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Por Manuel Hernández Villeta
Las elecciones son un río desbordado de pasiones. Se ensombrece la razón e impera el sentido de la percepción. En un torneo electoral, como en la guerra, la verdad queda sepultada por la sinrazón. Se torna del color que exhibe cada fanático.
En la vieja usanza de la política dominicana las elecciones se perdían y o se ganaban el día de las votaciones. No por el sentido del voto, sino por las triquiñuelas. Los viejos zorros de la política.-partidista gozaban de decir que los comicios se amarraban el día de las elecciones con un saco de cuartos en el baúl de un carro.
El clientelismo, el comprar votos y el ahogar conciencias era la principal labor de los activistas el día de las votaciones. Con la caída de las ideologías, la marcha del partidismo es de intereses inmediatos, parecería ser que el bien común, y el trabajo colectivo, quedaron en el olvido.
Y no debe ser así. La política en cualquiera de sus acepciones, desde la intelectual hasta la partidaria, es una acción de conciencia, donde las mujeres y los hombres deben meditar sobre su futuro individual y colectivo..
Estamos en temporada electoral, y el momento es propicio para que cada ciudadano comprenda que el ejercicio del voto, es una acción de deber y responsabilidad. Es su derecho de escoger a sus gobernantes, Es su opción de buscar nuevos derroteros. Es su momento particular de gloria.
En el papel, todos los ciudadanos somos iguales. Tenemos el mismo peso social, sin importar la fortuna o la miseria de cada cual. Pero todo es teoría. Las divisiones de clase son inviolables, son infranqueables. Hasta la vieja sociedad sin clases de los izquierdistas se basaba en el dominio del proletario.
Ahora se nos quiere vender que la percepción es la verdad. Muy zarandeado el concepto de verdad, ahora se exhibe como estandarte de la mentira. La miseria puede ser oculta y maquillada, pero los que viven en ella conocen sus estertores diarios.
Los dominicanos hoy tienen que hacer ejercicio de conciencia y comprender que las elecciones es el único camino para asegurar vivir en democracia y tener un gobierno representativo. Ni la triquiñuela ni la banderola son la opción. El voto libre y democrático es el único camino.
No debe desaprovechar externar libremente su opinión al momento de depositar su voto. Si se vende nuestra verdad por un pica-pollo, se derrumba el presente y el futuro. ¡Ay!, se me acabó la tinta.