de 1795. Impresionó con su fanfarria militar al entonces gobernador colonial de la parte española de la isla de Santo Domingo Joaquín García Moreno. Así lo admitió luego este conforme a las notas que dejó sobre su segundo gobierno colonial aquí, que abarcó de 1788 a 1801.
De esa supuesta participación religiosa en la derrota de Louverture tampoco hizo referencia el obispo francés Guillermo Moviell, incardinado en marzo de 1802 en el clero de la ciudad de Santiago de los Caballeros, en calidad de representante de Napoleón Bonaparte que en ese tiempo era el primer cónsul de la República de Francia.
Lo que terminó con el protagonismo de Louverture, captura, encarcelamiento y muerte, comenzó con un Decreto emitido el 20 de mayo de 1801 por Napoleón Bonaparte, cuya ejecución quedó a cargo del general Charles Leclerc. Dicen que murió “enfermo y con hambre” en una celda carcelaria del macizo del Jura, en la parte más fría de Francia.
Un retablo entre balas, en Higüey
El 19 de julio de 1857 se produjo un hecho bélico en Higüey entre tropas contrarias al gobierno de Buenaventura Báez, que llegaron desde El Seibo encabezadas por el coronel Blas Maldonado. Fueron enfrentadas con dos cañones por los baecistas de la más grande ciudad del extremo oriental del país, dirigidos por los generales Merced Marcano (venezolano), Juan Alejandro Acosta y Manuel Mora.
En un momento en que las tropas gubernamentales estaban bajo asedio se produjo otra leyenda con tinte religioso.
El respetado historiador Vetilio Alfau Durán refiere, haciendo acopio probablemente de una versión interesada del sacerdote Gabriel Moreno del Christo, que este “salió con el Santo Retablo y lo puso sobre…el candente cañón que bramaba, y los ya cuasi vencidos resultaron vencedores.” (Escritos y apuntes históricos.P59.VAD).
El milagro propalado no sirvió para proteger al célebre sacerdote, pues poco después fue apresado en la ciudad de Santo Domingo por órdenes del presidente de la República, general José Desiderio Valverde Pérez, quien dispuso que lo encerraran en la cárcel llamada El Cubo, en Puerto Plata.
La imagen de una virgen fue herida en Mangá
Como resultado del fracaso del intento insurreccional en Santiago, que se había pautado para el 27 de febrero de 1863, el jefe militar restaurador Benito Monción ordenó concentración de tropas en un lugar llamado Mangá, en la confluencia de los ríos Yaque del Norte y Guayubín.
El día 2 de marzo de dicho año ordenó emplazar allí cuatro piezas de artillería. En esa misma fecha se produjeron enfrentamientos armados entre los patriotas restauradores y las fuerzas de ocupación anexionistas. A esas acciones bélicas los españoles les decían de manera despectiva “zaragatas”.
Monción ordenó, además, que colocaran en medio de dos cañones una imagen de la Virgen del Rosario. Así lo hace constar en sus memorias.
Un proyectil trazador de los anexionistas, dirigidos por el antiguo héroe independentista José Hungría, entonces gobernador colonial de Santiago, impactó el cuadro cayendo boca abajo, lo que fue interpretado por muchos de los restauradores dominicanos que presenciaron dicha escena como un presagio de que iban a ser derrotados. Tomaron, pues, las de “villadiego”.
Momentos antes, por creencia o ignorancia, decían a coro: “ataca, madre, que nos comen los españoles”.
El “dios” Olivorio
En el 1922 las tropas invasoras de los EE.UU. asesinaron y profanaron el cadáver (con exhibición pública del mismo) de un personaje del suroeste del país llamado Olivorio Mateo Ledesma (alias Papá Liborio). Él se había rebelado contra dichos ocupantes. Cuarenta años después, desaparecida la tiranía trujillista, cientos de personas encabezadas por los hermanos Ventura Rodríguez (Plinio, León, Eloy, Hilario y Manuel) se reunieron en la sección Media Luna, en Las Matas de Farfán e hicieron peregrinaciones hacia un lugar denominado La Agüita de Olivorio. Crearon un movimiento que llamaron Unión Cristiana Mundial cuyo eje central era el sincretismo mágico-religioso. Pusieron en práctica una especie de jauja caribeña que dieron en llamar Palma Sola, donde el espíritu de su “dios” Olivorio lo guiaba todo. Pese a los “poderes mágicos” que allí se pregonaban es conocida la degollina en que terminó aquel experimento de índole popular.
De: teofilo lappot <teofilolappot@gmail.com>