Una mujer palestina desplazada junto a sus pertenencias mientras la gente evacua el área de Mawassi en las afueras del suroeste de Khan Yunis en el sur de la Franja de Gaza el 28 de junio de 2024, en medio del conflicto en curso entre Israel y el grupo militante Hamas.
junio 29, 2024
La ONU denunció las condiciones «insoportables» en Gaza, donde los residentes viven en edificios bombardeados o junto a montañas de basura. La falta de agua, comida y saneamiento agrava la situación
GINEBRA, SUIZA —
Los habitantes de Gaza se ven obligados a vivir en edificios bombardeados o acampar junto a enormes montones de basura, dijo el viernes una portavoz de las Naciones Unidas, denunciando las condiciones «insoportables» en el territorio sitiado.
Louise Wateridge, de la UNRWA, la agencia de la ONU que apoya a los refugiados palestinos, describió las condiciones de vida «extremadamente graves» en la Franja de Gaza.
«Es realmente insoportable», dijo a los periodistas en Ginebra, a través de un enlace de video desde el centro de Gaza.
Wateridge, que regresó el miércoles después de cuatro semanas fuera del territorio, dijo que incluso en ese tiempo la situación se había «deteriorado significativamente».
«Hoy, tiene que ser lo peor que ha sido. No dudo que mañana nuevamente será lo peor que ha sido», dijo.
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Casi nueve meses después del inicio de la guerra entre Israel y Hamás, Wateridge dijo que la Franja de Gaza había sido «destruida».
Dijo que había estado «conmocionada» al regresar a Khan Yunis en el centro de Gaza.
«Los edificios son esqueletos, si acaso. Todo es escombros», dijo. «Y sin embargo, la gente vive allí de nuevo”.
«No hay agua, no hay saneamiento, no hay comida”, dijo. “Y ahora, la gente está viviendo en estos edificios que son conchas vacías,» con sábanas cubriendo los huecos dejados por las paredes destrozadas.
Sin baños, «la gente se alivia donde puede».
“Añadiendo miseria”
La guerra en Gaza comenzó con el ataque de Hamás el 7 de octubre en el sur de Israel, que resultó en la muerte de 1.200 personas, en su mayoría civiles, según cifras israelíes.
La ofensiva de represalia de Israel ha matado a más de 37.700 personas, también en su mayoría civiles, según datos del Ministerio de Salud en Gaza, administrado por Hamás.
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Wateridge dijo que la lucha por llevar combustible a Gaza y distribuirlo de manera segura estaba afectando la capacidad de entregar ayuda.
«Sin el combustible, la respuesta humanitaria realmente se detiene», dijo.
A unos 150 metros de donde hablaba, dijo, se estaba acumulando un montón de alrededor de 100.000 toneladas de basura, con tiendas de campaña improvisadas alrededor.
«La población está viviendo entre eso», dijo. «Con el aumento de las temperaturas, realmente está añadiendo miseria a las condiciones de vida».
Amigos “irreconocibles”
Wateridge dijo que antes de la guerra, las unidades de saneamiento limpiaban toda la basura de los campamentos de refugiados a los vertederos.
Ahora, las solicitudes a las autoridades israelíes para acceder a los vertederos eran frecuentemente denegadas, dijo.
Y la falta de combustible significaba que, incluso cuando se concedía el acceso, los camiones no podían entrar a limpiar el desorden.
Wateridge dijo que la inseguridad alimentaria en el territorio estaba teniendo un efecto visible en la población.
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«Cuando veo a mis colegas, a mis amigos aquí, son visiblemente irreconocibles porque tener un acceso tan insostenible a la comida durante tanto tiempo, empiezas a envejecer, te ves enfermo, tu piel cambia de color», dijo.
“Esperando la muerte”
El jueves se realizaron las primeras evacuaciones médicas de Gaza hacia el vecino Egipto desde que el cruce fronterizo de Rafah se cerró a principios de mayo, cuando las fuerzas israelíes tomaron el lado palestino.
La Organización Mundial de la Salud dice que 10.000 pacientes necesitan ser evacuados de Gaza para recibir tratamiento.
Wateridge dijo que uno de sus propios colegas de la UNRWA, Abdullah, tuvo que esperar dos meses antes de ser evacuado en abril. Resultó herido en un ataque y le amputaron las piernas a finales de febrero.
Desde entonces, pasó semanas en el devastado hospital Al Shifa, una vez el complejo médico más grande de Gaza, cuando estaba bajo asedio.
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Y pasó dos meses esperando en una tienda médica, «algunos días esperando la muerte», dijo. «Varias veces, estuvo a punto de perder la vida».
Wateridge dijo que a finales de abril, visitó a Abdullah con una colega que «le donó su sangre en el acto para mantenerlo con vida”.
«No es aceptable que la gente esté experimentando esto y siendo tratada así,” dijo.
