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Desesperación en Haití: la cruda realidad de Marie Thérèse, reflejo de los desafíos del país

Transeúntes camina por una calle vacía cerca de la Catedral de Puerto Príncipe destruida por el terremoto de 2010, el 25 de marzo de 2024.

marzo 26, 2024

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La lucha de Marie Thérèse y su familia por sobrevivir en un campamento abarrotado subraya las duras realidades que enfrentan los haitianos mientras intentan encontrar seguridad y estabilidad en un país sacudido por la violencia y la escasez.

PUERTO PRÍNCIPE — 

“No vivimos bien aquí, no tenemos nada en nuestras manos, cuando llegamos aquí, no teníamos ropa. Cuando llegamos a este campo, compramos ropa y empezamos de cero con muy poco dinero”. La vida de Marie Thérèse Delimar es un fiel reflejo de los desafíos que enfrenta Haití.

Hace apenas un año, esta mujer de 52 años estaba inmersa en su comercio como vendedora ambulante, y disfrutaba de la vida en la capital haitiana, Puerto Príncipe. Sin embargo, la situación en el país caribeño ha dado un vuelco dramático, especialmente para los niños y las mujeres como ella.

Tras el trágico asesinato del presidente Jovenel Moïse en julio de 2021, Haití se ha visto envuelto en meses de agitación política y una creciente violencia de pandillas. Esta crisis ha dejado a miles de personas como Marie Thérèse y su familia en una situación desesperada.

Obligados a abandonar su hogar, ahora se encuentran viviendo en un campamento improvisado en la escuela Liceo de Niñas Jóvenes, antiguo local del Ministerio de Educación. Su familia, se encuentra junto a más de 1.500 personas, en condiciones que distan mucho de ser adecuadas.

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Hasta no verlo, no lo podíamos creer, Marie Thérèse nos lleva a su dormitorio. Solo en su habitación de 15 metros cuadrados, hay 33 personas. Duermen apilados, uno encima de otro.

“La cantidad de comida que tenemos no siempre es suficiente para 33 personas. La situación es muy complicada para nosotros, no es fácil… Hay agua para bañarnos, pero para beber no tenemos, porque el agua no es potable.”

«Algunos días conseguimos algo para comer, otros no», cuenta Marie Thérèse con una voz cansada. El desespero y la incertidumbre con la que viven el día a día se ha vuelto el diario vivir de los más de 10 millones de habitantes que habitan Puerto Príncipe. «Vendía sopas todas las mañanas en Pétion-Ville –el centro de capital-, pero pasábamos el día con hambre y nos acostábamos igual», añade.

La Organización Internacional para las Migraciones (OIM) arrojó luz sobre la situación de desplazamiento interno en Haití. El nuevo fenómeno que azota el país desde 2021 ha obligado a más de 362.000 a abandonar sus hogares debido a la creciente inseguridad y la violencia.

Este número representa un aumento del 15 % desde el comienzo del año, evidenciando la magnitud del desafío al que se enfrentan las comunidades afectadas.

La gente pasa frente al Palacio Nacional en Puerto Príncipe, Haití, el lunes 25 de marzo de 2024. (Foto AP/Odelyn Joseph)
La gente pasa frente al Palacio Nacional en Puerto Príncipe, Haití, el lunes 25 de marzo de 2024.

“Los ancianos no encuentran comida y los niños son los más afectados por la situación.” dice Maxi Ezéquiel, desplazado interno como Marie Thérèse y colaborador en el centro de refugio. Entre los desplazados, más de la mitad son niños, un grupo especialmente vulnerable en esta crisis.

La escasez de recursos básicos agrava una situación económica ya precaria, mientras que cada nuevo lugar de refugio plantea desafíos adicionales, como el acceso al agua y a servicios esenciales.

Desde el inicio de los violentos ataques por parte de las pandillas, la Organización Internacional de Migraciones estima que más de 15.000 personas han tenido que buscar nuevamente refugio o salir de sus hogares.

“Los desplazamientos implican riesgos significativos, ya que las rutas están controladas por las pandillas, la gente que hace la ley en este país nos echó de nuestras casas”, susurra entre llanto Marie Thérèse, quien se ha tenido que desplazar 3 veces previamente.

“A veces nos sentimos humillados cuando recibimos ayuda”

La falta de alimentos y medicinas es un problema constante. Marie Thérèse y los demás residentes del improvisado campamento se enfrentan a enfermedades y dificultades financieras.

«A veces nos sentimos humillados cuando recibimos ayuda», confiesa Sarah. «Parece que nos están haciendo un favor en lugar de brindarnos apoyo, siempre quedamos en deuda».

En 2024, UNICEF estimó que 3 millones de niños en Haití requerían ayuda humanitaria debido a la creciente violencia, la desnutrición, el resurgimiento del cólera y el colapso de los servicios básicos. Más de un tercio necesitó protección urgentemente, y se anticipó que este número aumentaría si las condiciones empeoraban.

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Haití, ya considerada la nación más pobre del hemisferio occidental, enfrentó vulnerabilidades profundizadas en medio de esta crisis.

Las condiciones de vida en Haití se volvieron cada vez más difíciles. La guerra de pandillas cobró más de 1.100 víctimas en el país desde el comienzo del año, con más de 530 muertes, 300 heridos y 277 secuestros reportados hasta el 15 de marzo.

Marzo fue particularmente mortífero, ya que las pandillas armadas ganaron un poder significativo. Durante las primeras dos semanas del mes, la violencia resultó en la muerte de al menos 208 personas, 164 heridos y más de un centenar de secuestros, según datos recopilados por el Servicio de Derechos Humanos de la BINUH.

Además de la violencia armada, el país enfrentó una crisis alimentaria catastrófica. Germaine Boudaut, directora de la Coordinación Nacional de Seguridad Alimentaria (CNSA) indicó que, para el período de enero a marzo de 2024, cerca de 5 millones de personas fueron clasificadas como «en inseguridad alimentaria aguda» y, por lo tanto, necesitaron «una acción urgente para cubrir sus déficits de consumo alimentario y proteger sus medios de vida durante el período mencionado».

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La situación en Haití es crítica. A pesar de los esfuerzos de organizaciones internacionales, como los vuelos de helicópteros que traen ayuda desde la vecina República Dominicana, la necesidad es cada vez mayor. Mientras tanto, la incertidumbre política persiste, dejando a millones en una situación de inseguridad y desamparo.

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