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Por Manuel Hernández Villeta
Santo Domingo, R. D., 12 de enero, 2024.- La terrible lucha por la subsistencia y la creciente marginalidad, lleva a una parte mayoritaria de la juventud dominicana a perder las garras de la lucha por reivindicaciones. Enfrenta sus días tratando de conseguir la comida, languideciendo en el barrio o cayendo en la delincuencia.
Para muchos vivir en la marginalidad es un símbolo de delincuencia. No es así. La exclusión social es un reflejo de barbarie, y empuja a una creciente mayoría de jóvenes a caer en los tentáculos del crimen.
El primer paso hacia la delincuencia se da por la carencia de alimentos, de vivienda, de futuro. Los caminos cerrados solo llevan a dar un paso hacia ser un soldado del crimen, o una prostituta en la calle o en un salón de lujo. La radiografía de la mayoría de los jóvenes que delinquen está enmarcada por la atormentadora miseria.
La delincuencia es impulsada por fallas sociales, no por caprichos personales. En lo colectivo, la sociedad falla y no da respuestas a los graves problemas que tiene la masa emergente. Por el contrario, los sumerge en el lodo de donde es muy difícil que se levante.
Los saltos sociales de hoy son individuales, personales, pero se deja detrás el interés colectivo. Hay que trabajar para mejorar las condiciones sociales y políticas de los jóvenes dominicanos de hoy, sumergidos en el mayor de los abandonos.
Con elecciones a la vista, el tema de la marginalidad social del país tiene que ser tratado y revisado. El futuro nacional queda castrato con la miseria extrema. El desarrollo se torna desigual, siendo un espejismo para millones, y un beneficio para un puñado.
No puede haber equilibrio social donde florece el abandono colectivo, y miles no cuentan con servicios médicos, con facilidades educativas, con un trabajo seguro y la comida escaseando en la mesa
Ya no hay rebeldes con causa, solo jóvenes que languidecen en las esquinas de los barrios, rumiando su desesperación, sin saber el camino a tomar. Ahí es que le da una falsa identidad la pandilla y el crimen. La mejor forma de controlar la delincuencia, es mejorando las condiciones generales de vida del país.
Pero tampoco hay rebeldes sin causa. El resbalar por el precipicio del hambre y la miseria carcome los deseos de alzar la voz y levantar el puño. Hay que darle esperanzas a la juventud de que podrá tener un mejor presente, que es la única forma de levantar un futuro placentero. ¡Ay!, se me acabó la tinta.