Cultura

Relatos curiosos de nuestra historia (1 de 2)

Teófilo Lappot Robles

Por Teófilo Lappot Robles

Los relatos y crónicas sobre el pasado de la nación que desde el 27 de febrero de 1844 se convirtió en el Estado dominicano contienen altos niveles de falsedades. Por ejemplo, se han resaltado como próceres a rufianes y héroes aparecen como canallas. 

En la telaraña de absurdidades de nuestro ayer hay varios ejemplos en los que se ha utilizado el tema de la creencia religiosa para difundir engaños que con el paso del tiempo se han derrumbado. Afortunadamente ha emergido la verdad.

Algunos de esos propagandistas de mentiras han actuado de manera consciente, obedeciendo a intereses particulares, pero otros de alguna manera hay que ubicarlos en lo que el papa Juan XXIII definió como “extraviados y errantes en las tinieblas del error” (Juan XXIII. Editora Doncel, 1973.P.175, Sosio Pezzella). 

La fábula del Santo Cerro

Uno de los mitos más conocidos entre nosotros surgió desde la sangrienta conquista emprendida en esta parte del mundo por los españoles. Es el llamado caso del Santo Cerro, en el cual se colocó injustamente como insólita protagonista a la virgen de Las Mercedes.

Algunos relatores y opinantes propalaron la versión de que durante un enfrentamiento que situaron allí (25 de marzo de 1495) entre conquistadores españoles, con el almirante Cristóbal Colón a la cabeza, e indígenas lidereados por los caciques Guarionex y Maniocatex, se apareció en el teatro de los combates la virgen de Las Mercedes supuestamente socorriendo a los poderosos agresores españoles.

Dicho lo anterior con la pertinente anotación de que varios historiadores señalan que en ese lugar nunca hubo contienda armada. Basan su criterio en que para los tiempos de la conquista y la colonización de la isla de Santo Domingo había mucha confusión de ubicación geográfica y fallas en los cálculos de distancia.

Valga la digresión para decir que de lo que no hay duda es de que en esa montaña vivió el monje catalán de la Orden de San Jerónimo Ramón Pané, quien nunca habló de hechos milagros allí. Se cree que en ese sitio fue que él pensó y escribió, en el lejano 1496, su famoso libro acerca de las antigüedades y costumbres de los indígenas que habitaban esta tierra caribeña cuando llegaron los españoles. 

En los primeros relatos de la conquista española en esta parte de la tierra, conocida entonces como “el nuevo mundo”, aparecen notas manuscritas atribuidas al fray mercedario Juan Infante diciendo haber visto la imagen de la virgen de Las Mercedes, rodeada de una luz intensa, intercediendo en favor de los conquistadores españoles. La describió colocada en el brazo derecho de una cruz plantada en ese monte aislado de las cordilleras. 

El escritor Tirso de Molina, que durante dos años del siglo XVII estuvo enclaustrado en un convento en la ciudad de Santo Domingo, y que también fue monje mercedario, se hizo eco del mito propalado por el referido Infante, confesor de Cristóbal Colón, sobre el tema concernido al supuesto enfrentamiento bélico del Santo Cerro. En su libro titulado Historia General de la orden de nuestra señora de la Merced avaló la mencionada versión estrafalaria de nuestro pasado. La proyectó como si fuera un axioma. 

Dicho lo anterior a pesar de que el también dramaturgo madrileño, en su clásica obra de teatro titulada El burlador de Sevilla, dejó plasmada su visión sobre la justicia trascendente, más allá de las burlas que hizo a ciertas reglas religiosas, sociales y éticas el Don Juan cuya creación como personaje de ficción se le atribuye.

Asimismo, se sumó al coro de propagandistas de esa falacia el canónigo, cronista, abogado y eminente catedrático de latín Luis Gerónimo de Alcocer, uno de los más ilustrados dominicanos del siglo XVII. Así se comprueba en “Las relaciones de Alcocer” publicadas por primera vez en el año 1942 por el historiador Emilio Rodríguez Demorizi. 

El sacerdote e historiador Carlos Nouel Pierret también propagó dicha leyenda fantasiosa del Santo Cerro, citando y acreditando al propio Cristóbal Colón quien de manera engañosa escribió: “Al fin son indios y cobardes y nosotros, aunque pocos, somos católicos y españoles…Lo que más importa es implorar el auxilio de Nuestra Señora de la Merced, cuya imagen nos ha consolado y favorecido hasta aquí…la Madre de Dios está con nosotros”.

El abogado e historiador Antonio del Monte Tejada fue otro que se empeñó en divulgar esa falacia. Consiguió adeptos que dieron por ciertas sus elucubraciones, a pesar de que las mismas no resisten el más elemental análisis ni de lógica ni de fe, por carecer de fundamentos teológicos o científicos. 

Otro personaje que creyó el señalado cuento, y contribuyó a que por mucho tiempo se diera como cierto lo que no era verdad, fue el célebre delegado apostólico del Papa Pío IX en la República Dominicana, Haití y Venezuela, el napolitano fray Rocco Cocchia Vitale. 

Aunque cometió un error de bulto difundiendo el engaño creado por los españoles hay que decir de él que era un prelado excepcional. Durante 9 años dirigió la iglesia católica en el país. Se le atribuye, entre otras cosas, transformar una simple ermita en el Santuario Nacional de Nuestra Señora de Las Mercedes, de impresionante arquitectura interior y exterior.

Para que se tenga una idea de las huellas dejadas en la feligresía católica dominicana por el arzobispo Rocco Cocchia basta decir que el ya fallecido obispo emérito de la Diócesis de Nuestra Señora de la Altagracia en Higüey, el acucioso historiador salcedense Hugo Eduardo Polanco Brito, escribió de él que: “El país le debe un reconocimiento”.

Por su lado Antonio Camilo González, obispo emérito de la Diócesis de La Vega, y también nativo del municipio de Salcedo, definió a Cocchia, en una pequeña biografía que de él hizo, como un hombre “de inteligencia preclara, sabio, humilde, educado…”

Afortunadamente la verdad sobre ese tema hace mucho que salió del círculo de la ignorancia inducida y ya muy pocos obnubilados creen que los agresores tuvieron protección de la Virgen de Las Mercedes para masacrar a los indios agredidos.

A propósito de eso, en respuesta a una pregunta sobre la propaganda mendaz de referencia, el que fue obispo de La Vega y luego primer arzobispo de la Arquidiócesis de Santiago de los Caballeros, monseñor Juan Antonio Flores Santana, dijo de manera tajante lo siguiente: “Claro que la Virgen María no iba a estar contra esos pobres indígenas”.

Por su lado mi querido amigo el sacerdote capuchino e historiador fray Santiago Bautista Guerrero, alejado de la hojarasca embustera, en una obra suya de profunda importancia, validó el siguiente criterio: “Los conquistadores, cristianos, solo por el título que les conferiría el bautismo, se volvieron una jauría ávida de rapiña y dispuesta a enriquecerse a cualquier precio, y trataron a los nativos peor que estiércol de las plazas y peor que las bestias del campo, los degradaron y humillaron… ” (Perspectiva histórica de la acción misionera de los frailes capuchinos en Santo Domingo. Edición 2020).


De: teofilo lappot <teofilolappot@gmail.com>