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CIERRE DEL INGENIO AZUCARERO AMISTAD

El administrador Eduardo Santini con sombrero acompañado de empleados de oficina del Ingenio Amistad.

Sebastián Del Pilar Sánchez

En fecha 20 de enero de 1966, alrededor de 250 empleados del ingenio Amistad ocuparon las instalaciones del Consejo Estatal del Azúcar (CEA), que entonces tenía el nombre de Corporación Azucarera Dominicana (CAD), en el Centro de los Héroes de la ciudad de Santo Domingo, iniciando en su interior una inusual huelga de hambre por su reapertura.

Esta empresa había sido cerrada el 19 de marzo de 1964 durante la gestión del Triunvirato, primer gobierno después de la muerte de Trujillo que se planteó el objetivo de privatizar los negocios que pertenecieron al dictador, para favorecer a los grupos de la oligarquía criolla que les servían de sostén.

El consejo de administración del CEA, encabezado por su director ejecutivo, José Antonio Jiménez, exageró las dificultades financieras de la instalación cañera que operaba en la sección de Pérez, municipio de Imbert, provincia de Puerto Plata y era la principal fuente de empleos  y sostenimiento económico de más de 25 mil personas.

El CEA emitió una resolución que aseguraba que era antieconómico, y ese dictamen incorrecto fue rebatido con energía por los representantes de los trabajadores, Dionisio Severino y Diógenes Artemio Cabrera, presidente y miembro de su directiva gremial, quienes propugnaban por la conversión de la empresa en una cooperativa obrera rentable, manejada con técnica empresarial. 

Basaban su apreciación en un análisis sobre el rendimiento del ingenio en una época reciente donde su producción anual fue de sesenta mil sacos de azúcar de 260 libras cada uno y se mantuvo operando sin lesionar los puestos de trabajo de 517 obreros que laboraban allí en cuatro turnos diarios de seis horas, durante el período de zafra.

Severino y Cabrera censuraron la resolución de clausura del ingenio porque estaba siendo ejecutada de modo indolente y cruel, debido al empecinamiento de la dirección ejecutiva del CEA en violentar los contratos de trabajo; pue se llegó hasta un extremo en que las prestaciones laborales sólo les fueron concedidas a 30 empleados de oficina, una medida discriminatoria e injusta que provocaba la justificada resistencia de la mayoría de los trabajadores renuentes a ser tirados a las calles.

Por eso, el 11 de noviembre de 1964, con la asesoría del líder provincial de la filial puertoplateña de la Confederación Autónoma de Sindicatos Cristianos (CASC), sindicalista Pedro Peralta hijo, se convocó a una gran reunión con los trabajadores, donde se les exhortó a permanecer unidos y “echar la pelea hasta el final en defensa de sus puestos de trabajo”.

En esta asamblea los oradores negaron que los obreros tuviesen culpas en las presuntas pérdidas económicas del central azucarero, ante decenas de mujeres y niños que se arremolinaron solidarios en torno al recinto, gritando hasta el cansancio: “¡Que no se cierre el ingenio porque moriremos de hambre!”.

Sin embargo, ese gran esfuerzo no bastaría para retrasar la aplicación de la desagradable disposición del CEA, cuyo objetivo final era consumar la orden del Triunvirato con la privatización de ese central azucarero. Era una decisión irreversible del poder político que no se frenaría pese a que en los medios de prensa se multiplicaba la voz de la ciudadanía exigiendo su revisión y postergación.

De ahí que el gobierno se mantuviera inmutable y soslayara el insistente reclamo público y el impacto de la grandiosa movilización de masas realizada en las inmediaciones de la empresa el martes 5 de enero de 1965, en protesta por el traslado de algunas de sus maquinarias hacia la región Este del país, para ser usadas en otras dependencias del CEA.

Pero dice un antiguo refrán que: “No hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista”, y esta sentencia popular cobraría vigencia la tarde del 24 de abril de 1965, al caer el régimen de facto a consecuencia del alzamiento iniciado por un grupo de jóvenes oficiales del ejército dominicano liderado por el capitán Mario Peña Taveras, con la participación de jóvenes imberteños como Arismendy Aguedito Ulloa, Miguel Dorrejo y Ubaldo Brito Domínguez, que se desplazaron hasta Santo Domingo para integrarse a los comandos constitucionalistas y defender con fervor patrio la independencia nacional. 

La acción bélica generó una pausa obligada de la demanda reivindicativa sindical, porque era prioridad en ese momento la resistencia popular inspirada en el pensamiento de Duarte y la lucha contra la invasión extranjera. Pero cuando retornó la paz, con la firma del “Acta de Reconciliación” y la instauración del gobierno provisional del doctor Héctor Rafael García-Godoy, se reanudó el activismo obrero, tomando un súbito brío la protesta de los trabajadores contra el cierre del ingenio Amistad. 

Ese movimiento fue impulsado por un desagradable espectáculo presenciado por los moradores del pueblo en los primeros días del nuevo gobierno. Era la deprimente visión del transporte continuo en camiones del CEA de las varas de caña cortadas en sus cañaverales, que -desde la sección de Pérez-, eran llevadas a moler hasta los ingenios azucareros situados en los municipios de Esperanza y Montellano.

Aquel panorama irritante motivó a los líderes del sindicato a tocar las puertas de los funcionarios progresistas designados por García-Godoy, con la esperanza de que fuesen receptivos a sus reclamos reivindicativos.

El CEA tenía como nuevo director ejecutivo al ingeniero Jean Santoni, experto azucarero, quien estaba acompañado de dos jóvenes profesionales con una sólida formación técnico-profesional y que tenían -por demás- la ventaja de conocer la problemática social del país por ser altos e influyentes dirigentes del partido blanco. Nos referimos al licenciado Jacobo Majluta Azar, gerente financiero y al doctor Manuel Emilio Ledesma Pérez, gerente de relaciones industriales, quienes junto al gerente de producción del emporio azucarero, José A. González, se interesaron en conocer y escudriñar a fondo la realidad del ingenio Amistad.

Estos acordaron con los voceros de los trabajadores, Dionisio Severino y Diógenes Artemio Cabrera, consultar al Instituto de Desarrollo y Crédito Cooperativo (IDECOOP) en torno a una carta que le enviara el sindicato obrero, redactada por el técnico electricista Vicente Martínez, requiriendo su opinión sobre la factibilidad de convertir el central azucarero en una cooperativa obrera que tuviese la capacidad de ejecutar en un período de 150 días de molienda el procesamiento de unas 60 mil toneladas largas de caña, para producir alrededor de seis mil toneladas cortas de azúcar.

En esa actividad se encontraban cuando el 20 de enero de 1966, unos 250 obreros procedentes del municipio de Imbert viajaron a la ciudad de Santo Domingo y  se introdujeron en las oficinas administrativas del CEA, en el Centro de los Héroe, para dar inicio  una huelga de hambre que duraría tres días, exigiendo la reapertura del ingenio. Estaban ahí, entre otros, los hermanos Máximo y Juan Ventura Cruz, los también hermanos Virgilio y Pedro Antonio Cruz Rosa; Antonio Cabrera, Mateo Sención, Ramón Rosa, Candelario Díaz, Abelardo Esquea, Saturnino Cruz, Cesáreo Medina, Bienvenido Morfe, Raúl Díaz, Bonifacio Sención, Alejandro A. Trejo y Jorge Martínez, Jesús María Roa, Antonio Medina, Bienvenido Durán, Rosendo García, Ramón Silverio, Felipe Morfe y José Martínez.

Estos obreros recibieron un efusivo respaldo de la poderosa central sindical FOUPSA-CESITRADO y de POASI, por medio de sus principales dirigentes Miguel Soto, Emilio Morel y Pedro Julio Evangelista, que se constituyeron en voceros de sus peticiones.

A través del ministro sin cartera, doctor Fidel Méndez Núñez, el gobierno del doctor García Godoy valoró sus demandas y un mes más tarde, exactamente el 22 de febrero de 1966, ordenó reabrir el ingenio que había permanecido paralizado durante quince meses. Su reapertura oficial se llevó a efecto durante un acto donde hubo muchas lágrimas y risas, celebrado el 18 de abril de 1966, encabezado por Majluta Azar, Ledesma Pérez  y José A. González, quienes posesionaron al nuevo administrador, agrónomo José Rodríguez Carrasco, quien sustituyó al fenecido Francisco Alcántara.

Dicho acto se inició con una misa mañanera, oficiada por el cura párroco Benito Taveras en la iglesia Nuestra Señora de Las Mercedes en el municipio de Imbert y prosiguió con un almuerzo masivo en la residencia del administrador, donde se brindó chivo guisado, cerdo asado y diversas bebidas. 

En presencia del gobernador de la provincia de Puerto Plata, Mario Estrada y de los principales ejecutivos del CEA, el nuevo administrador habló para resaltar que “hoy hemos visto convertido en realidad el esfuerzo de los trabajadores del ingenio Amistad para ganar el sustento de sus familias”. Asegurando que éste tendría un período de prueba de siete meses y utilizaría en principio unos 400 obreros en cuatro tandas diarias de seis horas para echar hacia adelante el proyecto de apertura, ya que el éxito de dicha prueba dependería del trabajo constante de los obreros.

Igualmente indicó que los planes de operación de la empresa fueron aprobados por el CEA, después de haber sido coordinados con dirigentes sindicales de la Federación Nacional de Trabajadores de la Caña de Azúcar (FENTRACA) y con las organizaciones laborales que habían venido luchando por la reapertura del ingenio. 

Al lado del administrador estaban los nuevos funcionarios del ingenio, que eran: Arcadio Luciano, jefe de campo; Ramón Antonio Lamarche, auditor y jefe de oficinas; Juan Nurse, jefe de factoría; César González, jefe de mecánica industrial; José Arturo Francisco Díaz (Pepito), asistente y luego encargado de esa área; Vicente Martínez, jefe de electricidad; William Luciano, jefe de mecánica automotriz; Aquiles Reyes, jefe de producción; Gricelio Ramírez, encargado de Almacén; y Félix Manasés Toribio, pesador.

También ocupaban un rol principal, Apolinar Martínez (Polin), Chichi Polo, Pedro Jiménez, Nenín Folch, Pachoso Oliver, Evaristo Cruz, Zacarías de Luna, Porfirio Bonilla, Chico -Mecedora López, Bruno Cruz, Antonio Morales y Tilo Gómez.

Carrasco saneó el ingenio y lo puso en excelente perspectiva de progreso, aunque su gestión fue muy breve, ya que en 1967 -estando en el poder el doctor Joaquín Balaguer- fue incorporado como agrónomo a la dirección de fomento y cultivo del sisal en Pueblo Viejo de Azua y su puesto fue ocupado por el agrónomo Eduardo -Tokio- Santini Peraza, quien desarrollaría una larga y provechosa gestión hasta 1978, logrando consolidar la empresa y acrecentar su prestigio personal; pues estaba calificado de excelente gestor de la industria azucarera y con mucha  frecuencia era consultado por otros ejecutivos del consorcio estatal y de la Casa Vicini, donde tiempo después dirigiría una de sus productivas empresas azucareras.

Este buen ejecutivo descollaría por su movimiento continuo alrededor de las plantaciones de caña, en una labor de inspección diaria que realizaba montado en un jeep Land Rover, vestido siempre con camisas y pantalones de color caqui y portando en su cabeza un vistoso sombrero de vaquero que acentuaba su perfil de gran señor y dirigente incansable.

Santini contaba con un gran equipo de agrónomos, técnicos agrícolas, mecánicos y oficinistas, entre los que se encontraban Henry Fontanillas, Toñito Tejada (adquirido de la casa Brugal), Juan Nurse,  Manuel Álvarez (Chiloto); Mauricio Reyes, Joaquín Trejo, Aníbal Petronio Cabrera, Pedro Jiménez, Zacarías de Luna, José Orlando Sánchez, Miguel Trejo y Francisco del Pilar Sánchez (Ventura).

El ingenio contribuyó en ese tiempo a la formación técnica de muchos jóvenes que pasaron por sus talleres para aprender oficios de mecánica, electricidad, fresas y tornos, como Tati Mercado, Diógenes Martínez, Rafael Rumaldo, Avispa la Hoz, Rafuche Guzmán, Dany Henríquez, Rafael Liranzo (Papitón), César González, Félix Aquino Henríquez, Juan Tomas Díaz, Tony Morales Collado, Miguel Polanco, Luis Tomas Alcántara, Andrés Parra, Güicho Santos, Jiminián y Pedrito el inglés.

Sebastian del pilar

Sebastian del pilar ()

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