Entre los múltiples legados de Federico Henríquez Gratereaux a nuestra cultura y a nuestro país toca al mundo de las letras valorar y rescatar sus grandes aportes a nuestra literatura plasmados en estas obras:
La Feria de las ideas (1984); Negros de mentira y blancos de verdad (1988); Peña Battle y la dominicanidad (1990); Un antillano en Israel (1995); Cuando un gran estadista envejece (1995); La globalización avanza hacia el pasado (1995); La guerra civil en el corazón (1993), Un ciclón en una botella (1996); Empollar huevos históricos (2001); Disparatario (2002); Ubres de novelastra (2008).
Henríquez Gratereaux fue galardonado con el Premio Nacional de Literatura 2017 por el conjunto de la producción literaria de toda una vida y por su dedicación a promover las letras y la cultura de nuestro país . Se destacó en el ensayo, género en el cual fue galardonado con el Premio Nacional de Ensayo Pedro Henríquez Ureña 1979.
En ese género, su más importante obra es La Feria de las ideas, una colección de breves ensayos en la que habla sobre el género del cual fue un gran maestro como escritor y como teórico, tanto del ensayo largo como del corto, como se muestra en el ensayo «El caso de algunos escritos cortos”:
(fragmento)
Se ha dicho del ensayo que es un género ligero. Se le ha contrapuesto al tratado como si este último fuese asunto mayúsculo y el ensayo cosilla “muy menor». En el ensayo, un problema de la cultura puede ser enfrentado de manera desenfadada y libre. Pero el ensayo no es un «trabajo de juglar». Es el género más serio, profundo y creador de toda la literatura, si excluimos a la poesía, ante la cual me inclino ceremonioso y rendido como un cortesano.
Sólo algunos grandes tratados -muy pocos- compuestos por genios excepcionales -los de Aristóteles, por ejemplo- pueden competir con el gran ensayo universal. No es cierto que un ensayo de verdad pueda ser escrito juega jugando, como quien hace una pirueta ingeniosa. (Desde luego los tratados de la antigüedad carecían, tanto de la pedantería medieval como de la moderna).
Descartes publicó un ensayo que modificó radicalmente las cabezas occidentales. Escribió un librito brevísimo, redactado en un lenguaje directo, casi «periodístico», autobiográfico, y sin frases altisonantes -el Discurso del Método- nada menos. Tan sencillo y escueto resultó que no parecía cosa digna de hacerle caso. Todavía hoy podemos discutir interminablemente sobre si ese texto es un tratado o es un ensayo.
Rousseau escribió un ensayo que aún sigue dando dolores de cabeza: El Discurso acerca de los Orígenes de la Desigualdad entre los Hombres. Maquiavelo, fundador de las ciencias políticas del mundo moderno, escribió EI Príncipe, que es una colección de ensayos cortos en los cuales un hombre que no se dejó aplastar por la erudición del tratadistas y los humanistas del Renacimiento, ac1ar6 para siempre la: estructuras segmentarias del poder.
Maquiavelo le fue dando vueltas al «cerdo político» y lo fue describiendo por el lomo, por la barriga, de frente y de perfil, desde la trompa hasta el rabo. Cada aspecto constituye un ensayo y, el conjunto de ellos, ahora nos parece un tratado. Pietro Pomponazzi escribía tratados y vivió por las mismas fechas que Maquiavelo. Sin embargo, Pomponazzi pertenece al Renacimiento; el famoso florentino, en cambio, se sale de su época y anticipa el mundo moderno. Nadie recuerda a Pomponazzi; todos aplauden o insultan a Maquiavelo.
(…)
El ensayo es -quizás desde Montaigne- el género literario más vivo e incitante, el tipo de escrito que nos mueve a pensar por nosotros mismos sobre las cosas nuevas, o sobre las olvidadas u ocultadas. Es el género que nos obliga, imperiosamente, a ejercer la función concipiente del pensamiento. Aun limitado a un trozo o ángulo de una disciplina, el buen ensayo siempre abre una brecha intelectual capaz de reobrar sobre todo el conjunto. Su forma literaria y su problematicidad ayudan a mantenernos en estado de alerta. Y nos vacunan contra cualquier forma de cerrazón escolástica(La feria de las ideas,1984)