POR TEÓFILO LAPPOT ROBLES
Además de los conflictos armados señalados en la segunda parte de esta serie hubo otras batallas encadenadas a la Guerra Fría, siempre con los soviéticos y los estadounidenses detrás de los bandos enfrentados.
Irán, país que en los mapas geográficos antiguos se conocía como Persia, fue escenario de hostilidades durante los años 1952 y 1953.
Los enfrentados fueron por un lado la reinante dinastía Pahlaví, que se mantuvo vigente hasta enero de 1979 (con el apoyo de los EE. UU.), y por el otro extremo diversos grupos armados persas chiíes y musulmanes descendientes de diversas etnias, que fueron alimentados militarmente por los soviéticos y aliados.
Así llegó al poder el ayatolá Jomeini, quien instauró un gobierno religioso y autoritario que sus sucesores mantienen bajo férreas consignas afincadas en radicales interpretaciones del Corán y en permanente enfrentamiento con los Estadios Unidos de Norteamérica y sus aliados en la zona del mar Caspio, el golfo Pérsico y la llanura de Mesopotamia.
Otro foco de guerra que enfrentó a los dos sectores de poder militar que se crearon al finalizar la Segunda Guerra Mundial fue el que entonces era el reino de Laos, un país mayoritariamente de creencia budista, que siglos atrás era conocido como “tierra del millón de elefantes”.
Está ubicado dentro de la península de Indochina, con su geografía montañosa atravesada por el famoso río Mekong, pero carente de salida al mar. Es casi 5 veces más grande que la República Dominicana.
Allí, desde 1953 y hasta el 1975, tropas institucionales obedientes a reyes, príncipes y gobiernos de coalición, con el apoyo de varios países (USA, Gran Bretaña, Tailandia, Nueva Zelanda, Vietnam del Sur), lucharon contra el aguerrido Ejército de Liberación de Laos.
Durante más de dos décadas estos últimos combatientes, abastecidos de armas por China, Rusia, Vietnam del Norte, Bulgaria, Corea del Norte y otros países, pusieron en jaque al régimen prooccidental laosiano, hasta que el 2 de diciembre de 1975 se declaró formalmente la victoria de los comunistas, que llamaron a ese país asiático República Democrática Popular de Laos.
La Guerra Fría fue la génesis de las permanentes tensiones en el estrecho de Taiwán entre La República Popular China y los Estados Unidos de Norteamérica, poderosos países que entre septiembre de 1954 y mayo de 1955 estuvieron a punto de desatar una guerra, por la isla que la primera nación sigue llamando “provincia rebelde”.
En diversos lugares de América Latina se utilizó como excusa la Guerra Fría para reprimir a la población inconforme con gobiernos despóticos y corruptos. Tal vez el caso más significativo fue México.
Allí, a partir de 1952, bajo el gobierno de Adolfo Ruiz Cortines, denunciado de fraudulento, comenzaron ataques violentos contra los que protestaban por el tipo de gobernanza anómala que llevaba a cabo el partido que por mucho tiempo hegemonizó el poder utilizando en ocasiones una retórica supuestamente de izquierda, pero la mayoría de las veces obrando desde una perspectiva de centro derecha o de derecha pura y dura.
Usando la Guerra Fría como una especie de mascarón de proa los gobernantes mexicanos calificaban de comunistas a los grupos populares que se les oponían. La realidad era diferente, al menos en la mayoría de los casos.
Uno de los hechos más funestos de la historia de México se produjo el 2 de octubre de 1968, con la matanza de cientos de jóvenes que protestaban de manera pacífica en la Plaza de las Tres Culturas, en la zona de Tlatelolco, en el centro de la capital de ese país. Fue en la presidencia de Gustavo Díaz Ordaz, a quien luego la Agencia Central de Inteligencia de los EE. UU. acusó de haberla “engañado” bajo el supuesto de que le había dicho que los quejosos querían implantar un régimen comunista en su frontera, a la orilla del río Bravo.
Angola, un país petrolero del sur de África, fue otra excusa para mantener la lucha de los dos poderosos grupos militares que dieron origen a la Guerra Fría.
Portugal, con la OTAN detrás, aplicó allí la doctrina racial que era generalmente usada por las metrópolis europeas que en diferentes lugares de la tierra controlaban países como fincas particulares.
La guerra de independencia de ese país duró del 4 de febrero de 1961 al 15 de enero de 1975.
Portugal, Sudáfrica y los EE. UU. apoyaban a facciones encabezadas por personajes tan cuestionables como Jonas Savimbi y Álvaro Holden Roberto, este último probadamente asalariado de la CIA.
Cuba, la URSS, Argelia, Libia, Alemania del Este y otros países brindaron su apoyo al líder independentista triunfador, el poeta António Agosthino Neto.
Invasiones:
Durante la Guerra Fría los EE.UU. invadieron varios países de América Latina, con el pretexto de que en ellos se establecerían gobiernos comunistas. Un ejemplo de eso fue la ocupación militar que con más de 40 mil soldados hicieron a la República Dominicana el 28 de abril de 1965, la cual dejó miles muertos.
De igual manera actuó la entonces URSS cuando el 4 de noviembre de 1956 aumentó, con un enorme nivel de salvajismo, su invasión a Hungría, ahogando en sangre los reclamos del pueblo magiar.
Pertinente es recordar también que el Pacto de Varsovia, por órdenes del presidente soviético Leonid Brézhnev, decidió ocupar el 20 de agosto de 1968, con la fuerza de las armas, a la que para entonces era la República Socialista de Checoslovaquia, sepultando el proyecto llamado “primavera de Praga” o “socialismo con rostro humano” que encabezó Alexander Dubcek.
Magnicidios:
Algunos magnicidios durante la Guerra Fría quedaron sin esclarecer, pero tenían el signo común de haber sido ordenados por los dos grupos militares entonces hegemónicos, encabezados respectivamente por los EE.UU. y la URSS.
Patrice Lumumba, uno de los más brillantes actores de lo que se consideró el prólogo del nacionalismo africano, y líder revolucionario prosoviético del Congo Kinsasa, de 35 años, fue secuestrado, torturado y asesinado el 17 de enero de 1961.
Fue un crimen organizado por los gobiernos de los EE. UU. y Bélgica, con la complicidad de lacayos suyos congoleños como el presidente Joseph Kasa-Vubu, el jefe del Ejército Joseph Mobutu, sobrevenido hombre fuerte, y Moise Tshombe, proclamado presidente del entonces Estado separatista de Katanga.
Vale decir que el referido país (en el pasado también conocido como el Congo Belga), por sus riquezas y tamaño estaba destinado a ser uno de los Estados vitales de África. Por eso allí se desarrollaron luchas feroces de intereses de los bloques de poder mundial.
Más claro no lo pudo escribir un historiador italiano especialista en colonialismo: “…al empezar la crisis congoleña se hizo más clara la injerencia en los asuntos africanos de los Estados Unidos…” (La Revolución del África Negra. Editorial Bruguera,1970.P.65.Giampaolo Calchi Novati).
Una de las pruebas documentales que sustentan lo anterior fue el desclasificado telegrama del 26 de agosto de 1960 de Allen Dulles, jefe de la Agencia Central de Inteligencia de los EE. UU., más conocida como CIA, ordenándoles a sus agentes en el Congo sobre el destino de Lumumba:
“Hemos decidido que su eliminación es nuestro objetivo más importante y que, en las circunstancias actuales, merece alta prioridad en nuestra acción secreta”.
Ese hecho confirma de manera clara lo publicado en el 1960 por el investigador histórico británico John Charles Hatch sobre lo que definió como “…las hipotecas de la guerra fría…” (África Hoy y Mañana. Editorial Praeger, New York, 1960).
El 22 de noviembre del 1963, en la ciudad de Dallas, Texas, se produjo el magnicidio del presidente estadounidense John F. Kennedy. Muchos han considerado que el presunto autor material de ese hecho, Lee Harvey Oswald, tenía vinculaciones con el aparato de espionaje de la URSS.
Lo cierto es que ni la llamada comisión Warren, ni la CIA ni el FBI ni el fiscal Jim Garrison ni un comité especial creado por la Cámara de Representantes de los EE. UU. llegaron a conclusiones definitivas sobre ese asesinato a la vista de muchos.
La película titulada JFK, del laureado cineasta Oliver Stone, produjo más desorientación al de por sí confuso laberinto de opiniones al respecto.
El 6 de octubre de 1981 fue asesinado el entonces presidente de Egipto Anwar el Sadat, que había firmado tres años antes un acuerdo de Paz con el primer ministro de Israel Menachem Begin. Fue el primer dirigente árabe en reconocer la condición de Estado de ese último país.
El que maniobró para que ahorcaran al célebre político pakistaní Zulfikar Alí Bhuto, el dictador de Pakistán Muhammad Zia-ul- Haq (títere de EE. UU.), murió en un extraño accidente aéreo el 17 de agosto del 1988, cuando su avión explotó en el aire por motivos nunca esclarecidos. Siempre ha existido la sospecha de que los organismos de seguridad de la URSS tuvieron participación directa en dicha muerte.
Los anteriores son sólo algunos casos del archipiélago de hechos violentos que se produjeron en diferentes lugares del mundo durante la llamada Guerra Fría.
teofilo lappot