Por Luis Encarnación Pimentel
Conocedor de la idiosincrasia dominicana y con idea clara de muchos vericuetos con los que generalmente deben lidiar los gobernantes, el doctor Balaguer no actuaba con paños tibios o contemplaciones ante una situación o manejo de algún funcionario que pudiera afectar la imagen del gobierno o su autoridad como presidente. Más que cuidadoso, era celoso frente a posibles errores o pifias en el desempeño público que constituyeran escándalos o dieran de qué hablar. Así las cosas, el líder reformista, sin que se le considerara infalible, no se equivocaba ni cargaba con culpas ajenas, pues el del error y el responsable siempre era otro, el funcionario, que – afectos o cariños un lado – recibía las consecuencias de su accionar, que generalmente era un decreto destituyéndolo.
Y es que, en eso de preservarse y cuidar su imagen desde el ejercicio del poder, que siempre es complejo, el gobernante tenía los juegos pesados. Se me ocurre que contrario al manejo desde la jefatura del Estado del expresidente Fernández , permisivo con algunos miembros del equipo hasta hacerse daño político, y del incumbente Luis Abinader, indulgente también, pero , además, erigido en enmendador de planas, sin medir que ,a fin de cuenta, quien más daño recibe es la figura presidencial , porque al no sacrificar amigos ni tener funcionarios que hagan de “para rayos” se le pegan todos los “faos” de servidores faltos de experiencia , de fino tacto y de algo fundamental para el éxito de un gobierno: el “olfato político”. De inicio de gestión, el presidente escogió el camino de ser el primer y mejor relacionista de su gobierno e incluso el promotor del trabajo de varias agencias oficiales, cuyos titulares quizá precisaban de un “empujoncito”. Esto, a todo riesgo de la sobre exposición de su figura presidencial, lo primero que el librito llamaba a preservar.
En esta segunda vuelta – cuando no puede volver y temprano reafirmó que no lo intentaría (de reojo, comenzaría a tirarle la vista la natural soledad del poder) – el mandatario, sin necesidad y a un costo político muy alto, ha extremado al querer “ayudar” a algunos autores de despropósitos que, de plano, por lo menos debió desautorizar con un:” eso no va”, como hizo con el caso del cobro doble por la renovación de licencia de conducir a las personas con 65 años cumplidos. Lo que también debió hacer con la circular, violatoria y de mero corte recaudatorio, del Ministerio de Administración Pública, agregándole que no iría, por ser, además de lo demás, “un disparate”. Habría sido un plausible gesto, en vez de asumir un muerto ajeno e instruir al autor o “genio” de la misma a que mejor implemente una campaña de concientización ciudadana, para que la población en general, no solo el servidor público, pague los servicios y cumpla con los deberes y responsabilidades como ciudadano correcto.
Así, solo con educación y sin violación a derechos elementales, tendremos un mejor pais. En fin, un presidente – Luis ni nadie – no puede ser un “piensa solo” o decide todo (¿), por lo que debe tener – y escucharle – un equipo de “cerebros grises” o “gabinete de la sombra”, esto es, gente de probada experiencia y sobrados conocimientos en materia de alta política y de manejo del Estado y del poder, para evitar sobresaltos y traspiés desde allí. Y hablamos de “cerebros” , no de “asesores” (¿).
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