Cultura

LILÍS, A 121 AÑOS DE SU MUERTE

LILÍS, A 121 AÑOS DE SU MUERTE

POR TEÓFILO LAPPOT ROBLES

El tirano Ulises Heureaux, mejor conocido como Lilís, fue abatido a tiros en la ciudad de Moca el 26 de julio de 1899. Tenía 53 años de edad, de los cuales 14 ejerció la presidencia de la República.

Lilís poseía todas las características de una fiera política. En su personalidad concurrían elementos muy variados: inteligente, maquinador, embaucador, valiente, tramposo, dotado de pasiones malsanas, asesino y corrupto.

El también llamado por sus compinches con el apodo de El Pacificador llegó allí en la víspera de su muerte desde Sánchez, Samaná, con una breve parada en la ciudad de La Vega. Fue su recorrido postrero. Buscaba dinero prestado para sostener su tambaleante régimen, el mismo que había hundido la economía del país y ensangrentado ciudades y campos.

Ahora se cumplen 121 años de aquel acontecimiento que ocupa un lugar importante en la historia dominicana. Lo ocurrido aquella vez en Moca no sólo fue la muerte del hombre que dirigía los destinos de la nación, sino el origen de una serie de hechos convulsos, con guerras civiles una detrás de otra, que por mucho tiempo marcaron el diario vivir del pueblo dominicano.

La sórdida realidad era que a la hora del fallecimiento de Lilís el gobierno que encabezaba tenía al país en bancarrota económica, moral, social y política. El caos era total en todo el territorio nacional.

Versiones sobre muerte de Lilís

Sobre la muerte a tiros de Lilís se han tejido muchas interpretaciones, algunas notoriamente contradictorias entre sí. Una de ellas se refiere al aviso que alguien le hizo llegar a su arribo a la ciudad de Moca; pero eso siempre se ha puesto en duda incluso por investigadores y memorialistas mocanos de esos así mismos llamados «secos y sacudidos y medidos por buen cajón.»

Sobre lo anterior, en un breve ensayo titulado Ese Moca Desconocido, Artagnan Pérez Méndez expresa lo siguiente: «La versión de que una señora apodada La Cigua, le envió un recado escrito sobre el posible atentado, con un pordiosero que luego resultó muerto, es tradición oral, no confirmada en documentación alguna.»1

Tal vez la aniquilación de Lilís en Moca no fue casual, pues esa población tenía sus resquemores con dicho personaje. Es importante resaltar que el joven mocano Ramón Arturo Cáceres Ureña (Mon), el principal autor de la muerte del tirano, era hijo del general azuano Manuel A. Cáceres Fernández, alias Memé, quien desde los 21 años se estableció en la sección Estancia Nueva de Moca, donde procreó junto a Remigia Vásquez Lizardo una familia de gran arraigo social, económico y político en la zona.

Cáceres Fernández, anexionista como otros, fue presidente de la República durante 13 días (31-enero-1868-13febrero-1868), también fue Vicepresidente, Ministro de Relaciones Exteriores y de Hacienda, etc. El 17 de septiembre de 1878, cuando se perfilaba como ganador del próximo certamen electoral, fue asesinado en la capital dominicana.

Muchos consideraron, especialmente Mon, que detrás del crimen del baecista Memé estaban Lilís y Cesáreo Guillermo. Era evidente la animosidad hacia el tirano de parte de Mon y los amigos que lo acompañaron en la conjura que culminó con su muerte, con Horacio Vásquez como principal operador político de dicha acción.

Del puerto de Sánchez a Moca

A Moca llegó Lilís, como se ha dicho, el 25 de julio de 1899. Había tomado un tren en el entonces puerto ferroviario de Sánchez que lo llevó hasta La Vega, y desde allí se fue a lomo de caballo hasta la fértil tierra donde murió.

No sospechaba que ese sería su último día completo con vida. Con la capa de la noche encima de la también llamada Ciudad del Viaducto fue agasajado, a toda orquesta, en un club social, por sectores representativos de esa comunidad.

En esa actividad estaban algunos de los jóvenes que varias horas después le darían un giro inesperado a la historia dominicana. Al día siguiente, saliendo de la tienda de artículos misceláneos de su amigo Jacobo de Lara, el destino le jugó una broma pesada al hijo de Dassá. Tal vez, imbuido en sus creencias esotéricas, pensó que esa vez también los astros estaban alineados a su favor. No fue así. Esos objetos celestes se movieron ese día en su contra.

Ese 26 de julio de 1899 Lilís se encontraba sin guardaespaldas en el lugar de su muerte. En la peninsular Sánchez dispuso que una parte mayoritaria de sus escoltas lo esperara en Puerto Plata, que era a su pensar el destino final de su viaje por El Cibao.

Estando en Moca devolvió a La Vega a los elementos de seguridad que le facilitó el general Zoilo García, gobernador de esa provincia. A la ciudad de Santiago envió, en clave de avanzada, al edecán que lo acompañaba, el valeroso oficial Demetrio Rodríguez, nativo del antiguo paraje Juan Gómez, de Guayubín, hijo de padres acaudalados que lo enviaron a educarse a EE.UU. y Alemania, y quien primero había sido contestatario al tirano y luego, seducido por sus artes sibilinas, formó parte de su círculo íntimo.

Mon mató a Lilís

A Lilís en verdad quien lo mató fue Mon Cáceres. Jacobito de Lara hizo el primer disparo, que sólo rozó el cuerpo del tirano. Entre otros, también participaron en la trama que provocó el magnicidio que puso término a la férrea tiranía del zorro puertoplateño los jóvenes Horacio Vásquez, Pablo Arnaud, Casimiro Cordero, José Brache, Vicente y Blas de La Maza, Juan María y Eduardo Contín, Dámaso Cabrera, Azael Rodríguez y Dioclesiano Cabrera.

Perico Pepín rescató y enterró el cadáver

El pintoresco y valiente gobernador de la provincia de Santiago Perico Pepín, con decenas de integrantes de un cuerpo armado de caballería, fue a Moca a buscar el cuerpo sin vida del presidente Heureaux.

Fue enterrado en el lateral derecho de la hoy Catedral de Santiago Apóstol, pero antes se produjeron hechos en torno a los restos mortales del tirano que hacen recordar tangencialmente lo narrado por Sófocles en su obra dramática Antígona, con la trágica disputa entre Creonte, Antígona, Ismene y Hemón, teniendo el cadáver de Polinices como centro de la bronca.2

Según diferentes relatos surgidos desde el 1899 el general Perico Pepín tuvo un agrio intercambio de palabras con el joven sacerdote Eliseo Basilio Bornia Ariza, quien insistía que para inhumar a Lilís en la Iglesia Mayor de Santiago se requería cumplir determinadas reglas de tipo jerárquico-administrativo, acorde con el protocolo de la iglesia católica sobre rituales de enterramiento.

Todo se solucionó cuando el vivaz gobernador provincial referido le dijo al sacerdote que si había obstáculos para darle sepultura al cuerpo del mandatario, bajo las losas de aquel templo, también lo enterraría a él junto con Lilís.

La aceptación de la voluntad del inefable Perico Pepín por parte del cura Bornia Ariza permitió que con el paso de los años la descendencia reconocida de ese presbítero llegara a catorce hijos.

Poeta canta a los mocanos

El poeta Arturo Pellerano Castro, más conocido como Byron, resaltó en un poema épico la bravura de los jóvenes mocanos que cerraron abruptamente la parábola vital del despiadado dictador que fue Lilís:

Así se expresó el referido bardo:»Benditos los que matan/Si es un monstruo de sangre el que se hunde/y un pueblo el que se salva.»3

Esos versos tienen un profundo significado en la conciencia colectiva del pueblo dominicano. Es oportuno decir que quien así escribió no fue un improvisado y emotivo cagatinta, sino uno de nuestros más celebrados poetas, a quien Mariano Lebrón Saviñón en su monumental obra Historia de la Cultura Dominicana calificó como «grande poeta…clamoroso y brillante…de musa juguetona…con ese talento que le era peculiar.»4

Antes del exitoso atentado de Moca hubo varios intentos fallidos para ponerle término al gobierno de fuerza que desde el 1887 mantenía en zozobra al pueblo dominicano.

Uno de los últimos movimientos armados contra Lilís (ocurrido un año y un mes antes del magnicidio de Moca) fue el encabezado por el comerciante y político Juan Isidro Jimenes Pereyra. El 2 de junio de 1898 decenas de combatientes arribaron a la costa de Monte Cristi en el vapor Fanita, procedente de la isla Gran Inagua, perteneciente al archipiélago de las Bahamas. Se ha considerado ese episodio como el principio del fin de la tiranía de Ulises Heureaux.

Dicho lo anterior a pesar de que las fuerzas lilisistas, con el gobernador provincial Miguel Andrés Pichardo a la cabeza, lograron sorpresivamente imponerse cuando ya estaban en desbandada; incluso mataron al comandante de los expedicionarios del Fanita.

Fue a ese aguerrido patriota dominicano a quien en el 1901 Juan Vicente Flores le dedicó su libro titulado Lilí, El sanguinario machetero dominicano, editado por primera vez en Curazao. El autor le puso este epígrafe: «A la memoria del General Agustín F. Morales, muerto el 2 de junio de 1898, en la acción de Monte Cristi, combatiendo contra la tiranía.»5

Descritos a grandes rasgos los aspectos referentes a la muerte y entierro del último tirano del siglo XIX dominicano, es pertinente puntualizar algunos otros detalles sobre esa funesta figura.

Nacimiento de Lilís

Ulises Heureaux nació el 21 de Octubre de 1845 en la ciudad atlántica de Puerto Plata. Su primer nombre fue Hilarión Lebert. La madre, Josefa Lebert, era nativa de la isla caribeña de Saint Thomas. Su padre, Dassá Heureaux, al reconocer su paternidad le puso el nombre con el que pasaría a la historia dominicana.

Político y jefe militar

En su ensayo Las Dictaduras Dominicanas Juan Bosch escribió sobre Lilís algo que es importante citar para tener una mejor perspectiva del accionar de dicho personaje, al margen del carácter discutible que tiene la parte final: «Ulises Heureaux reunía dos condiciones que no se hallan juntas en ninguno de los personajes que figuran en la historia nacional con el carácter de jefes de Estado. Esas dos condiciones fueron la del político de gran sagacidad y la del jefe militar que sabía usar la fuerza armada no para aplastar al enemigo sino para ponerlo a su servicio.»6

Un combatiente restaurador

Lilís fue en los comienzos de su vida adulta un combatiente restaurador que con 18 años de edad logró llamar la atención del General Gregorio Luperón. Su gracejo, dichos pintorescos, su inteligencia, arrojo, pulcritud personal, disciplina y su buen desempeño en los combates contra los anexionistas fueron claves para provocar esa empatía.

Cuando Lilís cumplió sus 20 años de edad Luperón le dio el rango de teniente y lo colocó como parte de su Estado Mayor. Con 22 años ya era jefe del Batallón San Felipe y se perfilaba como una figura descollante en la milicia dominicana.

Luego torció de muy mala manera el rumbo de su vida, utilizando una miríada de artimañas para mantenerse en el poder, prescindiendo de cualquier valor ético y convirtiéndose en un verdugo cuyos límites siempre llegaban hasta su insaciable ambición personal.

En 1888, cuando el régimen de fuerza lilisista era naciente, todavía en los albores del tramo dictatorial de sus gobiernos, Gregorio Luperón decidió desvincularse por completo de Ulises Heureaux.

Ministro de Luperón y de Meriño

El General Gregorio Luperón, a la cabeza del gobierno provisional instalado en Puerto Plata en octubre de 1879, designó a Ulises Heureaux Ministro de Interior y Policía y también Delegado en Santo Domingo, con lo cual se proyectó a nivel nacional como un hombre de astucia política y de mando militar.

El Presidente de la República Fernando Arturo de Meriño (1880-82) también nombró a alias Lilís al frente del referido ministerio. En dicha calidad sobresalió por su carácter sanguinario y su eficacia en aplastar a los contrarios que no podía atraer a los intereses que representaba.

El tristemente célebre Decreto de San Fernando, firmado el 30 de mayo de 1881 por el Meriño, fue una herramienta que Lilís utilizó con mucha frecuencia y de manera implacable, provocando interminables orgías de sangre en diferentes lugares del país.

Dicho Decreto disponía en su artículo 2, con lóbregos sintagmas, que las autoridades tenían facultad para aplicar la pena de muerte a las personas que fueran encontradas con armas para combatir el gobierno de Meriño.7

Invocando ese texto de origen espurio Meriño y Lilís cometieron decenas de crímenes en muchos lugares del país. Echaron por tierra no sólo el orden de prelación de las leyes, sino especialmente el mandato de la Constitución de la República vigente para entonces, la que surgió de la reforma del 17 de mayo de 1880.

En efecto, esa Carta Magna disponía en ordinal primero de su artículo11 lo siguiente: «la abolición de la pena de muerte por causas políticas» y de manera contundente el numeral 14, ordinal tercero del mismo artículo establecía que ningún dominicano podría «ser juzgado por tribunales ni comisiones especiales, sino por sus jueces naturales, y en virtud de leyes dictadas antes del delito o acción que deba juzgarse.»8

En Higüey, a las 7 de la mañana del día 7 de septiembre de 1881, con la mampara represiva e ilícita del dicho Decreto, y sin ningún juicio, fueron fusilados en la tapia del cementerio municipal, por órdenes de alias Lilís, Ministro de Interior y Policía, el general Tomás Botello, sus hijos los coroneles Pedro Tomás y José; el poeta y general puertoplateño Juan Isidro Ortea, Vidal Méndez, Quintín Díaz y Ricardo Lluberes. Esos crímenes se cometieron en abierta violación a los derechos constituciones de las víctimas.

Por primera vez en la Presidencia de la República

Ulises Heureaux llegó a la cima del poder por primera vez en septiembre de 1882, bajo el cobijo del Partido Azul, el de Luperón. Entonces ejerció la primera magistratura de la Nación sin muchos sobresaltos. En el 1884 cumplió su mandato de 2 años encarrilado en la normativa legal. En ese período gubernamental lo acompañó como Vicepresidente el General Casimiro de Moya, con quien luego sostendría una enemistad más allá de la política.

En su obra Semblanzas del Corazón el escritor mocano José Rafael Lantigua hace referencia a un historiador innominado a quien le atribuye haber dicho que: «Heureaux no era hombre de limpias lealtades o altos escrúpulos.»9

En la silla presidencial hasta la muerte

En enero de 1887 Lilís se montó de nuevo en el carro del poder y ya no lo dejaría hasta el 26 de julio de 1899, cuando cayó en Moca bajo el fuego liberador de unos jóvenes aguerridos de aquella ciudad ubicada en el corazón del Cibao.

Superstición y política

En el accionar político de Lilís era frecuente el uso de la más variada gama de artilugios para seguir montado en el lomo del tigre del Poder. Hasta creó una amplia escalera fantasmagórica vinculada directamente con la magia. En no pocas

ocasiones se valió de un supuesto espíritu malvado llamado baká para permear mentes primarias y manipularlas a su antojo.

Una de las anécdotas más famosas de Lilís fue la que se inventó cuando el general Eulalio Malojo viajó desde Neiba a Santo Domingo para informarle la imposibilidad de atentar contra el rebelde general Pablo Mamá, bajo el alegato de que éste estaba «compuesto»y que no le entraban las balas.

Esa superchería Lilís la resolvió con peripé propio de un consumado embaucador, diciéndole a Malojo que acababa de recibir proveniente Haití, «de un papá bocó amigo mío, seis cartuchitos muy bien arreglados.»10

A los pocos días Pablo Mamá fue fulminado con las balas rayadas y «santiguadas» que el tirano le entregó a Malojo.

Ese desenlace era una prueba más de que Lilís difundía, como sugestión para mantenerse en el poder, diferentes versiones sobre aquello de que «ciertos espíritus irritables se valen del ojo humano para desahogar su malhumor sobre los mortales…Y donde la mirada se posa, la desdicha se difunde, dañando todo lo que está a su alcance…», como escribió el historiador estadounidense James G. Leyburn.11

Un hombre mujeriego

Lilís fue un hombre de muchas conquistas femeninas. Quedó comprobado que eso formaba parte de sus tácticas para gobernar, con un trasunto de falocracia. Corren a raudales mil y una anécdotas sobre la cantidad de mujeres que sedujo. Algunas, como Juana Ogando, pasaron a la historia por la preeminencia que tuvieron en los afectos del tirano.

El novelista Marcio Veloz Maggiolo, en El llanto del General, se imaginó a Ulises Heureaux, ya en los últimos años de su vida, hablándole a la viuda Emilia Soulastre de esta manera: «La vida te pone enfrente la mujer que amarías, cuando ya no tienes capacidad de amar.» El laureado escritor remata su evocación sobre el siniestro dictador señalando que se trataba de «un dardo de veneno sensual…como el sabor agreste de sus muchas amantes…»12

Lilís y la economía

Aunque Lilís fue un pésimo administrador de las finanzas públicas y llevó a la República Dominicana a la bancarrota (las llamadas «papeletas de Lilís» valían menos que hojarasca), también es verdad que en la historia económica nacional él figura como uno de los impulsores de la primera fase del capitalismo, dejando atrás muchas de las rémoras del precapitalismo que prevalecían aquí en los comienzos de la última década del siglo antepasado.

Conectado con lo anterior, y habida cuenta de que fue en el siglo XIX cuando el oro pasó a ser una especie de moneda internacional, y se convirtió en la base para las operaciones financieras entre los países, es oportuno recordar que el 14 de abril de 1894 Lilís le envió una comunicación a Manuel María Gautier, quien hasta el año anterior había sido su vicepresidente y seguía teniendo poderosa incidencia en su gobierno, en la cual le informaba que:

«…hemos procedido al cambio del sistema económico, decretando el patrón oro para todas las operaciones de la República…»13

Lilís y la política

A Lilís le gustaba enviar cartas, que luego se convirtieron muchas de ellas en un formidable epistolario que ha permitido conocer parte de su pensamiento sobre los más diversos temas. El 26 de junio de 1888 le escribió una correspondencia a Carlos M. Rojas, en la cual le decía, entre otras cosas, lo siguiente: «…para manosear la política se necesita siempre vestir la mano cuando no de un guante de hierro al menos de uno que tenga escamas para resistir a las ponzoñas de los malos intencionados.»14

Valga una digresión para decir que los dos jóvenes mocanos que mataron a Lilís murieron trágicamente: Mon Cáceres fue asesinado doce años después, siendo Presidente de la República, y Jacobito de Lara se suicidó en la cárcel de Puerto Plata, donde estaba recluido luego de cometer un feminicidio en un parque de Moca.

Bibliografía:

1-Ese Moca desconocido. Impresora Amigo del Hogar, 2000.P44. Artagnan Pérez Méndez.

2-Antígona.Editorial Rialp, 2014. Sófocles.

3- Poema,1899. Arturo Pellerano Castro.

4-Historia de la cultura dominicana. Impresora Amigo del Hogar,2016.Pp 320,328 y 765. Mariano Lebrón Saviñón.

5-Lilí, el sanguinario machetero dominicano. Editora Búho, segunda edición, 2006. P25. Juan Vicente Flores.

6-Las dictaduras dominicanas. Editora Alfa y Omega, 1988.P65.Juan Bosch.

7- Decreto de San Fernando.30 de mayo de 1881. Fernando Arturo de Meriño.

8-Constitución de la República del 17 de mayo del 1880.

9-Semblanzas del corazón. Impresora Amigo del Hogar, 2001.P233. José Rafael Lantigua.

10-Cosas de Lilís. Editora Taller,1977. Pp70 y 71.Víctor M. De Castro.

11-El pueblo haitiano. Editora Corripio,1986. P190. James G. Leyburn.

12-El llanto del General. LD, 4 de febrero del 2011.Marcio Veloz Maggiolo.

13-Antologia de cartas de Ulises Heureaux (Lilís).P58.Editora Búho,2015.Editor Cyrus Veeser.

14-Carta de Lilís a Carlos M.Rojas,26-junio-1888.

2020-07-24 22:41:12