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Por Manuel Hernández Villeta
Santo Domingo, R. D., 8 de febrero, 2024.- El debate y las encuestas, caminando en el siglo 21, se van quedando atrás. No es el camino único e infalible para determinar preferencias en una campaña electoral. El fantasma que cobra fuerzas en el mundo político es la percepción. Nada es verdad ni mentira, sino la brillante del color que lo adorna.
En las guerras del siglo 20 la verdad era la víctima inicial. Antes de que fuera fulminado el primer soldado, se sepultaba a la verdad. De ahí en adelante el parte de guerra maquillado y los horrores ocultos, era lo trascendental.
Los debates han ido perdiendo fuerza y veracidad en casi todo el mundo. La televisión y las redes sociales lo han convertido en un espectáculo circense, y no en la balanza para medir el esfuerzo, la tenacidad y el compromiso de los candidatos.
En un debate importa más el color de la corbata, que el programa de gobierno. En la República Dominicana no hay tradición de debates, ni tampoco de redacción, presentación y cumplimiento de programas de gobierno. Se espera el triunfo con una encuesta bajo el brazo, con los candidatos recostados en las redes sociales.
Ya es historia pensar que un gran mitin de cierre de campaña va a decidir voluntades. On-line millones de personas han seguido la campaña y ya tienen sus preferencias. No es necesaria una movilización a nivel nacional, si por las redes de internet ya se dio pie a la sin razón de los fanáticos anónimos.
Hoy más que el debate, es la percepción de las redes sociales lo que puede dar el triunfo u ocasionar la derrota. Un ejército de ciber-fanáticos dan la imagen de que se es imbatible, y por el contrario a otros le pintan el pesado fardo de la derrota.
Solo hay algo que no cambia, que no es zarandeado por los recursos técnicos: la conciencia. Lo malo es que en muchos dominicanos la conciencia tiene precio, o está dormida. Se vende al mejor postor. La lucha no es por reivindicaciones colectivas, sino para cada cual tomar una migaja del pastel.
Aunque a usted le de brega creerlo ni encuestas ni debates, la balanza se inclina por la percepción. Hay que mantener la esperanza de que la conciencia de cada ciudadano le permita ejercer su derecho al voto de forma firme, sin dobleces, sin compra, ni venta, sino pensando en los mejores intereses del país. ¡Ay!, se me acabó la tinta.
El debate y las encuestas, caminando en el siglo 21, se van quedando atrás. No es el camino único e infalible para determinar preferencias en una campaña electoral. El fantasma que cobra fuerzas en el mundo político es la percepción. Nada es verdad ni mentira, sino la brillante del color que lo adorna.
En las guerras del siglo 20 la verdad era la víctima inicial. Antes de que fuera fulminado el primer soldado, se sepultaba a la verdad. De ahí en adelante el parte de guerra maquillado y los horrores ocultos, era lo trascendental.
Los debates han ido perdiendo fuerza y veracidad en casi todo el mundo. La televisión y las redes sociales lo han convertido en un espectáculo circense, y no en la balanza para medir el esfuerzo, la tenacidad y el compromiso de los candidatos.
En un debate importa más el color de la corbata, que el programa de gobierno. En la República Dominicana no hay tradición de debates, ni tampoco de redacción, presentación y cumplimiento de programas de gobierno. Se espera el triunfo con una encuesta bajo el brazo, con los candidatos recostados en las redes sociales.
Ya es historia pensar que un gran mitin de cierre de campaña va a decidir voluntades. On-line millones de personas han seguido la campaña y ya tienen sus preferencias. No es necesaria una movilización a nivel nacional, si por las redes de internet ya se dio pie a la sin razón de los fanáticos anónimos.
Hoy más que el debate, es la percepción de las redes sociales lo que puede dar el triunfo u ocasionar la derrota. Un ejército de ciber-fanáticos dan la imagen de que se es imbatible, y por el contrario a otros le pintan el pesado fardo de la derrota.
Solo hay algo que no cambia, que no es zarandeado por los recursos técnicos: la conciencia. Lo malo es que en muchos dominicanos la conciencia tiene precio, o está dormida. Se vende al mejor postor. La lucha no es por reivindicaciones colectivas, sino para cada cual tomar una migaja del pastel.
Aunque a usted le de brega creerlo ni encuestas ni debates, la balanza se inclina por la percepción. Hay que mantener la esperanza de que la conciencia de cada ciudadano le permita ejercer su derecho al voto de forma firme, sin dobleces, sin compra, ni venta, sino pensando en los mejores intereses del país. ¡Ay!, se me acabó la tinta.