Angel Artiles Díaz
6/06/2025
En la era digital asistimos al circo a presenciar un fenómeno que a pesar de lo perturbador que es, pasa desapercibido por debajo de las narices la sociedad espectadora: ‘el reinado de la estupidez’. Los medios de comunicación que antes eran las trincheras de la información y los guardianes del conocimiento, se han transformado en plataformas mediáticas provistas de tecnologías tan avanzadas, que tienen la capacidad técnica de almacenar todo lo que antes era necesario investigar y lo pone a la distancia de un clic y han transmutado los más media, en redondeles taurinos, en donde la ignorancia desahoga su marcada superficialidad, en medio de gritos, pisoteando los vestigios mas elementales de la prudencia.
El contenido, en tanto que sustancia vital de los medios de comunicación, lo han echado a la cuneta y al defecadero, en medio de burlas. El conocimiento científico, producido durante siglos por la inteligencia humana, ha sido encapsulado en formatos de memoria RAM y por medios estrictamente técnicos, lo ponen a disposición de las masas en las plataforma digitales ahora denominadas ‘inteligencia artificial’, y le dicen al burgo que habita en la aldea global, que ya no es necesario pensar, ni discernir, ni investigar, ni perder el tiempo fomentando el pensamiento crítico, ¿para qué, si todo ya está pensado?
No es que ha caído la calidad del contenido es que ya no se produce contenido para alimentar los medios de comunicación. Esta generación de autómatas dembowceros, no necesita la verdad para justificar la inutilidad de su existencia, se desgastan en la gloria hueca de ser vistos y navegan en la prisa de llamar la atención a cualquier precio, sin respetar ninguna norma prudencial de comportamiento, se abrazan del sensacionalismo, porque saben que hay masas hambrientas de lo estrafalario, de todo lo que tienda a embarrar la decencia y se convierta en tendencia, en contenido viral, inundando las pantallas digitales, mientras que, lo que una fue periodismo de investigación sucumbe sin que haya posibilidad a la vista de un socorro.
En medio de esta realidad, la ignorancia es tolerada y aplaudida. Las redes sociales son amplificadoras del peor ejercicio de estulticia, se premia cualquier idea, mientras peor, más eco. No importa que la teoría planteada sea errónea o conspirativa, igual se propagan en fracciones de segundo y nadie se alarma mientras asistimos a la celebración del caos.
La memorización que en una época no muy lejana fue considerada como prerrequisito para el razonamiento y construcción esencial del intelecto, ya no importa, no vale nada, la actual generación digital no la necesita, todo lo necesario del saber está en las plataformas de Inteligencia Artificial. Para qué llenar los anaqueles de la memoria con fechas y nombres si ya no es necesario exhibir intelectualidad. Es normal exponer cualquier tema, desarrollado por un software, que por medio de un diminuto dispositivo colocado en una oreja va dictando y permite recitar el contenido frente a auditorios que no les importan ni el origen ni el contenido de lo que dice el expositor.
La dependencia inevitable de la tecnología coloca el conocimiento en los rincones de lo innecesario, no es necesario recordar, si buscar una información depende de la habilidad de buscarla, en cualesquiera de los dispositivos disponibles.
La cotidianidad tecnológica desplaza el saber como herramienta útil. Nadar en la superficie del conocimiento es la norma porque no es necesario entender la vida ni individual, ni en sociedad. Las profundidades del pensamiento, en un mundo en el que la apariencia sustituye la esencia y la inmediatez a la prudencia, la verdad producto del análisis crítico es una molestia que aleja al que piensa de los que disfrutan de la vida muelle en el estadio de la ignorancia colectiva.
La verdad y el populacho no son compatibles. Ay de aquellos que desafíen la ola de ignorancia que arropa la masa ignara, que con su apabullante mayoría pone y quita gobernantes, en la médula de la estupidez no concibe el pensamiento crítico y se le considera una amenaza para la permanencia del imperio de la estupidez.
Lo más amargo de la reflexión sobre el predominio de la ignorancia colectiva es que se ha apoderado de los medios de comunicación, desafiando hasta con burlas, el valor del conocimiento. La sociedad actual tiene a su disposición toda la información acumulada durante siglo por la intelectualidad humana, pero no sabe ni siquiera lo que es una inferencia.