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MERIÑO, PRESIDENTE Y ARZOBISPO (2 de 2)

Teófilo Lappot Robles

POR TEÓFILO LAPPOT ROBLES

Al analizar el itinerario de las actividades de Fernando Arturo de Meriño Ramírez como hombre público pienso que su personalidad polarizante encajaba en lo que Américo Lugo definió como “el más rico florón de hombres ilustres”.

Se movía entre el púlpito, la arena política y los sentimientos patrióticos. Se observa que tuvo etapas en que bullía en él el más puro amor por la patria, pero también declives sorprendentes en que los intereses del país no ocupaban el primer escalón de su poderosa mente.

Cuando fue párroco en lugares como Neiba, El Seibo, San Cristóbal, Puerto Plata y en la catedral de Santo Domingo no se limitó a cumplir los rituales católicos, sino que incursionó en temas políticos y sociales. 

En Neiba, por ejemplo, se sabía que el joven sacerdote tenía inclinaciones en favor de Buenaventura Báez, por más cuidado que él pusiera en sus sermones y encuentro con feligreses. Eran tiempos en los cuales baecistas y santanistas se disputaban el control del país.

Sus discursos sagrados provocaron que el general Pedro Santana sintiera desagrado hacia él. Luego mantuvieron una aparente amistad, con una especie de “toma y daca” ampliamente descrita en la historia nacional.

Aunque Santana lo impulsó para que siendo veinteañero se convirtiera de hecho en jefe de la iglesia católica dominicana, eso no impidió que Meriño comenzara a distanciarse del llamado “El Chacal del Guabatico”, como le apodó el patriota y mártir Félix Mota. Sus homilías de los años 1858-60 así lo demuestran.

                                Antianexionista y luego anexionista

Al pronunciar el Te Deum del 27 de febrero de 1861, con motivo de cumplirse 17 años de la Independencia Nacional, ya sabiendo que Pedro Santana Familias, el espadón mayor de la traición, se preparaba para consumar a los pocos días la ignominia de entregar la patria a España, le dijo cara a cara: “…Sostened, pues, con honor el glorioso pendón de la independencia. Trillad la senda de la justicia…el poder de los hombres pasa…la historia queda en manos de las generaciones venideras”.

Luego la ruptura entre Meriño y Santana fue total cuando el 18 de marzo del referido año se formalizó públicamente la abominable anexión de la República Dominicana a la Corona Española. Fue en ese momento que el futuro marqués de Las Carreras imitó al personaje bíblico Esaú, el que vendió su progenitura por un plato de lentejas.

El más poderoso sacerdote que ha tenido el país trató de formar un grupo armado para enfrentar la situación, concitando el apoyo de hombres como Eusebio Manzueta y José Leger, a quienes pronto Santana logró que  apoyaran su gobierno de súbdito español.  Desterró en el 1862 a Meriño, que después se prosternó ante el poder imperial.

Pro y anti baecista, santanista y lilisista

Como personaje político hay que decir que Meriño se movió en un arcoíris de intereses amplios, pero siempre terminó rompiendo con los hombres fuertes con quienes coyunturalmente se alió por razones variopinta. Fue partidario de Báez y de Santana y se entendió con Lilís para frenar los ideales de Hostos, que había sido invitado al país por Luperón para transformar la educación nacional. Con los tres terminó enemistado.

Cuando las tropas anexionistas salieron derrotadas del país, en el 1865, Meriño volvió al país con talante de un liberal convencido, seguidor de los lineamientos del Partido Azul, el de Gregorio Luperón y demás luchadores restauradores.

Al poco tiempo ya dirigía la Asamblea Constituyente, en cuya condición le correspondió juramentar como presidente de la República a Buenaventura Báez, ocasión en que le dijo, entre otras cosas: “…Mientras vagabais por playas extranjeras, extraño a los grandes acontecimientos verificados en nuestra patria, cuando parecía que estabais más alejado del solio y que el poder supremo sería confiado a la diestra victoriosa de alguno de los adalides de la independencia…se os llama a ocupar la silla de la primera magistratura…” (Discurso de Meriño. 18 de diciembre de 1865).

Fue en esa misma pieza oratoria que Meriño, recordando un discurso del  gran político colombiano Julio Arboleda Pombo, repitió la siguiente jaculatoria: “en pueblos como el nuestro tan fácil es pasar del destierro al solio, como del solio a la barra del Senado”.

                               Presidencia de Meriño

Meriño fue presidente de la República durante el bienio del 1 de septiembre de 1880 al 1 de septiembre de 1882. En principio su gobierno tuvo un buen manejo de las arcas públicas, y puso interés por aspectos educativos, culturales e institucionales del país.

Pero visto en su conjunto, conforme las estadísticas económicas y las consecuencias sociales de esa época, se puede decir que fue un gobierno de efectos negativos para los medianos y pequeños sectores agrícolas, pecuarios  industriales y comerciales del país. Al final los que obtuvieron  pingües beneficios de sus negocios fueron los grandes empresarios y firmas comerciales del exterior.

Decreto de San Fernando

A los pocos meses de comenzar el mandato de Meriño se abrieron en diferentes lugares del país ataques de sus enemigos políticos,  tanto de las filas del Partido Azul, el que lo impulsó al poder, como del Partido Rojo dirigido por el caudillo Báez. Esa fue la excusa para crear el tristemente célebre Decreto de San Fernando, emitido el 30 de mayo de 1881. Otro de sus hechos violatorios del orden institucional fue la disolución del Congreso Nacional.

Detrás del biombo de dicho decreto, un auténtico instrumento de terror, murieron fusilados cientos de dominicanos. El jefe de las ejecuciones fue el general Ulises Heureaux, mejor conocido como Lilís, que “con su grotesca sonrisa” era el ministro de Interior y Policía.

Algunas de las primeras víctimas (el 29 de julio de 1881)  de la aplicación del citado Decreto de San Fernando fueron unos veinte individuos de los que con el general Braulio Álvarez se alzaron en armas en El Algodonal, en los contornos de San Cristóbal.

El l7 de septiembre de dicho año en Higüey muchos de los que participaron en el levantamiento encabezado por el general Cesáreo Guillermo Bastardo en Punta Cana, Cabo Engaño, Macao y otras zonas rurales de esa ciudad del este del país también pagaron con sus vidas el hecho de tomar las armas contra el gobierno de Meriño.

Un poema de Salomé Ureña sobre la orgía de sangre

La educadora y poetisa de gran calado patriótico Salomé Ureña describió  la tristeza y sufrimiento que le produjeron las muertes violentas producidas al amparo de dicho decreto. En su poema titulado Sombras habla de “el afán que me tortura, que me cercan doquier sombras de muerte y rebosa en mi pecho la amargura.”

Meriño, Lilís y Hostos

La alianza de Meriño, como Arzobispo de la Arquidiócesis de Santo Domingo,  con el tirano Ulises Heureaux (alias Lilís) estuvo centrada en la oposición que ambos, por motivos diferentes, tenían contra el gran educador antillano Eugenio María de Hostos, por los principios que enarbolada para la educación de la juventud dominicana.

Hostos le daba prioridad a las técnicas científicas para desarrollar el intelecto y crear hombres libres de atavismos anclados en el pasado, pero Meriño de manera errada lo acusaba de pretender disolver al pueblo dominicano. Lilís consideraba que las prédicas de Hostos debilitaban su tiranía, lo cual era cierto.

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