POR TEÓFILO LAPPOT ROBLES
La República Dominicana no ha sido ajena a la tragedia de diversas guerras. Varios autores han hecho mención a temas religiosos que han sido vinculados con las mismas.
Juan Bosch señaló que “el 21 de enero se fijó como día de la virgen de Altagracia para conmemorar la victoria de Sabana Real de la Limonada”. (Composición Social Dominicana. Ed. Alfa y Omega, 1984.P.108).
Joaquín Balaguer en un discurso pronunciado el 21 de enero de 1971, en la inauguración de la basílica de Higüey, dijo que “la Virgen de Altagracia se identifica con la propia imagen de la patria…”
El poeta griego Homero, al referirse a la guerra de 10 años entre los troyanos y los aqueos, con dioses mitológicos pulseando “detrás del biombo”, hizo una recreación de la misma.
Escribió sobre la cólera que arropó la mente de Aquiles en medio de esa guerra, a la cual definió como “funesta que causó infinitos males a los aqueos y llevó a la tumba muchas almas valerosas de héroes, a quienes hizo presa de perros y pasto de aves”. (Canto I. La Ilíada. Homero).
Las guerras, que salvo excepciones han sido recintos de impunidad, llevan el signo de la devastación: muertos, mutilados, heridos, torturados, encarcelados, desplazados, refugiados y víctimas de hambruna, considerada en su definición clásica de “inaccesibilidad absoluta a alimentos de toda una población o subgrupo de una población, con el potencial de causar la muerte a corto plazo”.
Nunca se han cerrado las contiendas entre naciones, bandos o grupos. Esa verdad rotunda, con sus efectos letales, es un pesado capítulo de la historia humana.
Siempre está presente la posibilidad de que se repitan, con matices, aquellos episodios con referencias generalizadas de la batalla de las Horcas Caudinas entre romanos y samnitas, hace más de 2300 años.
Aunque se sabe que con anterioridad hubo muchísimos conflictos armados en el mundo, el primero de ellos del que se tiene constancia formal y amplios detalles es el que enfrentó a las ciudades sumerias de Lagash y Umma, hacia el año 2450 a.C.
Dicha disputa se produjo por el dominio que cada parte quería sobre las tierras de regadío de esa zona del Oriente Medio.
El rey de Lagash, de nombre Eannatum, comandó el ejército que resultó victorioso, y convirtió a Umma en un estado vasallo. Esa ciudad-estado había sido gobernada por el ambicioso soberano Ush.
Ya lo advertía hace más de dos mil años el militar e historiador ateniense Tucídides cuando decía, pensando en conflictos entre pueblos y tribus, que el furor del hombre va con las circunstancias.
Se sabe que en la guerra la adrenalina bloquea muchas mentes y hace que aflore el máximo nivel de brutalidad, truculencia y salvajismo. Para ponerlo en presente, eso se puede comprobar en tiempo real con los sangrientos hechos que están padeciendo ucranianos, haitianos y gazatíes, para sólo citar tres ejemplos conocidos, con la salvedad de que hay matanzas en otros lugares no divulgadas por la prensa internacional.
Sun Tzu, el estratega militar y filósofo chino famoso como expositor de las diversas variantes de las conflagraciones de la antigüedad, señaló que: “La guerra es el mayor conflicto, la base de la vida y la muerte, el Tao de la supervivencia y la extinción. Por lo tanto, es imperativo estudiarla profundamente”.
Pienso que por el largo tiempo transcurrido desde que Sun Tzu hizo esos y otros comentarios deben ser estudiados partiendo de aproximaciones y desde la contextualidad, para tener una mejor perspectiva de sus alcances.
Como una escena onírica está uno tentado a escribir que los señores de las guerras actuales, así como combatientes de todos los niveles que en ellas participan, que por su dureza de espíritu y sus almas encallecidas se pueden calificar, desde la atalaya de la historia, como símiles de “rocas ígneas intrusivas”, deberían dar un paso al costado para que la humanidad pueda disfrutar de una prolongada era de paz.
Pero estoy consciente de que esa es una vaga e ilusoria aspiración, pues la codicia es el útero de muchas guerras. Cada vez son más abultados los presupuestos que la mayoría de las naciones dedican a las cuestiones bélicas y a la parafernalia que conlleva el aparataje militar.
Los capitostes de ese negocio, representantes de los intereses creados por la industria armamentística, no paran mientes en la vida humana. La avaricia es la guía que los dirige. Para cumplir sus propósitos usan como carne de cañón a pueblos enteros y a la soldadesca bajo su control.
Mucha razón tenía el malogrado líder cívico estadounidense Martin Luther King Jr. cuando dijo que “una nación que continúa año tras año gastando más dinero en defensa militar que en programas sociales, se está acercando a la perdición espiritual”.
Por eso es de permanente vigencia, y encaja como una reflexión llena de verdad, lo dicho por el filósofo existencialista francés Jean Paul Sartre: “Cuando los ricos se hacen la guerra, son los pobres los que mueren”.
El historiador, sociólogo y filósofo francés Paul Michel Foucault realizó planteamientos interesantes sobre los asuntos de las guerras, partiendo del tríptico “derecho-poder-violencia”. Entró en abierta contradicción con los enfoques que antes hicieron otros especialistas en la materia.
Paul Michel Foucault
A Foucault (cuyas opiniones no siempre estuvieron libres de controversias) no le gustaba ver el impacto de las palabras en su contexto abstracto.
Esa posición fue lo que le permitió considerar que la política es sinónimo de guerra, la cual, dicho sea, es una hoguera cuyo fuego en espiral siempre ha sido generador de traumas colectivos, especialmente en el bando de los derrotados.
También dijo varias veces que el Derecho era asimilable a la guerra, partiendo de que el mismo es uno de los soportes de la actividad política, todo lo cual confluye en lo que es el centro del poder de cada nación o grupo en particular.
Él consideraba que las antiguas nociones de represión y guerra “deben ser considerablemente modificadas, o tal vez, finalmente abandonadas”.
Completaba sus aseveraciones así: “…dentro de la paz civil, o sea, en un sistema político, las luchas políticas, los enfrentamientos relativos al poder, con el poder, para el poder, las modificaciones de las relaciones de fuerza deberían ser interpretados sólo con la continuación de la guerra”. (Genealogía del racismo. Editorial Piqueta, Madrid, 1992.P.30 Michel Foucault).
Si se toma como material de meditación la sustancia de los juicios vertidos en ensayos y conferencias por dicho autor se concluye que aunque los conflictos armados se desarrollan en sí en la órbita militar, ellos suelen partir de los socavones de la siempre difusa política.
Por lo anterior es pertinente decir que las armas, en conjunción con los asuntos públicos o gubernamentales, ejercen un importante papel en los vericuetos del colectivo humano.
Partiendo de la premisa precedente no resulta sobrante señalar que ha habido en todos los tiempos guerras por cuestiones económicas, religiosas, ideológicas, territoriales, por visiones históricas contrapuestas y, en fin, por factores mixtos; pero todas inciden en la forma de existir de los que habitan los lugares donde se desarrollan y más allá.
“…En los últimos 5,500 años se han producido 14,513 guerras, que han costado 1,240 millones de vidas…Únicamente entre 1960 y 1982, dicha enciclopedia calcula 65 conflictos armados, sólo las que hayan producido al menos mil muertos”. (Datos tomados de la Enciclopedia mundial de las relaciones internacionales, vaciados en el libro titulado Pensar en la vida. Editorial Ariel.Barcelona.P.273. Fernando Savater).
Es oportuno expresar que nunca ha habido consenso entre los que han incursionado en los siempre controversiales aspectos de las guerras. Uno de tantos ejemplos para demostrarlo es la visión al respecto que planteó con gran despliegue teórico el economista, historiador, filósofo y sociólogo alemán Karl Marx.
Marx definió la guerra como la gran partera de la humanidad, precisando que “la violencia es la comadrona de la nueva sociedad. Los disturbios sangrientos son la necesidad frecuentemente ineludible del desarrollo”.
En resumen, hay un abundante material de estudio para analizar las guerras que han golpeado a la humanidad desde tiempos inmemoriales hasta el presente.
teofilo lappot