Cultura, De Hombres, Mujeres y Cosas, Efemerides

 PEDRO HENRÍQUEZ UREÑA Y ESPAÑA (1)

POR TEÓFILO LAPPOT ROBLES

Más de una vez Pedro Henríquez Ureña dijo que no le gustaba el carácter de los españoles y que no le entusiasmaba vivir en España. Sin embargo, estuvo varias veces en ese país de la península ibérica, a partir del verano tórrido del 1917.

Su estancia más prolongada allí fue de un año (1919-1920), tiempo en el que se dedicó al estudio y la divulgación cultural. Profundizó sus conocimientos literarios en el Centro de Estudios Históricos, fundado el 18 de marzo de 1910, en la ciudad Madrid, bajo la orientación del gran historiador y filólogo gallego Ramón Menéndez Pidal, que fue apoyado en esa tarea por Álvaro de Figueroa Torres y José Canalejas, este último asesinado dos años después, mientras ejercía como presidente del Consejo de Ministros.

ARCHIVO: Pedro Henríquez Ureña y Max Henríquez Ureña.

El dominicano de mayor cultura llegó a ese templo del saber por invitación de varios intelectuales, especialmente por el mexicano Alfonso Reyes, que había fijado su residencia en la capital española y conocía muy bien a Pedro Henríquez Ureña, del cual había sido alumno en su país.

Para citar un ejemplo actual de los resultados positivos de su participación en el mundo de las letras en España es válido decir que en la varias veces centenaria Universidad de Salamanca (fundada en el 1218 por el rey Alfonso IX) existe desde el año 2012 la Cátedra Pedro Henríquez Ureña.

ARCHIVO: Ramón Menéndez Pidal

En esa cátedra en su honor se estudia de manera sistematizada lo mucho que hizo por el acervo del idioma español. También se promueve y potencia el análisis literario de diversos autores dominicanos, lo que ha servido de alguna manera para alentar el canon literario de este pequeño país colocado en el archipiélago antillano.

Fueron muchos los escritores españoles, de diversos géneros literarios, que Pedro Henríquez Ureña analizó con gran detalle. En su ensayó titulado En torno a Azorín, publicado en La Habana, Cuba, en 1914, escribió, entre otras cosas, lo que sigue:

“Era de esperarse que Azorín diera a uno de sus libros el título que lleva el último: Los valores literarios. El título sintetiza las tendencias de su labor crítica. Su esfuerzo aspira a la formación o a la renovación de las tablas de valores en la literatura española…”

En ese mismo ensayo puntualizó que: “La crítica de Azorín, atada a la volandera forma de artículos periodísticos, ejerce influjo rápido, momentáneo, sobre el público que lee la prensa de Madrid…”

A lo anterior añadió que su producción tenía “un espíritu”, pero carecía de organización, lo que provocaba que no llegara al efecto necesario: “…se diluye y aminora”.

Señaló, además, que Azorín tenía “hostilidad contra la erudición” y que esa postura del ensayista y crítico literario valenciano (cuyo verdadero nombre era José Martínez Ruiz) lo impulsó a tener lo que él definió como una “hostilidad, inmerecida, contra don Marcelino Menéndez Pelayo. Al romper con el mundo académico, a que oficialmente pertenece don Marcelino, Azorín niega al maestro…”

Atribuyó esa ríspida postura a que él vivía “urgido por necesidades de polémica y de oposición”. (Estudios Literarios. Obras Completas de PHU. Volumen II. Pp. 201 y 202. Editora Universal, R.D., 2003).

Seis años después de las referidas anotaciones que hizo en Cuba, en el 1914, y ya residiendo temporalmente en Madrid (en el 1920), Pedro Henríquez Ureña reconoció que “a la apreciación de valores espirituales ha dedicado Azorín sus mejores esfuerzos críticos…”

Tal vez el ilustre humanista dominicano llegó a la conclusión precedente al penetrar más en la realización que como ensayista, novelista y crítico literario realizó Azorín, y, además, porque era un principio fijo en sus afanes intelectuales que “el análisis de la lengua es el comienzo inevitable, aunque a menudo parezca enojoso”. (La prosa castellana. Madrid, 1920. PHU).

Aparte de lo que había escrito sobre Azorín no resulta abundante decir que en su año fijo en España estudió de manera exhaustiva la obra de los principales dramaturgos de ese reino. Eso le permitió escribir que “…el teatro español de la gran época (1580 a 1680) había definido ya sus formas, después de cien años de ensayos…”

Causó sensación la exégesis que hizo de la dramaturgia del maestro del teatro español del Renacimiento Juan de Encina, especialmente sus juicios sobre la que se considera la obra cumbre del también poeta y músico: sus églogas tituladas Cristino y Febea, Zambardo y Cardonio y Plácida y Vitoriano, formadas por más de dos mil quinientos versos.

Pedro Henríquez Ureña analizó con su sapiencia literaria la controversial obra teatral La Celestina, de Fernando de Rojas, un autor que en una mezcla bien hecha de comedia y tragedia llevó a sus personajes de ficción (Calisto, Melibea, Celestina) por trágicas rutas.

Había escrito, dentro del estudio que hizo de la obra de otro autor, que “antes de Lope, el teatro español vaciló entre la prosa y el verso”. Considero que lo medular de su opinión sobre esa rutilante figura cultural española está en su ensayo “Tradición e innovación en Lope de Vega”, publicado por primera vez en el 1935. Abordó en esa investigación la obra teatral de ese ilustre madrileño, a quien Cervantes definió como “el fénix de los ingenios”.

Pedro Henríquez Ureña resaltó en primer lugar que: “Toda España está en Lope; toda la España de la plenitud, toda la España de los siglos de germinación y de lucha, la España, épica y la España novelesca”.

A ese cristiano ingenuo y devoto fiel que fue Lope de Vega Carpio el gran pensador dominicano lo calificó como el “principal animador y organizador de la comedia” y lo consideró como el autor que logró unir en el teatro español la “tradición e innovación”. 

Lo anterior no significa que fuera complaciente c on él al tocar aspectos particulares de su obra. Por eso le criticó que en su creación como poeta y dramaturgo del Siglo de Oro español: “No hay interrogaciones, no hay dudas… es insensible al cambio de los tiempos…Ni Job ni Prometeo hallan lugar en el mundo de Lope”. (Plenitud de España. Editorial Losada, Argentina, 1940.PHU).

Es mucho lo que hay que decir de la vinculación de Pedro Henríquez Ureña con España y su gente. En la próxima entrega de esta corta serie señalaré otros aspectos de la valoración que él hizo de la literatura, y en sentido general del mundo cultural español.

teofilo lappot teofilolappot@gmail.com