Por Rafael Méndez
En una sociedad democrática, el periodismo tiene la responsabilidad de ser la voz crítica que representa los intereses ciudadanos frente a los poderes establecidos. Sin embargo, en República Dominicana, este principio se enfrenta a un complejo entramado de relaciones de poder que, en muchos casos, termina pesando más que la responsabilidad social de los medios.
La dependencia económica, las conexiones personales y el clientelismo mediático son algunas de las fuerzas que erosionan la capacidad de los periodistas, comentaristas y los medios para fiscalizar con independencia y cuestionar las acciones de las figuras públicas, desde políticos hasta empresarios influyentes, y como ha de sobre entenderse, todos los estamentos del poder.
Este panorama ha dado lugar a un sistema donde las críticas suelen diluirse en declaraciones ambiguas o gestos de deferencia, como la célebre frase «ese es mi amigo personal,» que cierra con frecuencia comentarios sobre acciones cuestionables de figuras de alto perfil. Esta dinámica no solo limita la profundidad del análisis crítico, sino que también evidencia cómo el ejercicio periodístico se encuentra condicionado por factores externos, poniendo en riesgo la credibilidad de los medios y su papel como guardianes de la verdad y la transparencia.
El problema, sin embargo, no se limita a un grupo específico dentro de la mediática dominicana. Las relaciones de poder afectan a toda la estructura del sistema informativo, desde los grandes conglomerados mediáticos que dependen del jugoso presupuesto publicitario gubernamental, hasta los productores de pequeños programas interactivos y medios digitales, que muchas veces, operan como extensiones de sus propias redes de influencia. En ambos casos, la capacidad de actuar como contrapeso se ve comprometida por intereses particulares que priorizan el beneficio económico sobre el deber social.
La dependencia del presupuesto gubernamental: un nudo estructural
El gobierno dominicano, con un presupuesto anual de publicidad que ronda los 10 mil millones de pesos, ha logrado posicionarse como el principal anunciante en los medios. Esta inversión masiva, que debería estar destinada a informar a la ciudadanía, ha sido objeto de duras críticas por su uso estratégico para condicionar líneas editoriales y garantizar lealtades mediáticas. Tanto las grandes cadenas de comunicación como los programas más pequeños han quedado atrapados en una red de dependencia económica que erosiona la independencia periodística y reduce la diversidad informativa.
Este esquema no solo fomenta el clientelismo mediático, sino que también promueve una autocensura velada. Los medios, conscientes de la importancia de este financiamiento, prefieren suavizar sus críticas o ignorar ciertos temas para no arriesgarse a perder el apoyo económico gubernamental. El resultado es un sistema donde la responsabilidad social queda relegada, y el periodismo crítico se convierte en una excepción.
Espacios interactivos y el espejo de la gran mediática
Si bien los programas interactivos de radio y televisión son, en teoría, espacios más independientes, también han replicado estas dinámicas de poder. Los productores, que muchas veces operan sus propios espacios como «receptores paralelos,» aprovechan su influencia pública para captar beneficios económicos que no podrían gestionar directamente como empleados de medios tradicionales. Aunque no todos los casos implican prácticas antiéticas, esta dualidad alimenta la percepción de que el periodismo dominicano está más enfocado en intereses particulares que en el servicio a la ciudadanía.
Estas prácticas, sumadas al uso de frases como «ese es mi amigo personal» para atenuar críticas, reflejan un sistema mediático que prioriza las relaciones personales sobre la objetividad. Esto no solo afecta la credibilidad de los comentaristas y productores, sino que también refuerza la idea de que el periodismo en República Dominicana opera más como una red de favores que como un espacio para la verdad y el análisis profundo.
Una responsabilidad compartida
El desafío no recae exclusivamente en los programas interactivos o en los grandes medios. Es un problema estructural que afecta a todos los niveles de la mediática. Desde los dueños de conglomerados hasta los “periodistas independientes”, todos enfrentan el reto de equilibrar las relaciones de poder con el deber de actuar como representantes de los intereses sociales. En este contexto, la autorregulación ética y la creación de mecanismos de financiamiento independiente se presentan como pasos necesarios para recuperar la esencia crítica del periodismo.
El periodismo dominicano necesita urgentemente redirigir su rumbo. Es imperativo que las relaciones de poder no pesen más que la responsabilidad social y que los medios recuperen su función de fiscalizar y representar a la ciudadanía. Esta transformación requiere no solo voluntad individual, sino también un esfuerzo colectivo para redefinir el papel de los medios en una sociedad democrática. Solo así podrá el periodismo cumplir con su misión fundamental: ser la voz que expone la verdad, cuestiona el poder y trabaja en beneficio del bien común.