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Por Manuel Hernández Villeta
Santo Domingo, R. D., 28 de mayo, 2024.- El pueblo y el gobierno dominicano tienen que poner mucha atención a la crisis haitiana. Todo indica que habrá fuertes enfrentamientos cuando lleguen las tropas invasoras. Los kenianos son de armas tomar, y se les acusa de mercenarios, por lo que no van a tomar clerén, sino a pelear.
Como país que tiene una línea fronteriza divisoria con Haití y con una invasión pacífica que se acurruca en los empleos manuales para subsistir, la intervención militar va a tocar de lleno a los dominicanos. Desde ya, eso lo vislumbran los organismos internacionales.
De ahí su gran esfuerzo para lograr que la República Dominicana permita la construcción de campamentos para refugiados de este lado del paraíso. Por todos los medios hay que rechazar que el país sirva de acopio para haitianos desplazados por una eventual lucha armada.
Los norteamericanos quieren intervención en Haití, pero rehúsan poner hombres en el terreno. Se quiere echar a nuestros hombros un problema que no es dominicano, ni bajo ninguna circunstancia tenemos nosotros que meternos en ese embrollo.
El presidente Luis Abinader debe mantener la muñeca firme, y bajo ninguna circunstancia permitir que se establezcan los campamentos de refugiados en el territorio nacional.
Además, se dejó solo al pueblo dominicano cuando protestó contra las provocaciones de los haitianos, al represar el río Masacre, en franca violación de tratados internacionales. Ni las Naciones Unidas, ni la Organización de Estados Americanos, ni los Estados Unidos, fueron solidarios con los dominicanos.
Si debe estar en la agenda del gobierno dominicano encontrar una salida digna, de acuerdo con el derecho internacional, de la crisis del Río Masacre.
No puede haber un solo soldado dominicano incursionando con sus armas en territorio haitiano. Una acción de este tipo nos lanzaría a la boca de los lobos y se cometería un gran error histórico.
Donde no puede transigir el gobierno dominicano es en la deportación de todos los ilegales que están en nuestro territorio. Esa colonia haitiana cada día toma más fuerzas y busca la forma de pervivir en el país, trayendo enfermedades, actos de violencia, una cultura extraña, y sin los documentos legales para su permanencia.
La intervención de los norteamericanos, utilizando a los kenianos, es inminente. Ya nadie lo puede evitar. Es la etapa más fuerte y vigorosa de esta guerra civil del hermano país. Que Dios proteja a los inocentes, y los pandilleros paguen por sus delitos. ¡Ay!, se me acabó la tinta.