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PEDRO HENRÍQUEZ UREÑA Y ESPAÑA (2)

Teófilo Lappot Robles

POR TEÓFILO LAPPOT ROBLES

Además de las pruebas del vínculo que tuvo Pedro Henríquez Ureña con las letras y la cultura de España, mencionadas en la entrega anterior de esta corta serie, hay muchas otras.

Más de diez años antes de irse a estudiar a España sostuvo intercambio de ideas con algunas de las más brillantes mentes de la cultura de ese país de la península ibérica, tal y como se demuestra en su extenso epistolario. Dicho eso aunque él era más afín a la cátedra que a cualquier otra vía para  derramar sus enseñanzas.

EXTERNA; Marcelino Menéndez Pelayo

Entre las eminencias culturales españolas con quien se comunicaba a través de cartas estaba el egregio escritor santanderino Marcelino Menéndez Pelayo, a quien Pedro Henríquez Ureña le confesó varias veces su admiración sin tacha, que se resume en el párrafo siguiente:

“Desde mi adolescencia, el nombre y las obras de usted han sido para mí objeto de recordación diaria y trato constante: esta devoción existe desde que leí, a raíz de la muerte de mi madre, la poetisa dominicana Salomé Ureña de Henríquez, el juicio que usted formuló sobre ella en el prólogo a la Antología de poetas hispano-americanos…a ningún crítico, en nuestra lengua o en cualquier otra, he leído tanto como a usted”. (Carta de PHU a Menéndez Pelayo. México, 28-abril-1909).

En esa misma misiva se le identifica así: “Comprenderá usted que, aunque vivo en México, soy dominicano. El malestar crónico de mi país me obligó a buscar aires más puros en éste, aunque desde lejos sigo trabajando por el mío…”

Casi dos años después, el 15 de febrero de 1911, al resaltar los méritos de Menéndez  Pelayo como exégeta de la literatura, le hace saber que “…se ama y se admira su labor, y que por ella, más que por otra ninguna, se ha vuelto a comprender la significación de la literatura española”.(Biblioteca virtual Miguel de Cervantes.Vol.21-carta No.451).

En uno de sus muchos estudios volcados sobre la colosal obra de ese filólogo e historiador de las ideas, nacido entre las montañas y el mar de Cantabria,  llegó a la conclusión de que en su producción intelectual hubo dos etapas con marcadas diferencias. Todo indica que Pedro Henríquez Ureña prefirió al Menéndez Pelayo de la segunda parte.

Señalo lo anterior porque sostuvo que: “En el segundo período, el de la Historia de las ideas estéticas…aparece el verdadero crítico, el guía más seguro para las letras españolas…Como los méritos literarios no se prueban por razonamiento, sólo cabe proponer ejemplos de su alto sentido crítico: en las Ideas estéticas…Menéndez Pelayo no se propuso renovar, pero de hecho renovó….” (La Verdadera labor de Menéndez y Pelayo. Ensayo, 1914, Cuba. PHU).

Valga la digresión para decir que los vínculos de Menéndez Pelayo con la República Dominicana fueron variados: formuló comentarios acerca de la crisis del siglo XVI en La Española (con la perniciosa presencia de piratas, corsarios y bucaneros ingleses, franceses, holandeses, etc.); pero especialmente hizo juicios de gran calado sobre el pequeño universo de la literatura en esta tierra del archipiélago del Caribe.

La República Dominicana fue uno de los países de Hispanoamérica a cuyo acervo cultural le dedicó muchas horas de estudio, lo que le permitió divulgar en el 1911, en el tomo I de su obra titulada Historia de la Poesía Hispano-Americana, que “para encontrar verdadera poesía en Santo Domingo, hay que llegar a D. José Joaquín Pérez, el autor de El junco verde… y a la egregia poetisa Dña. Salomé Ureña de Henríquez, que sostiene con firmeza en sus brazos femeniles la lira de Quintana y de Gallego”.

Es necesario decir que no todo fue aplauso de Pedro Henríquez Ureña hacia el referido erudito español. Luego de ahondar en el análisis de los escritos de ese maestro cántabro, concernidos a Latinoamérica, el humanista dominicano publicó en el 1928 una afamada obra, con la ponderación del poeta y escritor argentino Jorge Luis Borges Acevedo y el filósofo, periodista y ensayista peruano José Carlos Mariátegui La Chira,  en la cual puntualizó que Menéndez Pelayo:

“No sabía discernir dónde residía el carácter americano como no fuera en la pincelada exterior y pintoresca…, tuvo la manía de sorprender reminiscencias de Horacio en todas partes”. (Seis ensayos en busca de nuestra expresión. Argentina, 1928. PHU).

En su ensayo titulado “La complejidad de los hechos lingüísticos” Pedro Henríquez Ureña señaló, como una obviedad, que la “lengua común” de España es el castellano, pero que persisten en ese país otras lenguas y dialectos que han resistido el paso de los siglos.

Así lo escribió: “…el vasco persiste en cuatro provincias: Vizcaya, Guipúzcoa, Álava, Navarra; en otras cuatro-Coruña, Pontevedra, Lugo y Orense-persiste el gallego, variedad arcaizante del portugués…el catalán, que se habla tanto como el castellano en Barcelona…y más que su rival en pueblos y campos de Gerona, Barcelona, Tarragona y Lérida y en las Islas Baleares…Y no es eso todo…en León y Asturias, Santander, Palencia, Valladolid, Zamora y Salamanca subsisten en los campos formas del lenguaje, muy cercanas a las del castellano, pero distintas…En Los Pirineos de Aragón hay todavía restos del antiguo dialecto aragonés…”(Obras Completas. Tomo IV.Pp110 y 111. Editora Universal, 2003.PHU).

En el marco de su vinculación con España Pedro Henríquez Ureña defendió a capa y espada (en el significado que a esa frase le dio Cervantes en El Quijote) la importancia de ese instrumento cultural que es la famosa Revista de Filología Española,  fundada en el 1914 por el historiador, medievalista y filólogo gallego Ramón Menéndez Pidal, la que aún está activa (2024).

Lo hizo ante un ataque carente de fundamento que alguien lanzó diciendo que la misma buscaba “desconceptuar a los escritores americanos y…cerrarles el paso a las obras que ellos producían…”

Él ripostó lo anterior (seguro como estaba de que la filología estudia los fenómenos del lenguaje) señalando que: “…lejos de cerrar la puerta a los escritores de América, cuenta a uno de ellos entre sus redactores de número, el mexicano Alfonso Reyes, y a otros tres, por lo menos, en la breve lista de sus colaboradores…Sé, pues, que a la Revista de Filología Española le interesan todas las variaciones del castellano en América.( Carta a su amigo Joaquín García Monge, en Costa Rica. 15-enero.1921, Minnesota. EE.UU.PHU).  

En un ensayo de enfoque generalista, en parte coincidiendo con opiniones de la reconocida académica argentina Emilia de Zuleta Álvarez, un historiador y académico madrileño, muy vinculado con la República Dominicana, resumió su parecer sobre las relaciones que Pedro Henríquez Ureña tuvo con el mundo de la erudición de España:

“…fue un auténtico historiador de la cultura…Así pues, dentro de la visión abarcadora de Henríquez no podría comprenderse América sin España, ni esta sin aquella…” (Labor de PHU en la articulación del ámbito cultural hispanoamericano (1904-1924). Luis Alfonso Escolano Giménez. Publicado en Tzintzun. Revista de Estudios Históricos. Michoacán, México. Edición enero-junio 2022.).

teofilo lappot