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Por Manuel Hernández Villeta
Santo Domingo, R. D., 22 de noviembre, 2024.- Los precios de los alimentos de primera necesidad tienen que ser rebajados, o por lo menos congelados. No puede haber una Navidad y Año Nuevo felices con el valor actual de estos productos.
Lo aumentos de los alimentos han sido sostenidos durante todo el año, y flotan en forma desmedida al entrar la etapa navideña. Hay un rejuego de mayor venta, mayores precios, total especulación.
Alguien llamó una vez a los supermercados la casa del terror, lo cual si bien es cierto, no pasa de ser un chiste de mal gusto, porque no se le dio seguimiento a esas denuncias.
Parece que ningún gobierno quiere entrar en choque con los intermediarios que son los responsables de este galopante agiotismo y especulación.
Los colmaderos dan la cara vendiendo a sobre precio, pero ya el producto viene alterado desde los almacenistas y los intermediarios, es un gruesa cadena que hay que romper en beneficio de los consumidores.
Los principales supermercados también están vendiendo a sobre precio, y en ocasiones sus especiales no alcanzan a los productos de primera necesidad. En una actividad de control de los precios también se les debe tomar en cuenta.
Si en diciembre hay grandes ventas, las mismas deben de estar controladas por el Estado. Se vive en la República Dominicana el libre comercio, la flotación de los precios de acuerdo a la demanda, y ello no es posible.
Los reajustes de precios y que el mercado fije los valores es una barbaridad, un abuso, lo que deja sin la debida protección a los consumidores de menores ingresos. Afecta a todos, pero la clase alta se puede dar el lujo de adquirir en medio de la especulación y el agiotismo.
Asimismo los servicios tienen que ser controlados, comenzando con el transporte público de pasajeros, ya los choferes aumentaron los precios y acortaron las rutas.
No puede haber un plan de control vial si no se controlan los precios de los pasajes. Nadie tiene control de lo que se cobra en una ruta y el recorrido de la misma. Para ir a su trabajo hay asalariados de bajo nivel que deben pagar hasta seis carros-concho para llegar a sus oficinas.
Los taxis son peores, cobran lo que les da la gana por carreras cortas y largas. No puede ser el chofer que establezca la tarifa y mucho menos la compañía que los agrupa. Hay que estabilizar los precios de ese servicio.
Con los precios se vive en una anarquía total, y es necesario que desde ya se establezcan controles. El más perjudicado es el consumidor, que en la mayoría de los casos acepta el golpe y calla. Las autoridades tienen que actuar.