ARCHIVO: El humanista Alfonso Reyes
Por Teófilo Lappot Robles
Sobresalientes intelectuales mexicanos (entre ellos el humanista Alfonso Reyes) definieron al entonces veinteañero Pedro Henríquez Ureña como “nuestro Sócrates”, haciendo así referencia a su saber con el caudal de sabiduría del filósofo de la Antigua Grecia que deslumbró al mundo en el pasado remoto, y que fue maestro de sabios del calibre de Platón Jenofonte, Antístenes y Aristipo.
ARCHIVO: El humanista Pedro Henríquez Ureña
Fue en México que Pedro Henríquez Ureña reflexionó en profundidad sobre la característica serena de lo clásico, en su definición de plenitud cultural, y la condición inquieta de lo romántico, visto en el significado de sublimidad, con prevalencia de los sentimientos ante la razón, como sustentaron sus opiniones sus creadores a finales del siglo XVIII y principios de la siguiente centuria. Así se comprueba en su obra Horas de estudio, publicada en el 1910, cuando ya tenía cuatro años viviendo en ese gran país de Norteamérica.
Entre Pedro Henríquez Ureña y el ya mencionado intelectual Alfonso Reyes se produjo un gran intercambio epistolar. En el 1911 el dominicano le escribió al mexicano dándole su valoración sobre las mujeres dominicanas, cubanas y mexicanas, lo cual nadie ha refutado. ( PHU y AR. Epistolario Íntimo. Tomo I; 1981. UNPHU. Recopilado por Juan Jacobo de Lara).
No todo fueron flores para Pedro Henríquez Ureña en los años que vivió en México. Aparecieron algunos contradictores que se valieron de notas apócrifas o que hablaban por boca de ganso, que se inventaron un circuito de falsedades en su contra, pretendiendo mellar la muralla de sabiduría y verdad que emanaba de la personalidad de ese dominicano excepcional.
Varios de los que en México lo fastidiaron (utilizando en su contra un esperpéntico argumentario) bien pudieron ser pasajeros de Caronte, aquel sombrío personaje de la mitología griega que navegaba en misiones especiales por el río Aqueronte o la laguna Estigia; y que también forma parte de la escatología dantesca que aparece en la obra clásica La Divina Comedia, del genial toscano Dante Alighieri.
La memoria de esos (“perros mordedores” los llamó) reposa en el foso del olvido colectivo de los mexicanos, que en su conjunto siempre han reconocido el gran aporte que hizo a su sociedad Pedro Henríquez Ureña.
Un gran educador dominicano, hijo de venezolanos que se exiliaron en el país, calificó al Pedro Henríquez Ureña que dejó una huella de esplendor en México, y muchos otros lugares del mundo, como un hombre de “preclaro talento…luminosa inteligencia…sabiduría honda…una personalidad en el mundo de las letras hispanas”. (Antología. Carlos Larrazábal Blanco. Editora Corripio, 2005. Pp543, 544).
De México salió hacia los EE.UU. donde alzó su voz por las maniobras que en contra de su amada República Dominicana estaba cometiendo ese poderoso imperio, cuando todavía no había invadido militarmente (1916-1924) nuestro país. Luego se convirtió en el más joven y eminente catedrático de literatura en la universidad de Minnesota.
Desarrollando sus labores culturales en México Pedro Henríquez Ureña le escribió en el 1909 una carta con comentarios laudatorios a Federico García Godoy sobre su novela histórica titulada Rufinito, la cual condensa con elegancia literaria y pilares de verdad temas trascendentales que abarcan desde la Independencia Nacional (1844) hasta las luchas restauradoras (1863-1865) y la controversial muerte de Pedro Santana (1844). Fue él que proyectó dicha obra en ese país y en el resto de América.
El 15 de marzo de 1912, desde Ciudad de México, volvió a escribirle al referido autor dominicano de origen cubano para ponderar desde allá su libro titulado Alma Dominicana, que es en sí una radiografía de nuestro país, especialmente de la vida turbia en los bateyes de caña de azúcar.
Lo que el historiador dominicano Vetilio Alfau Durán definió como “el proceso histórico de nuestra independencia moral” fue abordado por Pedro Henríquez Ureña durante sus largas y fructíferas jornadas de reflexiones sobre diversos aspectos del pasado dominicano. Parte de esas meditaciones están incluidas en su famosa obra arriba citada Horas de Estudio, publicada en el 1910.
En 1908 divulgó en los principales centros culturales de la capital mexicana su ensayo La Catedral de Santo Domingo. Expone en ese escrito juicios precisos sobre la obra arquitectónica y artística de los señores Rodrigo de Liendo, Luis de Moya y Alonso González. Comienza evocando al crítico de arte inglés John Ruskin, el célebre autor del ensayoLas siete lámparas de la arquitectura.
Fue desde México que hizo el siguiente señalamiento sobre la Catedral Primada de América: “¡Amad la Catedral sin torre! ¡Sabed amar la Catedral de Santo Domingo! Grave, si no austera; solemne, si no majestuosa, permanecerá muda…”
En una histórica carta fechada el 15 de mayo de 1907, en México, dirigida al intelectual dominicano Enrique Apolinar Henríquez, Pedro Henríquez Ureña al tiempo de que desgranaba opiniones sobre el poeta Gastón F. Deligne le señalaba lo que hacía en la prensa mexicana para dar a conocer la literatura dominicana. Además, le explicaba la agenda cultural que había en curso en el país que entonces lo acogía. (Obra Dominicana. PHU.SDB. Editorial CENAPEC, 1988.Pp 529, 530 y 531).
El 1 de julio de 1907 Pedro Henríquez Ureña envió al país una invitación a un culto dominicano pariente suyo para que hiciera “un paseo por este encumbrado valle sobre el cual dominan, con sus nevados picos, los “volcanes líricos”, el Popocatépetl y el Ixtacíhuatl. Conocerías el grupo juvenil de intelectuales y artistas más brillante de la América española”.
El ya nonagenario intelectual Jorge Tena Reyes (tal vez el escritor que más ha profundizado en el país sobre la obra de Pedro Henríquez Ureña) publicó una obra sustanciosa en la cual hace un amplio recuento del quehacer cultural de ese dominicano universal en México, aquí y en otros países.
El historiador y catedrático Tena Reyes, nativo de la comunidad Juan Barón, en Sabana Grande de Palenque, provincia San Cristóbal, analiza, entre otros temas, la actividad educativa y didáctica de Pedro Henríquez Ureña antes, durante y después de la revolución que en la primera década del siglo pasado transformó la vida política, social, económica y cultural de México. (Pedro Henríquez Ureña. Esbozo de su vida y de su obra. Editado por la UNPHU en el 2016. Jorge Tena Reyes).
Por Teófilo Lappot Robles teofilolappot@gmail.com