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Por Manuel Hernández Villeta
Santo Domingo, R. D. 19 de marzo, 2024.- La democracia es un trago imposible de saborear en los países del tercer mundo. Lo primero que se interpone en el libre ejercicio de la democracia, son las desigualdades económicas. No es que todos sean de una sola clase, como el viejo dicho marxista, sino que se dé una justa distribución de las riquezas.
En la práctica la democracia mantiene los márgenes sociales. No lesiona a los ricos, pero no saca a los pobres de su miseria. El equilibrio social es vital para mantener la paz. En los países del llamado tercer mundo, la paz tienen que ver con la comida, el techo, y mantener todo igual.
Ya es norma que las grandes mayorías venden su libertad a cambio de una ficticia tranquilidad, Los cambios les dan dolores de cabeza a los que tienen cadenas. La democracia ha logrado sobrevivir a doctrinas políticas más equitativas, pero que no se pudieron fortalecer a lo largo de los años.
Es una constante la lucha por la redención del hombre. Se abolió la esclavitud de las plantaciones, pero surgió el Señor Dinero.
La revolución industrial estableció nuevas normas de comportamiento. El mayoral fue suplantado por el gerente. Forma más humanas de tratamiento entre los seres humanos. Pero como lo demostraron las grandes manifestaciones sindicales de fines del siglo 19 y principios del 20, la revolución industrial amplió las brechas sociales.
A pesar de todos los inconvenientes y desigualdades, hoy solo queda aferrarse a la democracia. Con el tiempo surgirán otras formas de pensamiento, y habrá nuevas luchas por delante pero al día de hoy, los caminos están tapiados.
Con la campaña electoral sobre los hombros, todos los dominicanos deben aunar su esfuerzo para que se mantenga el orden, la paz, y esa imperfecta democracia, que es mejor que un salto al vacío. Los partidos son el instrumento ideal para canalizar demandas sociales.
El sistema electoral tiene que ser preservado en el país. Hay que respetar el derecho de cada ciudadano a tener las simpatías que más le satisfagan. Es vital que se respete el derecho de los que no quieren votar y se cuelen en la columna de los abstencionistas.
El principal camino para preservar la paz está en hacer valer el derecho a expresarse de cada cual. Que se vote por conciencia, que se respeten los resultados, y sobre todo, que es necesaria la unidad nacional, dentro de la diversidad y pensamientos diversos. ¡Ay! Se me acabó la tinta.