Cultura

Antigua y Barbuda en el Archipiélago Antillano (1) 

Teófilo Lappot Robles

Por Teófilo Lappot Robles 

El país llamado Antigua y Barbuda es un pequeño archipiélago que también integran el islote Redonda y varios cayos. Su población es mayoritariamente descendiente de esclavos. 

Es un Estado independiente desde el primero de noviembre de 1981, considerándose una democracia parlamentaria, pero dentro del marco de la organización ahora denominada Mancomunidad de Naciones, dirigida por el monarca británico. 

Antes era una colonia inglesa. Su principal puerto conserva edificios militares del antiguo imperio británico. Pero haciendo honor a la verdad debo decir que en diferentes tramos de su historia en ese lugar del Caribe oriental otras potencias europeas también metieron sus tropas, comerciantes, explotadores agrícolas y burócratas.

En el 1915 un político, historiador y periodista dominicano, que por cuestiones políticas vivió exiliado en varias islas del archipiélago antillano, hizo una descripción geográfica así: “Antigua. Al sur de Barbuda, tiene forma ovalada, y 280 kilómetros cuadrados de superficie. Tiene colinas de rocas calcáreas menos altas que las de las Antillas volcánicas. La colina más alta es de 271 metros. La costa es baja excepto al S.O. y tiene varias bahías…En Antigua no hay ríos ni arroyos; hay que beber el agua de las lluvias que se recoge en espaciosas cisternas”. (Geografía de la isla de Santo Domingo y Reseña de las demás Antillas. C. Armando Rodríguez. Edición 1976, SDB.P.136).

Mucho tiempo después de esa reseña divulgada en el siglo pasado el agua para uso doméstico y agrícola en Antigua se obtiene de plantas desalinizadoras, presas de superficie, campos de pozos y estanques. Tienen, además, plantas de tratamiento de agua para servirla libre de elementos contaminantes.

Es obligatorio señalar que a la llegada colonizadora de los europeos los indígenas de Antigua y Barbuda fueron muertos o expulsados. Seres humanos llevados de manera forzada de otros lugares del mundo ocuparon su lugar, en un capítulo más de la nefasta esclavitud puesta en práctica en esta parte del mundo para crear emporios, especialmente azucareros. 

No se trata de una visión catastrofista, pues eso está debidamente comprobado en archivos coloniales españoles, ingleses, franceses y holandeses.

Los negros esclavizados en ese y otros países caribeños fueron capturados en diversos países de África por jefes tribales y algunos exesclavos transformados en esclavistas (entre estos últimos unos tales Francisco Félix de Souza, Domingo Martínez y Joaquín de Almeida) que lo negociaron, como si fueran mercancías, con representantes de los imperios europeos.

Ese contubernio dio origen a una hecatombe con categoría de crímenes de lesa humanidad, tomando como base los hechos mismos y, también, partiendo de los métodos de investigación científica aportados por el eminente jurista austriaco Hans Gross, padre de la criminalística.

Esa abominable historia la describe muy bien un ensayista, poeta e intelectual nativo de Benín, un país situado en el oeste de África, que es profesor de Historia en la siete veces centenaria Universidad de La Sorbona de Francia, que se pregunta de manera retórica si ese hecho no sería “¿una pirueta paradójica de la historia?” (África y el Caribe. Destinos Cruzados (siglos XV-XIX).P.189 y 190. Zakari Dramani-Issifou. Editada en el 2011 por el AGN).

Los ingleses ocuparon la isla de Antigua en el 1632, cuando aún no existía el Reino Unido de Gran Bretaña (creado el primero de mayo de 1707). De inmediato comenzaron una siembra masiva de tabaco, jengibre y algodón en toda su geografía. En el 1655, es decir, 23 años después, fue cuando comenzó en esa isla a sembrarse caña de azúcar; reduciendo en consecuencia la producción de los otros rubros agrícolas.

En Saint John, capital y principal ciudad de ese país, hay un casoplón de arquitectura colonial desde el cual el gobernador general ejecuta en representación del rey británico las labores de la jefatura estatal.

Es importante anotar, para mejor comprensión de la vida de los antiguanos, que los territorios de Antigua y Barbuda han sido atacados varias veces por tormentas, huracanes y ciclones, así como por dos devastadores terremotos ocurridos en los años 1683 y 1745.

La catedral anglicana San Juan es el principal templo religioso de esa pequeña nación, la cual tiene una extensión superficial menor a 500 kilómetros cuadrados. El edificio actual, enclavado en la isla Antigua, data del 1845, pero desde el 1683 hubo otras iglesias en ese lugar. Es de estilo arquitectónico barroco. En su patio frontal todavía se conservan túmulos que cubren restos de personajes de la historia de esa nación antillana. 

Vale decir que la mayor parte de sus habitantes practican el protestantismo, en los diversos matices que surgieron en el siglo XVI, luego de la Reforma creada por el teólogo y fraile agustino alemán Martín Lutero. 

En el 1676 y años siguientes comenzaron a aplicarse en Antigua unas llamadas “leyes para esclavos”, conforme se comprueba en las actas de las conocidas “asambleas coloniales inglesas”. Unas pocas familias europeas se convirtieron en dueñas de la casi totalidad de ese territorio, concentrando casi 400 fincas cuando ya el siglo XVIII había atravesado su ecuador. 

Para esa época muchos de los colonos cañeros se endeudaron a tope con especuladores financieros de las principales ciudades inglesas. Para que eso ocurriera se produjeron múltiples acontecimientos económicos, políticos y sociales que no es el caso analizar aquí.

Los registros históricos indican que en Antigua había más de 20,000 esclavos cuando el primero de agosto de 1834 comenzó a funcionar de manera muy sesgada, mediatizada y cargada de añagazas la denominada Ley de Abolición, para manumitir gradualmente a los esclavos en las colonias que tenía el imperio británico. 

Un análisis amplio sobre lo anterior se puede verificar en una obra de Barry William Higman, historiador y filósofo australiano, especializado en historia del Caribe, cuyo título (traducido de manera libre en español) es “Poblaciones esclavas del Caribe británico 1807-1834”. (Slave Populations of the British Caribbean 1807-1834). 

Así también es bastante explicativo del tema en cuestión el ensayo titulado Azúcar y Esclavitud en el final del trabajo forzado, editado en México en el 2002 por el historiador español José A. Piqueras.

(Extracto de un libro que publiqué en el 2014).