Lic. Angel Artiles Díaz
Puerto Plata.
«Cada uno se pone su propio precio. Si se pide menos, eso es lo que se conseguirá. Hay que enviar la señal de que uno es digno del precio de un rey.» Ley No. 34, del libro Las 48 Leyes del Poder, de Robert Greene.
Un movimiento revolucionario que estalló en París en 1830, dio como resultado la abdicación del rey Carlos X. Acto seguido, una comisión compuesta por las autoridades más importantes, se reunió para escoger un sucesor, y eligieron a Luis Felipe, Duque de Orleans.
Desde los primeros días de su reinado, Luis Felipe, se proyectó como un rey atípico, no sólo porque procedía de una rama diferente de la familia real, o porque no había heredado la corona, sino porque se la habían regalado.
A Luis Felipe, rey de Francia, le disgustaban las ceremonias y los atavíos de la realeza, tenía más amigos entre los banqueros que entre la nobleza; y su estilo no era el de crear una nueva clase de gobierno regio, como lo había hecho Napoleón.
Rebajó su estatus de rey, y se mezcló más con los hombres de negocios y con la gente de clase media que le habían llevado al gobierno.
Los símbolos que se asociaron con la figura de Luis Felipe no eran ni el cetro ni la corona, sino el sombrero y el paraguas con los que él paseaba por las calles de París, pareciendo más un burgués que un rey. Lasabiduría popular, lo adjetivizó llamándolo “El Rey Burgués».
La sociedad francesa, primero le celebró el comportamiento atípico, y con el paso de algunos años comprendieron que se habían equivocado: Luis Felipe no servía para ser REY.
Los pobres (clase social que para aquella época crecía desproporcionadamente y tenía entre sus componentes a la parte más radical) «…no encontró ninguna satisfacción en un gobernante que ni actuaba como rey ni gobernaba como hombre de pueblo…»
Y para no cansarles con el cuento, «La noche del 23 de febrero de 1848, una multitud de parisinos rodeó el Palacio del Rey, y con una rapidez que cogió a todos por sorpresa, Luis Felipe abdicó esa misma noche y huyó a Inglaterra. No dejó sucesor, ni siquiera lo sugirió. Todo su gobierno colapsó y se desvaneció como un circo itinerante cuando abandona la ciudad.»
Luis Felipe conscientemente, disolvió el aura que de manera natural va unida a los reyes y a los gobernantes. Al burlarse del simbolismo de la grandeza, creía que estaba amaneciendo un nuevo mundo, donde los gobernantes actuarían y serían como ciudadanos corrientes.
Cuan equivocado estaba, «El sombrero y el paraguas del «rey burgués» divirtió a los franceses al principio, pero pronto los irritó…» Nunca actuó como rey y nunca fue tratado como rey y, nunca volvió a ser rey.
Haile Selassie, aquel que gobernó Etiopía durante cuarenta años, desde 1930 hasta 1970, desde la edad de 14 años, fue a vivir a la corte de Etiopía cuyo trono lo ocupaba Menelik II, de quien no podía ser sucesor porque estaba muy lejos en el orden sucesoral.
Pronto se convirtió Selassieen el favorito del rey Menelik II: «…por su gracia ante las dificultades, por su paciencia y su tranquila y seguridad en sí mismo…»
Los otros jóvenes nobles, arrogantes, fanfarrones y envidiosos marginaron a Selassie, pero éste nunca se encolerizó, lo cual fue señal para que mucha gente del entorno del rey sintiera que …un día subiría hasta la cima porque actuaba como si estuviera allí.»
La corona hay que colocársela sobre la cabeza. Nunca hay que mostrar dudas, nunca hay que perder la dignidad bajo la corona, o ésta no encajará. No hay que esperar la coronación; los emperadores más grandes se coronan a sí mismos.
Angel Artiles Díaz