POR TEÓFILO LAPPOT ROBLES
En enero de 1844 se publicó en el país un documento, por parte de grupos conservadores, cuyo contenido era la negación de la libertad plena de los dominicanos, por la que luchaban desde hacía seis años los patriotas encabezados por Juan Pablo Duarte.
Manuel Arturo Peña Batlle
Jean Price-Mars
Fue titulado “Manifestación de los pueblos de la parte del Este de la isla antes Española o Santo Domingo sobre las causas de su separación de la república haitiana”.
Desde entonces hasta hoy ese texto ha sido objeto de muchas controversias, por las connotaciones de interés histórico que se derivan al hacer su exégesis.
Ahora se cumplen 180 años de aquella publicación, la cual fue como una patología de nuestro pasado, pues su objetivo central era laminar el proyecto trinitario de independencia pura y simple.
En la proclamación del 16 de enero de 1844 se planteaba la separación de Haití, pero dejando la posibilidad de que otros países pudieran dirigir el destino del pueblo dominicano. Eso iba contra los principios que dieron origen a La Trinitaria.
Quince días antes se había publicado otro escrito, en la misma línea claroscura y vacilante, en la ciudad de Azua. Ese lo hicieron los partidarios de un protectorado francés, siguiendo las directrices trazadas por el entonces cónsul general y representante personal del rey Luis Felipe I de Francia en Haití, señor Auguste Levasseur.
Ambos textos negaban la posibilidad de que los dominicanos pudiera regir sus destinos sin tutelaje foráneo. Negaban el proyecto de Independencia Nacional que confeccionó Duarte en septiembre de 1843, basado en el juramento trinitario que sostenía lo siguiente:
“…implementar una República libre e independiente de toda dominación extranjera que se denominará República Dominicana”.
Por cosas como esas es que a Duarte, con palabras del filósofo, historiador y abogado Pedro Troncoso Sánchez, “hay que redescubrirlo cada día…con el ardor de su espíritu excepcional y el aliento de su acción heroica…para que la dosis de verdad predomine sobre la dosis de imaginación…” (Opúsculo publicado por el Ateneo Dominicano, 1969).
Vale decir que metiendo baza el historiador haitiano Jean Price-Mars (llamado por el abogado e ideólogo Manuel A. Peña Batlle “el príncipe de los hombres de ciencia haitianos”) hizo en el 1953, en un libro de su autoría, comentarios a su acomodo, escudándose en la referida soflama del 16 de enero de 1844.
Dicho autor (que en clave peyorativa tildó de bovaristas a los dominicanos) se solaza en la citada obra escribiendo de manera enmarañada que la ocupación militar de nuestro país en el 1822, ordenada por el presidente haitiano Jean Pierre Boyer, fue un “plan para reunir la parte oriental de la isla con el resto de la República”.
También escribió, con actitud maniqueísta, que las líneas del Manifiesto del 16 de enero de 1844 demostraban que los haitianos no actuaron con violencia contra los dominicanos en el 1822, añadiendo textualmente que “contradicen las atrevidas y sistemáticas afirmaciones” de los historiadores modernos de la República Dominicana. Concluye sobre una supuesta nobleza de los haitianos que ocuparon nuestro país durante dos largas décadas. (La República de Haití y la República Dominicana, tomo I. Pp187, 327 y 328. Editora Taller, 2000. Jean Price-Mars).
La verdad es que la auténtica voluntad del pueblo dominicano, como no podía ser de otra manera, estaba enraizada en los fundamentos que emanaban de La Trinitaria, que fue el primer instrumento formal de lucha por la Independencia Nacional que creó Duarte.
Juan Pablo Duarte, ajeno a cualquier otro interés que no fuera la soberanía de los dominicanos sin ninguna interferencia extraña, escribió (aunque los grupos conservadores no lo dejaron cuajar en la realidad) un proyecto de Ley Fundamental cuyo artículo 6 decía que:
“Siendo la Independencia Nacional la fuente y garantía de las libertades patrias, la Ley Suprema del Pueblo Dominicano, es y será siempre su existencia política como Nación libre e independiente de toda Dominación, Protectorado, intervención e influencia extranjera…” (Vaciado en la página 60 del libro titulado En torno a Duarte. Recopilador E. Rodríguez Demorizi).
Mientras otros buscaban ventajas personales, Duarte, desde su destierro en Curazao, concibió en enero de 1844 una carta que envió a sus familiares el 4 de febrero siguiente en la cual les dice, entre otras cosas:
“El único medio que encuentro para reunirme con Uds. es independizar la patria; para conseguirlo se necesitan recursos, recursos supremos, y cuyos recursos son, que Uds. de mancomún conmigo y nuestro hermano Vicente ofrendemos en aras de la patria lo que a costa del amor y trabajo de nuestro padre hemos heredado…” (Ibidem, página 13).
Es importante decir que la paternidad de la redacción del referido Manifiesto del 16 de enero de 1844 se les atribuyó a diferentes personajes.
El filólogo, ensayista e historiador Máximo Coiscou Henríquez, en su colección titulada “Escritos breves”, señala que “es obra colectiva”. Debo aclarar que él era un “escritor polémico” y a menudo surtía sus relatos históricos con su propia cosecha de hombre pensante.
En el cuarto volumen sobre su colección de historia de Haití (1843-1846) el historiador haitiano Thomas Madiou les atribuyó la autoría a Francisco del Rosario Sánchez y Ramón Matías Mella. Esa afirmación fue descartada pues el contenido del mismo estaba disociado de las creencias patrióticas de esos trinitarios.
Para el historiador Vetilio Alfau Durán el autor exclusivo de ese citado escrito fue Bobadilla, explicándolo así: “…es indudable que tanto en su concepción como en su redacción campea la mente y la pluma del sagaz político don Tomás Bobadilla y Briones”. (Vetilio Alfau Durán en el Listín Diario. Escrito I. Editora Corripio, 1994.P.445.)
Ese consagrado académico nacido en Higüey escribió también que Bobadilla era “el más autorizado para escribir un documento de tal importancia; porque en la Manifestación está patente su inconfundible espíritu, la misma esencia de los innumerables documentos escritos por él…” Añade que “…el sagaz Bobadilla tenía verdadera conciencia de la importancia de su obra.” (Por la verdad histórica. Editora Búho 2015.Pp53-56. Vetilio Alfau Durán).
El historiador Emilio Rodríguez Demorizi también señala que el autor único de esa Manifestación fue el destacado neibero Bobadilla. Reforzó su criterio al respecto expresando que él era “el necesario redactor de las proclamas, las leyes y decretos con que se conjuraban las situaciones críticas” (Discursos de Bobadilla. Impresora Viuda García, 1938.P11. E. R.D.).
El historiador Roberto Cassá opina que el autor del susodicho texto fue Sánchez, pero vincula a Bobadilla, de quien escribió que “carecía de fe en la posibilidad de que en el país se diese un estatuto definitivo de independencia».
“…Sánchez redactó el Manifiesto del 16 de Enero…Las fuentes coinciden en que Bobadilla tomó parte en la elaboración del texto o fue él su redactor; lo más creíble es que lo corregiese y ampliase”. (Personajes Dominicanos, tomo I. Editora Alfa y Omega, 2013. Pp.161 y 162. Roberto Cassá).
Eustaquio Puello afirmó en el 1918 que el mencionado Manifiesto del 16 de enero de 1844 fue escrito por “mi primo Manuel Dolores Galván en reunión de Musié Pallén”. Esa versión fue descartada por múltiples motivos.
El 10 de junio de 1847 el mismo intelectual y político Tomás Bobadilla Briones se atribuyó la redacción del mencionado Manifiesto. (Bloque de leyes de 1847.Intervención en el Congreso Nacional).
El jurista e historiador Leonidas García Lluberes, aunque no negó la autoría de Bobadilla, expresó que:
“ Hemos sacado en limpio que el Manifiesto del 16 de enero de 1844, primer documento de nuestra Colección de los actos constitucionales y legislativos del pueblo dominicano, en lugar de ser franca y sincera expresión de los ideales de Independencia propagado por La Trinitaria, no fue más que la máscara de que se valió la reacción conservadora o antiduartista para introducirse en la Revolución y apoderarse del fruto de una labor patriótica a la que había obstaculizado por todos los medios a su alcance.” (Crítica histórica. Editora Montalvo, 1964. Leonidas García Lluberes).
teofilo lappot