Edward Burnett Tylor
POR TEÓFILO LAPPOT ROBLES
Los primeros registros de las manifestaciones espirituales de los seres humanos contienen expresiones del animismo como sistema de creencias y uno de los pilares del concepto cultura en su más amplia definición.
Todas las razas han practicado en sus orígenes, y algunos grupos hasta el presente, facetas diversas del animismo, que no es una religión.
El animismo existió como tal muchísimo antes de que el académico inglés Edward Burnett Tylor macerara el término en el 1871, como un concepto antropológico de largo aliento.
Filósofos, antropólogos y especialistas en otras ramas del saber humano han llegado a la conclusión de que el núcleo del animismo siempre ha girado en torno a darles categoría de seres con conciencia a todo lo que forma parte de la naturaleza.
En las recopilaciones sobre hechos del más remoto pasado no todos los pueblos utilizaban el término animista, pero lo eran.
Así se comprueba por sus comportamientos, invocaciones y rituales con espíritus, plantas, piedras y otros objetos a quienes consideraban que oían y actuaban, es decir que tenían alma.
Es un tema complejo que no puede ser examinado en detalles en una simple crónica ni en un ensayo comprimido, pero importa enunciarlo en sus aspectos generales, pues forma parte de la cultura humana.
El sabio griego Platón, ya en su etapa de senectud, en su diálogo sobre las Leyes, sin referirse al animismo de manera directa, hizo un condensado cargado de buen juicio al expresar que:
“Los que niegan la existencia de los dioses, son impíos para ellos…como también los que la admiten sosteniendo que no intervienen en las cosas de aquí abajo, o los que piensan que se les aplaca fácilmente con sacrificios: tres opiniones igualmente perniciosas”.
De igual modo el jurista y filósofo francés Charles Louis de Secondad, mejor conocido como Montesquieu, en su clásica obra titulada Del espíritu de las leyes, que recoge gran parte del pensamiento político y social que desarrollaron Cicerón, Aristóteles, Polibio, Descartes y otros sabios, haciendo un ejercicio de analogía, puntualizó que:
“La fuerza principal de la religión reside en que se cree en ella; la fuerza de las leyes humanas reside en que se las teme. La antigüedad conviene a la religión, pues solemos creer mejor las cosas a medida que son más remotas…” (Del espíritu de las leyes. Editorial Tecnos, Madrid. 2da. Edición, 1980.P.367. Montesquieu).
Es válido decir, por lo que se ha demostrado a través del tiempo, que es falso aquello de que los efectos que vemos en el mundo proceden de un principio de fatalidad ciego; en consecuencia, el animismo tiene su espacio en el conjunto de la cultura humana.
Puesto que desde “que el mundo es mundo” el animismo ha existido en todos los lugares de la tierra, voy a explicarlo primero como fue aquí y en algunos países cercanos. En la segunda entregara lo comentaré en referencia a otros lugares.
En el archipiélago de las Antillas el animismo tuvo una presencia muy notaria siglos atrás, y todavía hay persistencia de esa creencia en algunos de sus territorios.
Practicaban creencias animistas los taínos, macoriges, caribes, ciguayos y otras etnias esparcidas por los pueblos del mar Caribe. Sus imploraciones y ofrendas a los que consideraban sus dioses generalmente las acompañaban con actos de magia, utilizando artilugios en su significado de ardid.
Cuando los conquistadores españoles llegaron a esta zona de la tierra los habitantes de lo que ahora son República Dominicana, Cuba, Puerto Rico, Jamaica, Haití y varias islas de los alrededores tenían sus creencias basadas en las líneas centrales que definen el animismo, por ejemplo, con aquella conseja de que alguien fue arrebatado por el sol y convertido “en pájaro que canta por la mañana, como el ruiseñor…”
Los antropólogos que han estudiado el sistema de creencias religiosas de los taínos señalan que para ellos eran lo mismo el mundo natural y lo que está por encima, pues los elementos de la naturaleza estaban dotados para tomar vida.
En cuanto a los seres humanos los taínos consideraban que “eran pasibles de transformaciones sobrenaturales y encantamientos.” (Historia, Arte y Cultura en las Antillas Precolombinas. Editora UASD,1999.P.187. Marcio Veloz Maggiolo y Daniela Zanin).
Fray Ramón Pané, acompañante de Cristóbal Colón en su famoso segundo viaje “al Nuevo Mundo”, que admitió que “escribía con premura y no tenía papel bastante…”, hizo una relación acerca de objetos, creencias y vida en general de los taínos, lo cual ha permitido tener una idea de ellos como seres humanos en etapa primitiva.
Para los taínos, según el relato de Pané, el mar nació por la impericia al manejar una calabaza “que no la colgaron bien, de modo que cayó en tierra y se rompió. Dicen que fue tanta el agua que salió de aquella calabaza que llenó toda la tierra, y con ella murieron muchos peces. Entonces dicen que tuvo origen el mar…Dicen también que el sol y la luna salieron de una gruta…” (Relación acerca de las antigüedades de los indios.Pp.36 y 38.Biblioteca Clásicos Dominicanos. Editora Corripio,1988. Fray Ramón Pané).
También creían, según el referido autor, que “los muertos se aparecen por los caminos cuando uno va solo, porque cuando van muchos juntos, no se les presentan.” Puros elementos del animismo.
En algunos de sus escritos sobre los indios Cristóbal Colón hace referencia a “imágenes de madera, hechas de relieve, a las que llaman cemíes…” agregando que con ellas hacían “cierta ceremonia y oración…”
Pedro Mártir de Anglería, un humanista y sacerdote italiano que prestó sus servicios a los Reyes Católicos de España, y en esa condición hizo de cronista de Indias, dejó anotado, refiriéndose a la tradición oral sobre las cavernas y grutas, que los indígenas que habitaban esta tierra creían que el origen de los seres humanos radicaba en esta parte del mundo. Es por eso, agrego, que en esa creencia hacían ceremonias encajadas en el animismo.
En su obra titulada “Década VII”, escrita en el 1524, dedicada a un duque de Milán, el sabio cortesano en una corte itinerante que fue Anglería remató el tema anterior con esta nota:
“Es bello escuchar lo que los indígenas creen respecto al misterio de aquella gruta, en base a narraciones de sus antepasados. Piensan que la isla Hispaniola tenga un espíritu vital y que aspira y respira y come y digiere como un animal vivo de sexo femenino.”
En alguna crónica de entonces se escribió que los caciques indígenas de La Española tenían tres piedras: Una para la siembra de legumbres y cereales; otra para para que las mujeres parieran sin dolor y la tercera para hacer llegar el agua y el sol cuando hacían falta.”
El dominicano nacido en Sarria, España, Carlos Esteban Deive hace aportes de enorme importancia sobre el animismo aquí y en pueblos cercanos. Así consta en varios tramos de su libro titulado Las culturas Afracaribeñas, publicado en el 2015, por Editora Búho.
Oportuno es decir que aspectos del animismo que se practicaban en esta zona caribeña antes de la llegada de los conquistadores españoles siguen vigentes, aunque con otras modalidades.
Así lo demuestran en varios ensayos los dominicanos Carlos Andújar, Marcio Veloz Maggiolo y Dagoberto Tejada; y los martiniqueños Aimé Césaire y Frank Fanon, entre otros estudiosos de tan apasionante tema.
El polímata cubano Fernando Ortiz también escribió bastante sobre el animismo, resaltando que centurias después de que los españoles llegaran a Cuba esa creencia ancestral no había desaparecido en determinados grupos de la mayor isla antillana.
Al hacer una descripción de lo que llamó la psicología tropical el referido autor señaló que: “…africana es la brujería, que acaso, debido a su aspecto semirreligioso, es la supervivencia más tenaz…”, pero también tocó en ese texto lo que denominó su primitividad.
Sobre el animismo en sectores específicos de Haití se ha escrito mucho, siendo el primer autor en profundizar (1789) sobre la etnología del pueblo haitiano, detallando casos concretos de animismo y de vudú, el martiniqués Médéric Louis Élie Moreau de Saint-Mery (ver su obra Descripción topográfica, Física, Civil, Política e Histórica de la parte francesa de la isla de Santo Domingo, publicada en dos tomos (volúmenes CCCV y CCCVI por el Archivo General de la República Dominicana en el 2017).
Vale señalar que algunos autores se han confundido sobre el animismo en Haití, porque no han comprendido que muchos de sus habitantes son al mismo tiempo seguidores de ritos vudú, pero también son católicos.
Esa inocultable creencia dualista llevó al sociólogo estadounidense James Leyburn a señalar, en un libro de gran calado para entender la sociedad haitiana en su conjunto, lo siguiente: “La comprensión de estas ambigüedades religiosas debe depender hasta cierto punto del conocimiento de la historia haitiana, pues tanto el catolicismo como el voduismo tienen orígenes coloniales, juntamente con peculiaridades locales y evoluciones históricas que los hacen característicamente haitianos.” (El pueblo haitiano. Editora Corripio,1986.P.140.James Leyburn.
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