Por Nelson Encarnación
Un informe emitido esta semana por el Alto Comisionado Naciones Unidas para los Derechos Humanos ha documentado que el ejército israelí ha matado a más de 40 mil palestinos en los 10 meses que lleva descargando su artillería contra la franja de Gaza, un territorio que ha sido virtualmente demolido palmo a palmo con una crueldad nunca vista en tiempos de paz.
“En promedio, aproximadamente 130 personas han muerto cada día en Gaza durante los últimos 10 meses. La magnitud de la destrucción de casas, hospitales, escuelas y lugares de cueto por parte del ejército israelí es profundamente impactante. Marca un hito sombrío para el mundo entero”, refiere el informe
“Esta situación inimaginable se debe en gran parte a los incumplimientos recurrentes de las fuerzas de defensa israelíes a las normas de la guerra”, afirmó.
Este lúgubre relato pasa en la comunidad internacional como un festival de banalidades al que dos titulares de noticias realmente importantes sepultan sin remisión, porque carece de sentido dedicarle tiempo a lo insustancial.
Pero no es eso. Se trata de una masacre casi bíblica; es como la descarga de Israel de una venganza sobre el culpable no culpable del genocidio sufrido por los judíos en los campos de concentración del Tercer Reich durante la Segunda Guerra Mundial.
Es un martilleo constante sobre un territorio donde su gente ha estado aprisionada sin escape posible, y donde ahora existe un inmenso cementerio de 42 kilómetros cuadrados lleno de escombros y ruinas. Y mientras el mundo silba sin alma.
Cualquier otro Estado que hubiese llevado a cabo las matanzas que ha ejecutado Israel, ya habría generado la organización de una coalición internacional para hacerle entrar en razón. Pero es Israel.
Tras los destructivos bombardeos ejecutados por la inefable OTAN en los años 90 del pasado siglo, en medio de conflictos en la antigua Yugoslavia, el entonces presidente de Serbia, Slobodan Milosevic, fue juzgado y condenado en la Corte Penal Internacional por crímenes contra poblaciones civiles que produjeron miles de víctimas.
No existe diferencia entre las atrocidades de Milosevic—y anteriormente de Pol Pot en Camboya—y la de Netanyahu en Gaza, pero a este nuevo carnicero se le permite desafiar a todo el mundo.
Y parte de ese mundo hipócrita prefiere preocuparse por un conflicto electoral en Venezuela, donde ni por asomo se han dado las violaciones brutales contra la vida que sí se registran cada minuto en Gaza.
Es insólito que una disputa electoral genere más atención del llamado mundo occidental que la destrucción impresionante que ha generado Israel en Gaza, donde apenas quedan algunas estructuras habitables, las cuales son blanco de la criminal incursión permanente de Netanyahu y su gobierno genocida. ¡Es inaudito!