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DESPUÉS DEL TRABUCAZO DE LA INDEPENDENCIA NACIONAL (1)

Teófilo Lappot Robles

por Teófilo Lappot Robles

Lo que en propiedad puede considerarse como la primera manifestación de disgusto por la ocupación haitiana del territorio dominicano fue hecha el mismo 9 de febrero de 1822 por José Núñez de Cáceres.

Ese gesto no desapercibido por los presentes ocurrió en una plaza pública de la tierra que entonces era llamada Santo Domingo Español.

José Núñez de Cáceres

Núñez de Cáceres, padre de la que se conoce como independencia efímera, mostró su contrariedad en el momento en que el presidente de Haití Jean Pierre Boyer formalizaba, bajo el imperio de las armas, la posesión de la ciudad de Santo Domingo, con lo cual iniciaba su control completo de la segunda isla en tamaño de las Antillas.

Cuando Boyer salió de Santo Domingo, el 6 de marzo del referido año, en ruta por los pueblos del Cibao (dejando al frente de la Ciudad Primada de América al general Gerónimo Maximiliano Borgellá, franqueado por los coroneles Deshayes y Solages) iba muy molesto porque no logró que el arzobispo Pedro Valera Jiménez, el primer dominicano en lograr las insignias litúrgicas del anillo episcopal, el báculo y la mitra, se pusiera a su disposición, lo cual él consideró que era una afrenta imperdonable.

La referida actitud de Núñez de Cáceres siguió germinando en muchos dominicanos durante más de dos décadas, hasta que el trinitario Ramón Matías Mella hizo el disparo de trabuco en la media noche del 27 de febrero del 1844, en la Puerta de la Misericordia, que fue el anuncio del nacimiento de la República Dominicana.

Jean Pierre Boyer

De ese lugar sagrado para los dominicanos salieron los patriotas hacia la Puerta del Conde, donde a pesar de que el sargento Juan Gross pretendió disparar en su contra el teniente Martín Girón cumplió lo pactado de entregar dicha plaza.

Fue en ese lugar donde ondeó por primera vez el lienzo tricolor que es la bandera dominicana.

Dominicanos de diversos niveles sociales, políticos y económicos se dieron cita allí, entre ellos estaban Mella, Francisco del Rosario Sánchez, Vicente Celestino Duarte, Juan Alejandro Acosta, Ramón Alonso Ravelo, los hermanos José Joaquín, Eusebio y Gabino Puello, Remigio del Castillo, José Llaverías, Tomás Bobadilla, Martín Puche, Jacinto y Antonio Brea, Joaquín Montolío, Eusebio Gatón, Guillermo Barriento, Narciso Sánchez y muchos otros.

Uno de los primeros actos preventivos para una eventual guerra citadina entre los dominicanos y los ocupantes haitianos lo ejecutó el teniente Ángel Perdomo, en el antiguo Baluarte de San Genaro, obra hecha con propósitos militares a principios del siglo XVII, y que a partir del 1655 comenzó a conocerse como Puerta del Conde, en honor a Bernardino de Meneses y Bracamonte Zapata (Conde de Peñalva), quien siendo a la sazón gobernador español de la isla de Santo Domingo enfrentó exitosamente en dicho año a miles de tropas inglesas dirigidas por el almirante William Penn y el general Robert Venables.

La acción bélica de Perdomo consistió en que poco después de la llegada allí de los independentistas puso a unos artilleros dominicanos al frente viejos cañones que estaban entre las fortificaciones de El Conde y de la Concepción, esta última recuperada hace varios años y que se yergue en la intersección de las calles Mercedes y Palo Hincado.

Ya entrada la madrugada del 28 del referido febrero las autoridades haitianas, pensando que podían frenar la sublevación, ordenaron el acuartelamiento de las tropas que seguían bajo su control en la Fortaleza Ozama, entonces llamada La Fuerza.

Los ocupantes formaron apresuradamente varias unidades de infantería, incluyendo belicosos comandos, bajo la dirección directa del general Deo Hérard-Paul y otros oficiales que eran supervisados minuto a minuto por el general Henri Etienne Desgrotte.

No pudieron romper la resistencia de los independentistas que se movían con espíritu bélico por diversos lugares estratégicos de la pequeña urbe de Santo Domingo.

Entre la aurora y los primeros tenues rayos del sol que asomaban a la vista de los habitantes de la principal ciudad del país desde el oriente dominicano ya se había creado una especie de junta provisional de gobierno con Sánchez, Mella, Bobadilla y otros notables a la cabeza.

Vale señalar como hecho importante en las primeras horas del anuncio de la Independencia Nacional el que protagonizaron Juan Alejandro Acosta, Juan Isidro Díaz, Leandro Espinosa, Hipólito Reyes, Carlos García y Eusebio Puello, quienes tomaron la aduana de Santo Domingo, a pesar de la renuencia inicial del capitán Miguel Deschape; este tal vez influenciado por lo que Marcos Cabral y otros difundieron desde Baní, en el sentido de que lo que se buscaba era poner de nuevo en práctica la esclavitud.

Acosta, y los demás patriotas que actuaron junto a él, coparon la capitanía del puerto. Así aseguraron el control de las puertas de la Atarazana y San Diego.

De inmediato hicieron un movimiento de pinza, creando un doble embolsamiento a oficiales y soldados haitianos en la fortaleza Ozama y otros puntos dominados por ellos.

Los extranjeros quedaron así con muy escasa capacidad de maniobra militar para revertir la situación desfavorable a ellos.

Otra brillante labor de inteligencia militar básica y estratégica que hicieron los dominicanos en esas horas cruciales de nuestra historia fue realizar, a la vista de los haitianos, incesantes viajes de cabotaje por la ría que se forma cuando el mar Caribe se encuentra con el río Ozama, en el litoral sur de la ciudad de Santo Domingo.

El objetivo de los patriotas era que el enemigo creyera, como así ocurrió, que la cantidad de hombres que se movían en actitud de combate era más numerosa que la real. Mucho tiempo después esa astucia fue imitada en otros lugares de América.

A media mañana del citado 28 de febrero de 1844 llegaron desde Haina a la principal población del país combatientes al mando de Baltazar Álvarez; mientras que de San Cristóbal arribaron pelotones de hombres con diferentes armas, dirigidos por Esteban Roca. Eso aumentó el pánico de los usurpadores de la soberanía del pueblo dominicano.

Ese día, cuando una avanzada de negociadores haitianos pretendía dorar la píldora y el habilidoso cónsul francés Eustache de Juchereau de Saint Denys trataba de pescar en río revuelto, los dominicanos les dieron una respuesta enérgica.

Les hicieron saber a los foráneos, sin ningún margen de duda, que tenían “la firme e indestructible resolución de ser libres e independientes a costa de sus vidas y sus intereses”.

Pero además agregaron que no había amenaza que pudiera hacerlos volver atrás en el cumplimiento de su voluntad de libertad e igualdad.

Los patriotas dominicanos concluyeron señalando que buscaban las garantías de las leyes como base para la felicidad de todos los hombres, sin tomar en cuenta su estado y su condición.

En los primeros dos días posteriores a la hazaña de la Puerta de la Misericordia hubo discusiones entre representantes dominicanos y haitianos que negociaban la salida de estos últimos del territorio nacional, tal y como describe el historiador José Gabriel García, en sus valiosos comentarios que han servido de pilar fundamental para entender muchos de los hechos de esa etapa estelar de nuestro pasado.

García señala, por ejemplo, enfrentamientos verbales muy exaltados entre el trinitario Pedro Alejandrino Pina y el oficial haitiano Jean Baptiste Morin.

Consta en los registros de nuestra historia que frente a la decisión inquebrantable de libertad que exhibían los febreristas un alto burócrata haitiano dijo: “¡estamos perdidos, la independencia de los dominicanos es un hecho!”.

Tal vez ese asentimiento se produjo en uno de los salones del entonces llamado Palacio de Borgellá, un imponente edificio del siglo XVI, correspondiente al período del gobernador colonial español Nicolás de Ovando, situado frente al Parque Colón, de la ciudad de Santo Domingo, que servía de sede de gobierno a los intrusos gobernantes haitianos. 

En los días posteriores se produjeron acciones ricas en lecciones históricas que desarrollaré en la próxima entrega.

teofilo lappot

teofilolappot@gmail.com