Cultura

La Real Academia de la Lengua se renueva; Para el Rey, el idioma es un «activo económico de primer orden»


Madrid, España 19 octubre.- La Lengua española estrena diccionario, con nuevos vocablos, más americanismos como «papichulo», y un acto de presentación que constituyó un gran acontecimiento, con la presencia del Rey Felipe VI, y una fiesta para los académicos de la Real Academia Española de la Lengua (RAE).

Un detalle que ha llamado la atención de la 23.ª edición del «Diccionario de la lengua española» es el aumento del número de americanismos por parte de las Academias de la Lengua Española de los países hispanoamericanos, con palabras como amigovio, basurita, limpiavidrios, motoneta, papichulo, platicón y zíper.

De la fusión de amigo y novio nace amigovio, una voz coloquial propia de Argentina, México, Paraguay y Uruguay, y que significa «persona que mantiene con otra una relación de menor compromiso formal que un noviazgo».

Salvo en México, en esos países se emplea también el verbo cajonear cuando se retarda el trámite de un expediente administrativo.

Mucho más extendido por Latinoamérica está el diminutivo basurita, esa partícula de suciedad que molesta tanto cuando se introduce en el ojo, así como la voz lonchera, el «recipiente pequeño que sirve para llevar comida ligera, especialmente los niños cuando van a la escuela».

A los automovilistas del Cono Sur y de países como Bolivia, Ecuador y Perú, no les hará ninguna gracia que les pinchen los neumáticos de sus vehículos con un miguelito, un «artefacto con clavos grandes y retorcidos» que también entra en el Diccionario de la RAE.

A los que limpian los cristales, y al producto que se utiliza para hacerlo, se les llama limpiavidrios, y guardavidas, a la persona encargada de la seguridad de los bañistas.

Los niños latinoamericanos van al jardín de infancia o kínder (forma acortada de «kindergarten»), otro término que se incorpora al DRAE, como lo hace motoneta, una «motocicleta con ruedas pequeñas, que tiene una plataforma para apoyar los pies».

En el lenguaje coloquial de México, Paraguay y Puerto Rico, papichulo es un «hombre que, por su atractivo físico, es objeto de deseo». Y entre los mexicanos y los centroamericanos, platicón (o platicona) es un charlatán.

En la edición digital del Diccionario lleva ya un tiempo la palabra nocaut, es decir, ese «golpe que deja fuera de combate». Y a la de papel llega ahora el notero, un término utilizado para designar al periodista que recoge y redacta noticias para prensa, radio o televisión.

El léxico deportivo del Diccionario se enriquece con nuevos americanismos:

En fútbol, el taquito es ese «golpe que se da al balón con el talón», y en el béisbol, un pícher es un lanzador. Y réferi (o referí) es sinónimo de árbitro en Latinoamérica.

Un bíper es, en buena parte de América, un aparato electrónico que registra llamadas y mensajes. Y cuando uno es muy lento en la realización de un trabajo, pueden acusarlo de tortuguismo.

De Estados Unidos procede la acepción de billón equivalente a mil millones, frente al millón de millones que significa en otros países.

El verbo conflictuar lo conjugan quienes provocan «un conflicto en algo o en alguien», y propagandear, aquellos que hacen propaganda o publicidad.

El que se encarga del vestuario de los actores en cine, teatro o televisión es un vestuarista; mientras que en México y Centroamérica a la cremallera también le dicen zíper, clara adaptación.

El DRAE

El DRAE es el diccionario oficial de la lengua española cuya elaboración es tarea primordial de la Real Academia Española desde su fundación en 1713 («… se fijó como tarea prioritaria la elaboración de un diccionario de la lengua castellana, ‘el más copioso que pudiera hacerse'»).

El «Diccionario de la lengua española» es la obra de mayor repercusión de cuantas publica la RAE, y su eco es aún más grande desde que las veintiuna Academias de la Lengua Española restantes colaboran en su elaboración.

La Real Academia Española actualizará, «en un par de meses o tres», la versión digital del «Diccionario de la lengua española» para incluir en ella todas las novedades que ofrece la XXIII edición de esta obra de referencia.

El secretario de esta institución, Darío Villanueva afirmó que la Academia está preparando ya «la versión que se ofrecerá en la red», que contendrá mejores recursos» para facilitar la navegación en el Diccionario.

Desde 2001, fecha en que salió la anterior edición, la RAE ofrece gratis en internet el Diccionario, que recibe más de cuarenta millones de consultas al mes, procedentes de todos los países hispanohablantes, y era lógico que hoy hubiera interés en saber cuándo estará disponible la 23 edición en la red.

La colaboración de las instituciones americanas ha sido fundamental para actualizar y reforzar los términos propios de todos estos países. En la 23ª edición hay casi 19.000 americanismos.

El criterio que han seguido las veintidós Academias para incluir determinadas palabras es que, como mínimo, se usen en tres países.

Referencia para 500 millones de hablantes del español

Esta edición del Diccionario de la Real Academia pretende seguir siendo el corpus normativo de referencia de la comunidad hispanohablante (unos 500 millones de hablantes), con una política panhispánica activa desde el siglo XIX, que se ha incentivado especialmente en esta edición.

¿Entonces, el DRAE contiene todas las palabras posibles y las que no están es que no existen o no deberían existir? Afortunadamente, no. Gracias a los mecanismos de formación de palabras del español, el número de palabras posibles es incalculable y, de estas, solo se registran como lemas las que tienen ya un uso estable y abundante en la lengua.

Un «activo económico de primer orden»

El rey de España elogió el «consenso» y el «respeto a la diversidad» con que la Real Academia Española y las academias de América y Filipinas garantizan la unidad del español y animó a emplear las nuevas tecnologías para aprovechar la importancia de este idioma como «activo económico de primer orden».

Tras subrayar que la Academia afronta los retos de «un tiempo nuevo» en el que el español se ha convertido ya en «la segunda lengua de comunicación» y «en un activo económico de primer orden», advirtió: «Las posibilidades, hasta ahora insospechadas, que ofrecen las nuevas tecnologías deben ser aprovechadas para cumplir de la mejor manera la vocación académica de servicio a la sociedad».

El objetivo fundacional de la RAE se amplió así a «la defensa de la unidad de un idioma, el español, que hoy comparten casi 500 millones de personas en todo el mundo y que se ha hecho realmente universal», reflexionó Felipe VI, quien recordó además que el Diccionario de la Academia siempre ha estado «al servicio del pueblo» y ha sido «depositario de la voz de su gente».

Las 10 cosas que siempre se preguntó sobre los diccionarios

– ¿Son todos los diccionarios iguales?

No todos los diccionarios son iguales: no contienen los mismos términos y no ofrecen el mismo tipo de información.

El Diccionario académico es un diccionario normativo y esto ya lo hace especial. Un tipo de diccionario muy frecuente son los de uso, que describen el español común actual, algunos de los más conocidos son el Vox, el Seco o el María Moliner.

También existen los diccionarios de dudas, que no recogen el léxico de una lengua, sino solo las dudas más habituales. En obras como el «Diccionario panhispánico de dudas» no figuran verbos como «amar», que no presentan dificultades, pero sí uno como «abolir», que causa dudas con la diptongación («abolo/abuelo»). Se publican, además, diccionarios etimológicos, técnicos, de sinónimos y antónimos, combinatorios, inversos, de preposiciones, del léxico de una zona, para estudiantes, etc.

– ¿Si una palabra no está en el diccionario es que no existe?

Ningún diccionario recoge todas las palabras. Los diccionarios ni siquiera recopilan todas las formas de una palabra. Los sustantivos se registran por su forma en masculino singular; los verbos, por su infinitivo,… esto no implica que el resto de las formas sean incorrectas.

Los diccionarios no recogen necesariamente toda la familia léxica de una palabra (puede figurar «mediterráneo», pero no «mediterraneidad»). Tampoco están todas las formas que se pueden derivar de un término: se registra «casa», pero no «casita» (aunque sí se registra «-ita» como sufijo).

– ¿Si una palabra está en el diccionario se considera adecuada solo por eso?

Puede causar sorpresa ver que el DRAE recoge «almóndiga», se puede creer que al estar recogido tiene carta de naturaleza, pero es fundamental fijarse en cómo aparece en el Diccionario.

«Almóndiga» remite a «albóndiga». La voz con «m» no aparece definida y lleva la abreviatura «U. c. vulg.», ‘usado como vulgar’, es decir, se trata de un vulgarismo, término que se juzga impropio de personas educadas.

– ¿Por qué el diccionario académico mantiene acepciones políticamente incorrectas?

Es una crítica común, pero conviene tener claro el uso real que se hace de las palabras, muchas de las definiciones que ofenden al verlas aisladas y que por escrito responden al uso real que se hace de un término. En otras ocasiones no responden al uso actual, pero testimonian el uso de otros momentos históricos.

– ¿Cómo llega una palabra a entrar en el Diccionario? ¿y cómo sale?

Las decisiones de la Academia se toman en comisiones especializadas, que se aprueban en el Pleno, los datos se obtienen del Banco de datos del español compuesto por el «Corpus diacrónico del español» (CORDE), el «Corpus de referencia del español actual» (CREA) y el «Corpus del español del s. XXI» (CORPES XXI), una base de datos de casi 300 millones de registros léxicos, que recoge textos de todos los países de habla española.

Pero del Diccionario desaparecen también palabras o acepciones. Este material queda disponible en el «Nuevo tesoro lexicográfico», un diccionario de diccionarios que reúne 70 obras desde el s. XV hasta el XX.

– ¿Qué tipo de léxico no recogen los diccionarios?

Diccionarios como el académico o los de uso son diccionarios de lengua general, no incluyen jerga técnica, no registran qué significados e implicaciones tiene una palabra en el ámbito del derecho, la medicina, etc.

Los diccionarios tampoco recogen las palabras que son propias de determinadas zonas y que no pertenecen al caudal general; otras obras dan cuenta de este patrimonio dialectal.

– ¿Si una palabra se usa con un sentido que no tiene en el diccionario es incorrecto?

No necesariamente. Las palabras están cargadas de connotaciones que son difíciles de definir, de sistematizar. Es parte del genio del idioma, los usos metafóricos, metonímicos, etc. están más presentes en el día a día de lo que creemos.

– Además del significado de las palabras ¿qué más ofrecen los diccionarios?

Ni siquiera los diccionarios que sobre todo dan significado ofrecen solo significado. Dan etimologías, información gramatical como la clase de palabra, el género, la conjugación; etiquetas y marcas (vulgar, arcaico, coloquial, malsonante,…), información ortográfica. Ofrecen ejemplos de uso y locuciones que tienen un significado acuñado.

– ¿La Real Academia solo hace diccionarios?

Ni la RAE hace solo un diccionario, ni hace solo diccionarios. La Academia elabora, además del DRAE, el «Diccionario panhispánico de dudas», el «Tesoro lexicográfico del español» y el «Banco de datos del español»; también el «Diccionario del estudiante» y otras obras normativas como la Gramática y la Ortografía.

– ¿Los diccionarios son solo para empollones?

Los diccionarios son utilísimas herramientas de trabajo, no solo para el redactor o el escritor, sino también para el común de los hablantes.

Hoy, cuando se consume la información tan rápido conviene saber que la Academia tiene gran parte de sus obras disponibles en internet, accesibles incluso desde los mismos dispositivos en los que estamos leyendo o escribiendo, sobre todo ahora, que las redes sociales han hecho que quienes no escribían con regularidad tengan que hacerlo.

Los diccionarios son el gran libro, la llave para acceder a todo lo demás. Tienen, paradójicamente, mucho de efímero y mucho de eterno. La Academia, recordó Villanueva, fue creada en 1713 para dotar a España de un diccionario que estuviera a la altura de los países de su entorno. Los fundadores lograron publicar en pocos años el Diccionario de Autoridades, una obra en seis volúmenes que vio la luz entre 1726-1739.

La 23.ª edición cuenta con cinco mil artículos nuevos y 1.350 supresiones, pero lo que realmente da idea del trabajo realizado son las 140.000 enmiendas que se han introducido y que afectan a más de la mitad de los artículos

2014-10-19 16:53:51