Por: Antonio Florián
La realización del Segundo Congreso del Pueblo, Primer Congreso Ordinario «Franklin Almeyda Rancier», forma parte de la estrategia general destinada a consolidar nuestra organización política, con el objetivo de obtener el derecho a liderar los esfuerzos del pueblo dominicano en su búsqueda de progreso, prosperidad y bienestar colectivo.
La consolidación de la Fuerza del Pueblo como una sólida organización política, vinculada a los intereses de las grandes mayorías nacionales, pasa necesariamente por la definición del tipo de partido, así como por el carácter y la naturaleza de la organización que deseamos construir. En la actualidad, existen poderosas corrientes de pensamiento que intentan socavar el sistema de partidos como base fundamental de la democracia. A través de procesos mediáticos, buscan alejar a la ciudadanía de la política, aislar a los partidos y presentarlos como la raíz de los males que aquejan a la República.
El sistema de partidos es esencial para la existencia de un régimen democrático, ya que permite la convergencia armónica de los diversos sectores de la sociedad. Los partidos actúan como intermediarios entre el Estado y la ciudadanía, garantizando la existencia del Estado de Derecho, donde los distintos intereses están debidamente representados.
En el contexto actual, y como parte de la ideología neoliberal, se lleva a cabo una ofensiva brutal para desacreditar y debilitar a las organizaciones políticas, con el fin de que sean sustituidas por representantes de la denominada “sociedad civil” o por figuras populistas que, con un discurso aparentemente inclusivo, se comprometen a defender los intereses de los grupos corporativos que buscan apoderarse del Estado para reproducir, expandir y maximizar su rentabilidad.
La consolidación de la Fuerza del Pueblo, a través de la realización de su Congreso Ordinario, es una respuesta política a estos intentos por destruir el sistema de partidos.
La narrativa neoliberal convierte la política en una mercancía, basando sus actuaciones en el uso del dinero. No entienden que, al hacerlo, están socavando los cimientos del sistema democrático. Por ello, debemos rechazar las ideas malsanas que se oponen a la discusión y a la construcción de un proyecto político progresista, cuyo objetivo no sea solo acceder al poder, sino también gobernar en beneficio de las grandes mayorías, impulsar las transformaciones necesarias en la sociedad y hacer realidad los sueños de los Padres Fundadores de la República, los anhelos del Profesor Juan Bosch y la visión del Presidente Leonel Fernández.
Avanzar en el desarrollo de los trabajos para completar las tareas del Segundo Congreso del Pueblo es una clara manifestación de la comprensión de las debilidades y amenazas del sistema político del país. Es una evidencia del entendimiento del momento histórico que vivimos.
La Fuerza del Pueblo es un partido transformador, comprometido con los intereses de las grandes mayorías nacionales. Por lo tanto, es nuestro deber avanzar hacia la consolidación de la principal fuerza política, con vínculos reales y profundos con los diversos sectores que conforman la sociedad dominicana. Debemos seguir adelante con firmeza en la realización de nuestro Segundo Congreso del Pueblo, con el fin de establecer las bases políticas, ideológicas y organizativas que aseguren la cohesión y unidad interna del partido, garantizando así el éxito en las próximas batallas electorales.
Es fundamental comprender el papel del Congreso «Franklin Almeyda Rancier» como instrumento de movilización política para fortalecer la vitalidad interna del partido. Este congreso tiene la capacidad de consolidar nuestro rol opositor, comprendiendo que, mientras avanzamos en la construcción de una organización política del pueblo dominicano, también debemos denunciar la incapacidad del gobierno de Luis Abinader para llevar a cabo una gestión efectiva en favor de la nación, orientando al pueblo en su lucha por salir de la situación en la que el gobierno lo ha colocado.
Es necesario, entonces, entender que no puede haber una oposición real y victoriosa si no contamos con una organización política fuerte.