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TÓRTOLA, EN EL ARCHIPIÉLAGO ANTILLANO (y 2)

Teófilo Lappot Robles

POR TEÓFILO LAPPOT ROBLES

Tórtola, que en el 1493 fue bautizada por Cristóbal Colón con el nombre de Santa Ana, es otra prueba de que el mar siempre ha sido el telón de fondo de la fama de antiguas conquistadoras “de otros mundos” que caracterizaron a Inglaterra primero y luego de la inclusión de Escocia y Gales a Gran Bretaña, la isla mayor y más poblada de Europa.

Al penetrar a la historia tormentosa de Tórtola se comprueba que en ese territorio enclavado en las Antillas Menores se puede aplicar lo que dejaron escrito en el primer milenio de esta era (año 794) los irlandeses: “los paganos de todas las islas de Gran Bretaña asolaron las tierras irlandesas”. (Un mar sin límites. Una historia humana de los océanos. Editorial Crítica. Barcelona, España, 2021.P.527. David Abulafia).

Una prueba elocuente que fortalece lo anterior está contenida en una interesante obra publicada hace más de cien años por el economista e historiador Frank Wesley Pitman, versado en el desarrollo de las Indias Occidentales Británicas. En ella se recogen gran parte de los hechos ocurridos en el siglo XVIII en el pequeño archipiélago de Tórtola, y otros territorios dominados por Gran Bretaña en las Antillas. (The Development of the British West Indies.1700-1763.Edición 1917. FWP)

Si se deja de lado lo que sucedió en el pasado hay que decir que se acerca a la verdad el pregón de los publicistas del turismo de Tórtola, en el sentido de que es una tierra con “corazón europeo y alma caribeña”. Eso se observa en la música, la gastronomía y en general en las costumbres de sus menos de cuarenta mil habitantes.

Su ciudad principal es Road Town. Está situada al pie de una hermosa bahía, con unos diez mil pobladores. Es en realidad un pueblecito en el que se mezclan actividades financieras internacionales con un ritmo musical cautivante llamado quimbombó, obtenido con el toque de varios instrumentos de percusión. Un punto de gran interés en esa pequeña capital es el Museo de la antigua casa de gobierno, que guarda parte de la historia de las Islas Vírgenes Británicas.

Los moradores del pequeño archipiélago de Tórtola (en forma de un acordeón desplegado) son en su mayor parte descendientes de esclavos africanos. Practican el cristianismo, siendo los protestantes el grupo más numeroso.  

El 6 de septiembre del 2017 Tórtola fue devastada por el huracán Irma, pero el turismo sigue siendo una de sus principales fuentes de ingresos económicos, especialmente porque allí llegan miles de extranjeros a practicar diversas actividades deportivas acuáticas, con torneos de pesca, buceo, navegación a vela, sulfing, etc.

Su riqueza marina es conocida internacionalmente. Tiene zonas de corales y con frecuencia llegan a su litoral marino cardúmenes de especies diversas a disfrutar de las algas, moluscos y esponjas que allí hay, formando bancos de peces en los cuales cientos de turistas practican la pesca deportiva llamada “catch and realese”; vale decir, capturar y liberar.

Las playas de Tórtola son de gran atractivo, especialmente en la parte norte, por la calidez y limpieza del agua. Los visitantes las disfrutan y consumen con deleite su comida típica al mismo tiempo que escuchan música de artistas locales que son virtuosos en la ejecución de instrumentos musicales como tambor, hongo, ukelele, calabaza, marimba, saxofón y guitarra.

El senderismo también tiene un importante escalón en el turismo de Tórtola, permitiendo a los viajeros que allí llegan disfrutar los encantos de algunos jardines botánicos y penetrar a parques nacionales, como el que se formó con la imponente montaña Sage, la más alta de las Islas Vírgenes Británicas. Es una auténtica mole cubierta de verde vegetal.

En muchos tramos de las subidas y bajadas de las carreteras de Tórtola se ven manifestaciones expresivas de pinturas propias del arte naíf, con figuras carnavalescas, fiestas campesinas simbolizando las danzas de los ancestros, escenas de cortes de caña de azúcar, animales cargados de frutos de la tierra, obreros trabajando en trapiches, etc.

La floresta de Tórtola, que tiene muchos secretos de la naturaleza, está formada principalmente por caobas, higueras, mangos, helechos y cocoteros, que convierten esa tierra de orografía singular en un fascinante rincón del arco antillano.

Como algo llamativo en las especies vegetales de Tórtola debo decir que en la parte frontal de una zona formada por picos, colinas y serranía, donde está el Jardín Botánico Reina Isabel II, situado en un tramo de la carretera que conecta a la capital isleña Road Town con la Bahía de Caña y otros lugares de playa, pude observar una pequeña agrupación de cipreses imponentes.

Como en el plano espiritual se consideran que los aromáticos cipreses son símbolos del vínculo entre la tierra y el cielo, al ver los de Tórtola me recordé del poema escrito en el 1924 por el poeta cántabro Gerardo Diego sobre el célebre ciprés centenario del Monasterio burgalés de Santo Domingo de los Silos, que comienza así: “Enhiesto surtidor de sombra y sueño/que acongojas el cielo con tu lanza/mástil de soledad/prodigio isleño/flecha de fe, saeta de esperanza”.

En resumen, visitar Tórtola y algunas de las otras islas que con ella forman el archipiélago de las Islas Vírgenes Británicas es una experiencia más allá de la diversión, pues permite empaparse de una parte del pasado y presente de los pueblos de las Antillas Menores.

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