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Por Manuel Hernández Villeta
Santo Domingo, R. D., 6 de septiembre, 2024.- En la política exterior norteamericana se ha destacado por ser un puño de hierro. No cree en negociaciones, sino en imposiciones. Antony Blinken, secretario de Estado, es la punta de lanza de la política exterior de Estados Unidos.
En el mundo entero habla con autoridad, y muchas veces sepulta las individualidades de los países bananeros o del tercer mundo. Nada indica que Blinken vaya a cambiar con su periplo de Haití, República Dominicana.
Hay ahora mismo tres prioridades latinoamericanas para los norteamericanos. El poco avance en las transformaciones que quieren imponer en Cuba, la crisis electoral venezolana y la guerra civil de bajo nivel de Haití.
Por lo menos en los casos de Venezuela y Haití está metida de lleno la República Dominicana. En el venezolano se apoya a la oposición y se llega a romper, en la praxis, las relaciones diplomáticas. Con los haitianos al momento actual la posición nacional ha sido de respeto a la frontera y la territorialidad.
En múltiples ocasiones los Estados Unidos, Canadá y Francia, en el mercado de las Naciones Unidas, han reclamado el apoyo dominicano para establecer centros de refugiados en nuestro territorio, y que se abra la frontera a todo lo que tenga que ver con ayuda humanitaria.
Posiciones de este tipo, lanzarían al país de lleno a ser parte de la guerra civil haitiana, por lo que el presidente Luis Abinader, con fino tacto de estadista, ha rcchazado que el país entre directamente en el conflicto.
Ahora los norteamericanos comienzan a dudar de las posibilidades de los kenianos de ejecutar la intervención y tener el poder de fuego para eliminar las pandillas. Sobre el papel, los kenianos están en Haití para entrenar la policía de ese país.
No han logrado los norte-americanos el apoyo suficiente para que la intervención se haga bajo el manto de los cascos Azules, o sea de las Naciones Unidas. Sus últimos esfuerzos ahora si van dirigidos a que la intervención sea promocionada y ejecutada por la ONU.
Blinken visita Haití, y no se sabe cuál es su receta. Un territorio sin orden ni gobierno efectivo, donde no hay interlocutores. La fragilidad del gobierno vecino le sacan de la posibilidad de poner condiciones Blinken es quien va a determinar los alcances de la intervención.
Lo único que está claro es que para los norteamericanos, no hay la mínima posibilidad de enviar tropas gringas al terreno de los combates. Esperemos, y no mucho tiempo, que Antony Blinken es un pro-consul moderno que habla con los hechos y no las teorías de café.