POR TEÓFILO LAPPOT ROBLES
El legado de Giuseppe Garibaldi no sólo es fuente de investigación de historiadores, ensayistas y analistas militares y políticos, sino que también ha sido material al uso de las más variadas obras de ficción, tales como novelas, relatos, películas, escenas pictóricas, etc.
Es significativo que la famosa novela El Gatopardo, de Giuseppe Tomasi de Lampedusa, se desarrolla a partir de la fecha y el lugar donde Garibaldi alcanzó el punto más elevado de su gloria política y militar, cuando desembarcó el 11 de mayo de 1860, con sus guerreros de “las camisas rojas”, en el litoral del occidente de Sicilia.
El epígrafe del primero de los ocho capítulos de esa obra es convincente respecto a la veracidad de lo anterior. Dice: mayo de 1860. Es en ella que el personaje de ficción Tancredi dice lo que se ha convertido en un clásico de la política mundial: “si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie”.
En el resumen de la misma se indica que: “El Gatopardo transcurre en la Sicilia de 1860, cuando ocurre el desembarco de las tropas de Giuseppe Garibaldi, líder de la unificación italiana, en Marsala…” (El Gatopardo. Editorial Longseller, Argentina, 2001.Pp9 y 13).
La heroicidad de Garibaldi en el referido año no se limitó a Sicilia, separada del territorio peninsular de Italia por el estrecho de Mesina. Cuando aseguró su control absoluto sobre la misma penetró a tierra firme por el sur, dominando con las armas a ciudades tan importantes y estratégicas como Reggio Calabria, Salerno y Éboli. En Nápoles, ciudad portuaria al pie del mar de Tirreno, que es la histórica capital de la región italiana de Campania, fue recibido en olor de multitud.
Si los hechos concernidos a lo señalado en el párrafo anterior se someten a un análisis profundo se llega a la conclusión que en esa fulgurante etapa de su vida Garibaldi no continúo avanzando hasta llegar a Roma por los tejemanejes políticos de poderosos personajes franceses e italianos que no veían con buenos ojos, por múltiples alegatos, su creciente poder militar y ascendencia popular.
Un hecho notable en la biografía de Garibaldi, contrario a otros jefes militares y políticos de esas jornadas patrióticas, es que nunca aceptó recibir beneficios personales por sus extraordinarios servicios en favor de la unificación de Italia.
Por paradojas de la vida dos años después de su triunfal entrada a Nápoles, mientras se encontraba en las estribaciones montañosas del Aspromonte, en el sur italiano, preparando sus fuerzas para enfrentar el poderío papal que con el apoyo de las tropas francesas controlaba Roma, Garibaldi fue herido y apresado por tropas al servicio del rey Víctor Manuel II.
Esos reveses personales no le impidieron en el 1867 procurar nuevamente sitiar y ocupar a la que también es conocida como La Ciudad Eterna, lo cual no pudo lograr y fue encarcelado de nuevo. Tres años después su objetivo fue logrado por otros y esa urbe pasó a ser la capital de una Italia que desde entonces se ha mantenido unificada.
Es importante señalar, aunque sea de soslayo, que antes de los acontecimientos descritos más arriba Garibaldi participó en hechos importantes fuera de su país.
Cuando tenía 29 años, en el 1936, llegó a Brasil donde se dedicó en principio a diversos negocios, así como a ampliar su formación política y a compenetrarse con la cotidianidad de ese gran país, porque para él la humanidad entera era su patria.
Un año después estaba combatiendo contra las tropas del emperador brasileño Pedro II. Se alineó en favor del presidente de la República Riograndense, Bento Goncalves da Silva, con quien había hecho buenas migas, desde que se conocieron en la ciudad de Río de Janeiro.
La activa presencia de Garibaldi en el país más grande de América Latina se puede resumir con palabras de la doctora en historia de la universidad de Rio Grande do Sul María Medianeira Padoin: “Por un lado aportó conocimientos militares. Por otro gracias a su personalidad carismática difundió sus ideales e igualdad y de lucha por la libertad”.
A Uruguay llegó en el 1841, impartiendo docencia de matemáticas e involucrándose en las actividades políticas y militares de ese país del Cono Sur, lo que le permitió dirigir la legión de italianos que pelearon en las afueras de Montevideo el 17 de noviembre de 1843.
En Montevideo hay un museo dedicado a Garibaldi, así como avenidas y logias masónicas. Igual en otras ciudades de ese hermoso país.
En esa época también estuvo en Argentina. Combatió al férreo caudillo de la Confederación Argentina Juan Manuel de Rosas, quien intentó sobornarlo para atraerlo a su lado recibiendo de este una respuesta contundente: “Ninguna suma de dinero podrá comprar mi fe en la libertad de los pueblos”. El 16 de agosto de 1842 participó de lado del Partido Unitario en una batalla naval sobre las aguas del río Paraná, a la altura de la provincia de Corrientes, en Argentina.
El 17 de noviembre de 1850 llegó al Caribe desde la ciudad de New York, EE.UU. Arribó a la ciudad de La Habana con un nombre falso, porque la isla mayor de Las Antillas estaba bajo el control de las autoridades coloniales española.
Hay muchas versiones no coincidentes en relación a la estancia de Garibaldi en la capital de Cuba. Lo que se sabe es que no fue en plan de lucha, sino a tantear posibilidades de negocios o a lo que escribió el historiador cubano Enrique Pertierra: “Creo que Garibaldi vino a Cuba a palpar el sentimiento nacional”.
En las obras completas de José Martí hay comentarios de él sobre Garibaldi, del cual dijo, entre otras cosas: “Un corazón existe en Europa basto y ardiente en que hay lugar para todo dolor y goce humano y eco a todo acto heroico o sentimiento generoso…”
De su presencia en Cuba también dejó sus pareceres el periodista, jurista y antropólogo cubano Fernando Ortiz.
El mismo Garibaldi, en cartas a doña Emilia Casanova, la esposa de Cirilo Villaverde, el autor de la novela Cecilia Valdés, le expresó en el 1869 lo siguiente: “Con toda mi alma he estado con Uds. desde el principio de su gloriosa revolución”. También le dijo: “…deseo a su bella patria la total independencia por la cual tan heroicamente pelea”. (Carta del 22 de febrero de 1870).
El 5 de octubre de 1851 arribó a Perú por el puerto de El Callao. Fue recibido con júbilo por la fama que le precedía. Visitó en planes de negocios diversos lugares de ese país del altiplano andino. El escritor Ricardo Palma, autor de la obra “Tradiciones Peruanas”, escribió un texto que tituló “Entre Garibaldi y yo” en el cual señaló que “por el renombre que vino rodeado, hizo que en Lima se le contemplase con admiración y se le saludase con respetuosa simpatía al encontrarlo por las calles centrales de la ciudad.”
Resumiendo debo decir que Giuseppe Garibaldi fue un personaje fascinante, que siempre luchó de frente en favor de lo que él consideraba justo, y que no hay pruebas de que sus acciones bélicas estuvieran motivadas por intereses económicos u otros tipos de ventajas para su beneficio particular.
teofilo lappot
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