Cultura

Guadalupe, en el Archipiélago Antillano (1)

Teófilo Lappot Robles

Por Teófilo Lappot Robles

Cuando gobiernos y particulares europeos comenzaron a cometer sus conocidos abusos y fechorías en esta parte del mundo, a partir del siglo XV, Guadalupe estaba poblada por indios caribes, quienes en su lenguaje sin gramática llamaban a ese territorio isleño Karukera.

Esos indígenas lucharon durante décadas frente a fuerzas muy superiores en armas que llegaron en actitud de conquista desde países europeos, entre ellos Francia, otrora potencia mundial que finalmente los avasalló en el 1658.

Guadalupe, que está en el centro del arco antillano, es en sí mismo un pequeño archipiélago formado por varias islas, islotes, cayos y peñones; con una densa historia compuesta por páginas cargadas de sobresaltos y no pocas incertidumbres durante siglos de opresión.

Sus islas principales son Basse Terre, situada en el oeste, con una extensión territorial de 848 kilómetros cuadrados, en gran parte de montañas, mogotes y collados.  En el este está Grande Terre, que es llana y con visibles señales de aridez en sus 588 kilómetros cuadrados. En esta última está su ciudad más activa, Pointe-á-Pitre, por donde he llegado a esa tierra caribeña.

Ambos territorios insulares, separados por un estrecho brazo de mar denominado la Riviére Salée, están unidos por puentes. Se les conoce popularmente como las dos mariposas, por su tipología geográfica.  

Algunas de las otras islas que integran a Guadalupe son María Galante, La Desiderata, Las Santas, La Deseada, etc., que juntas no llegan a los 200 kilómetros cuadrados.

El archipiélago antillano de Guadalupe fue en siglos atrás centro de disputas armadas, en tierra y mar, entre las potencias europeas que entonces controlaban el mundo y que convirtieron el Caribe insular en uno de los puntos calientes de la geopolítica.

Esos hechos, que marcaron el devenir de los pueblos de este lado de la tierra, se produjeron antes de que el político y geógrafo alemán Karl Haushofer creara esa expresión de alto contenido político, y antes de que el también geógrafo alemán Friedrich Ratzel planteara como teoría la importancia que tenía para países poderosos lo que definió como “espacio vital”.  

Cuando en el 1645 los portugueses vencieron en Pernambuco, Brasil, a holandeses, flamencos y valones muchos de ellos se establecieron en Guadalupe, donde participaron en la producción de azúcar de caña, melaza y rones. 

La historia registra que el primer ingenio azucarero de ese territorio caribeño fue fundado en el 1647 por el francés Charles Hoüel y el holandés emigrado de Brasil Samuel Tretzel. 

El pasado de Guadalupe ha sido reseñado desde ángulos generalmente contrapuestos. Con la particularidad de que algunos de sus publicistas ni siquiera pisaron su suelo o se acercaron a sus acantilados.

Da la impresión de que muchas de esas opiniones (a veces de una contradicción insalvable) tienen mucho que ver con la muy difundida creencia que todavía impera allí sobre el papel de los espíritus en el accionar de los vivos. Y no se trata una simple característica folklórica de los guadalupeños.

Pero además de lo indicado en el párrafo anterior tampoco se puede dejar de lado que Guadalupe fue (como señalé más arriba) hace algunas centurias un punto bélico clave para que algunos países poderosos midieran sus respectivas fuerzas, tratando de imponer cada cual su dominio. 

Para poner un ejemplo de eso basta decir que en medio de la conocida guerra de los siete años (1756-1763) entre los entonces imperios francés y británico, este último ordenó que sus posesiones en América suspendieran la compra de productos en los territorios dominados por el primero.

Esa decisión política y económica afectó a Guadalupe, entre otras posesiones de ultramar de Francia. Sus productos agrícolas tuvieron que ser llevados a los llamados puertos neutrales, entre ellos algunos situados en la República Dominicana. Además de los gastos de transportes marítimos se agregaba que las empresas británicas los compraban a precios inferiores al año 1756, por aquello que ahora se conoce como las cadenas de intermediación.  

Sobre la historia de Guadalupe hay que decir, además, que tal vez el que más malezas y guijarros quitó del camino para una mejor comprensión de su brumoso pasado fue el cronista y catedrático de literatura francesa Jack Corzani, con su monumental obra sobre la historia en general de las islas francófonas del Caribe Oriental.

Sus ensayos al respecto, planteados con gran lucidez, ayudan a conocer el por qué pasaron allí hace siglos hechos abominables y por qué después, en una tierra azotada por muy variadas calamidades, vinieron al mundo personajes de resonancia internacional.

De ellos sólo voy a mencionar a tres que nacieron en la pequeña ciudad de Pointe-á-Pitre: El poeta y diplomático de raza blanca Saint-John Perse, descendiente de colonos cañeros y cafetaleros, Premio Nobel de Literatura en el 1960; la novelista y catedrática de ascendencia negra Maryse Condé, surgida, como ella misma escribió, en el seno de “una familia de negros burgueses”, ganadora del Premio Nobel Alternativo de Literatura en el 2018; así como el poeta y reivindicador de su etnia Guy Tirolien, quien en su poema titulado Plegaria de un pequeño niño negro (Prière d’un petit enfant négre) dejó plasmado el drama entre los blancos y urbanos colonizadores franceses y la durísima infra vida de los esclavos negros obligados a trabajar en durísimas labores agrícolas. En sus versos hasta menciona “…el misterio del bosque donde se asoman los espíritus que el alba espanta…”

Es pertinente señalar que lo ocurrido en Guadalupe contra los esclavos negros sirvió de mucho para reforzar los criterios jurídicos y sociológicos que inspiraron a la que luego fue ministra de Justicia de Francia, la economista y política caribeña Christiane Taubira, nacida en Cayena, Guayana Francesa, para impulsar una disposición legal fundamental y de alcance universal, llamada Ley Taubira, en honor a ella, promulgada en París el 10 de mayo del año 2001, mediante la cual fueron declaradas como un crimen de lesa humanidad la trata de esclavos y la esclavitud en sí misma.

(Extracto de un libro que publiqué en el 2014).