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AVERROES, GRAN SABIO MEDIEVAL

Teófilo Lappot Robles

POR TEÓFILO LAPPOT ROBLES

Averroes fue un filósofo, jurista, teólogo, astrónomo, médico y gramático andalusí. Al igual que su abuelo y su padre ejerció como juez, en una época en que la impartición de justicia tenía un alto componente de epifonemas y reflexiones extraídas de textos religiosos.

Averroes

Él articulaba sus decisiones como juez sobre las normas del derecho islámico, aunque no se ató con un garfio al monocato ni al ascetismo común en ramas del cristianismo, judaísmo, islamismo o budismo.

Como jurista y juez fue un gran defensor de los derechos de la mujer, lo que constituyó una mayúscula sorpresa en una época en que las féminas no eran valoradas en su dignidad humana.

Averroes descendía de familias vinculadas con califas omeyas cuyos ascendientes navegaron por el mar Mediterráneo y recalaron en la península ibérica, para luego llegar por tierra hasta la Sierra Morena y el río Guadalquivir, creando un emirato independiente, con sede en Córdoba, la gran ciudad andaluza que en el siglo IX tenía “prosperidad económica y florecimiento jurídico”.

Fue allí donde en el año 1126 nació Averroes. Era una urbe con una mezquita de gran tamaño. En ella funcionaba la que muchos historiadores consideran la primera universidad de Europa. Esa realidad influyó mucho en su gran formación intelectual y en sus conceptualizaciones sobre delicados temas de interpretación jurídica-religiosa.

Esa Córdoba vibrante fue definida por un especialista medieval así: “La patria del saber…el corazón de la tierra, la fuente de la ciencia, la cúpula del islam, la sede del imam; la casa del razonamiento correcto, el jardín de los frutos de las ideas.” (Citado por la historiadora islámica Carole Hillembrand, en uno de sus ensayos sobre el islamismo).

Averroes está considerado como uno de los más sobresalientes pensadores del Medioevo, etapa de la humanidad que comenzó con el colapso del antiquísimo imperio romano, en su versión occidental. Su cuna privilegiada no le impidió enfrentarse a las monarquías musulmanas, a las que consideraba formadas por clanes familiares que oprimían a los pueblos.

Averroes fue parte activa de las convulsiones que se crearon cuando mentes pensantes como la de él plantearon divisiones necesarias entre las religiones y el Estado, resaltando en su caso el racionalismo. Abogaba por un proceso de educación masiva para que el pueblo no creyera en asuntos religiosos sin tener la posibilidad de hacer sus propios razonamientos.

Por eso los mismos jefes musulmanes lo rechazaron como filósofo, aunque paradójicamente sus ideas en ese campo del saber tuvieron acogida entre no pocos cristianos y judíos los cuales justipreciaron el manantial de conceptos filosóficos y religiosos que contenían sus profundas reflexiones.

Tal vez pensando en lo que los suyos le hicieron a Averroes fue que Cervantes puso en boca de don Quijote aquello de que no es conveniente confrontar a los jefes religiosos.

Los ataques que sufrió no impidieron que otros pensadores resaltaran sus aportes intelectuales. Por ejemplo, en la obra titulada Monarquía, escrita en el 1313 por Dante Alighieri (cuando estaba desterrado en Rávena, cerca del mar Adriático) se nota que el escritor y filósofo florentino de creencia católica estaba empapado del pensamiento de Averroes acerca del error de mezclar lo temporal y lo espiritual. Alighieri coincidió en eso, entre otros, con su coetáneo el médico, filósofo y teólogo Marsilio de Padua. Ambos fueron averroístas.

Esa posición de Averroes para deslindar campos fue lo que una gran antropóloga del derecho definió en una obra suya de gran calado traída al país por el culto higüeyano César Amado Martínez De León como “…el cisma entre la Iglesia y el Estado en la Europa Medieval…las leyes modernas permanecen separadas de la religión”. (Ordenar el mundo. Editorial Crítica, Barcelona, 2022.P.12. Fernanda Pirie).

Averroes no se limitó a una vida muelle apalancándose en la preeminencia social y económica de su familia, sino que realizó grandes esfuerzos para crear una plataforma de diálogo amplio y franco entre el islam, el cristianismo y el judaísmo, sabiendo los riesgos que corría.

Esa actitud abierta y pluralista no le salió gratis, pues por más de un año fue expulsado de la tierra que lo vio nacer e ignorado como filósofo por los jefes de su propia creencia religiosa y los grupos políticos y económicos poderosos radicados en Córdoba, Granada, Sevilla y otras ciudades cercanas a estas.

Uno de los problemas mayores que tuvo Averroes fue cuando expuso sus ideas en sincronía con algunos filósofos y teólogos judíos y cristianos, y especialmente por su coincidencia con la visión filosófica de Aristóteles, el sabio griego a quien su maestro Platón calificó como “el intelecto de la escuela” por sus dominios de temas tan diferentes como política, religión, medicina, lógica, ética, retórica, biología, física, fisiología, metafísica y un largo etcétera.

 Averroes fue el creador hace ochocientos años de la doctrina de la doble verdad, que constituyó un paso gigantesco para deslindar los campos de la ciencia y la religión.

Esa doctrina ha sido usada a lo largo del tiempo por muchos científicos y pensadores.  Para poner un solo ejemplo: Albert Einstein, a principio del siglo pasado, se apoyó en la parte sustantiva de ella para exponer sus estudios sobre la luz y su teoría sobre el átomo.

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