POR TEÓFILO LAPPOT ROBLES
Conforme avanzaba el calendario del primer período del gobierno de Rafael L. Trujillo el pueblo dominicano iba padeciendo más hechos ominosos (encarcelamientos, torturas, muerte, exilio, robos, extorsiones, etc.) que iban dibujando la que sería una de las tiranías más crueles de América Latina.
Trujillo tenía un vivo interés en demostrar desde el principio de su terrible administración gubernamental de lo que era capaz de hacer para mantener aterrorizado al pueblo. Por eso incrementó las tumbas, las celdas carcelarias y las desapariciones.
Como dicho gobernante no tenía lo que en filosofía se conoce como dilemas morales ni problemas casuísticos hizo que el 26 de mayo de 1933 el sumiso Congreso Nacional que le servía de mampara para aparentar un ambiente de legalidad lo declarara como “generalísimo de los Ejércitos Nacionales”.
Ya antes, el 9 de noviembre de 1932, ese mismo cuerpo legislativo, integrado en su mayor parte por forofos de Trujillo, reunido en la ciudad de Santiago de los Caballeros, lo había proclamado como “Benefactor de la Patria”, para lo cual se usó una sarta de mentiras.
Se puede decir, sin posibilidad de equivocación, que dicho gobernante se adelantó con varios años de por medio a lo que en Alemania fue, el 9 de noviembre de 1938, la noche de los cristales rotos, cuando los nazis cometieron crímenes a mansalva contra los judíos.
En el primer tramo del largo régimen de opresión que presidió se puso en práctica lo que luego se ha venido aplicando hasta el presente en diversos lugares del mundo, el llamado “lawfare”, que no es otra cosa que una guerra jurídica, mediante la cual se hace un uso indebido de los tribunales de justicia para llevar a cabo persecuciones políticas bajo el disfraz de expedientes por supuestos hechos ilícitos de responsabilidad especialmente penal.
Antes de Trujillo agotar su nefasta primera jefatura suprema del país fueron apresados, torturados o sufrieron los rigores del exilio personajes como Juan Bosch, Arturo Pellerano (director del periódico Listín Diario), Ramón Vila Piola, Angel Miolán, Juan Isidro Jiménez Grullón y muchos más.
Pero también es importante decir que en esa misma etapa de su dicho primer mandato Trujillo incrementó la persecución contra personajes calificados como “desafectos”, una palabreja de moda entonces.
Así fueron a parar con sus huesos a las cárceles del régimen trujillista, entre otros, los famosos médicos Ramón de Lara, Félix Raymond y Miguel A. Pardo y los abogados Bienvenido García Gautier, Abigail Delmonte y Ramón Valdez Pimentel.
Frente a varios de ellos Trujillo, rodeado de decenas de oficiales del Ejército, en una escena propia del teatro del absurdo, como si se tratara de una pasaje extraído de una obra de los novelistas Samuel Beckett, Franz Kafka o Nikolái Gógol, en una elevada expresión del surrealismo caribeño, les dijo que había ido a conocer “a los asesinos que me quieren matar”.
Luis F. Mejía, que hizo un formidable recuento de las tropelías de los sátrapas Lilís y Trujillo, describe que con un bastón en la mano y “un seño iracundo en el rostro”, alias Chapita les espetó, dentro de un edificio militar y rodeados de soltados: “¡Sálganme ahora! A mí me sobra lo que a ustedes les falta…En seguida le fue pegando por la cara con el bastón, diciéndoles toda clase de insultos”. (De Lilís a Trujillo. Talleres Gráficos Manuel Pareja, Barcelona, 1976.P.312. Luis F. Mejía).
Trujillo comenzó gobernando con el criterio que habían tenido otros gobernantes sanguinarios de aquí, de allá y de acullá en el sentido de que para ellos “la patria es un potrero”, prescindiendo de las normas democráticas y ejerciendo la violencia de una y mil maneras.
En su primera presidencia se puso en práctica en el país aquello que en una ocasión exclamó el diplomático y político francés Francois-René, mejor conocido como el vizconde de Chateaubriand, cuando observó al obispo y político Charles Maurice de Talleyrand descansando su humanidad sobre el brazo derecho del célebre Joseph Fouché, mejor conocido como El Duque de Otranto: “Veo la viva imagen del crimen sosteniendo al vicio”. Sobran lo ejemplos para sostener lo dicho.
Antes de completar su primer gobierno Trujillo ordenó matar, entre muchísimos otros, a figuras tan relevantes como el general Alberto Larancuent Ramírez, un bravo romanense, a quien “cosieron a balazos” la noche del 27 de septiembre de 1930. Murió al día siguiente; el general Cipriano Bencosme, el general Desiderio Arias; el general José Brache, quien había sido ministro de Hacienda y Comercio, de Guerra y Marina, de Interior y Policía, etc. Su asesino fue un matón al servicio del régimen apodado El Aruñao, a quien luego le aplicaron la ley de fuga y lo mataron no por el asesinato de Brache sino porque hirió a una dama casada con un ciudadano estadounidense.
Cuando el dictador cubano Gerardo Machado se vio obligado a renunciar en el 1933 varios de sus más feroces sicarios fueron contratados por Trujillo para que se dedicaran aquí a lo mismo que hacían en Cuba.
Esos maleantes a sueldo se movían principalmente en las ciudades de Santo Domingo y Santiago. Cometieron decenas de crímenes.
Los primeros cuatro años del gobierno de Trujillo fueron una especie de laboratorio para refinar las técnicas que se emplearían en las siguientes décadas para envilecer al pueblo dominicano.
Vale señalar que miles de dominicanos tuvieron que sufrir por muchos lustros un amargo exilio interno, que les privó del goce de muchas cosas que son cotidianas al ser humano. Basta mencionar al respecto dos casos:
Américo Lugo y Osvaldo Emigdio Garrido Puello, popularmente conocido como Badín, quien a los 8 días de juramentarse Trujillo como presidente de la República decidió cerrar su periódico El Cable, editado en la ciudad de San Juan de la Maguana.
Don Badín, intuyendo las desgracias que traería el advenimiento de Trujillo al poder escribió el 7 de junio de 1930 que el país vivía un “momento irregularísimo”. (En el camino de la historia, Impresora Arte y Cine.1977.Pp122-127.E.O. Garrido Puello).
Aunque es pertinente decir que como estructura semántica fue en el 1958 cuando la expresión “exilio interno” fue acuñada por el periodista español Miguel Salabert, en un artículo publicado en el semanario francés L¹ Expres.
Es de rigor decir que durante la primera etapa de su mando supremo Trujillo impidió que particulares tomaran iniciativas para crear industrias, lo que dio pie para que se haya considerado que su “su tiranía no tiene ejemplo en la historia americana, tan pródiga en tirano.”
En sus memorias Virgilio Álvarez Pina (primero horacista y luego trujillista) dejó escrito que: “Desde los inicios de su gobierno, y aún antes de asumir el mando, Trujillo pensaba que el poder político debía venir acompañado por el poder económico… Cuando asume la dirección del Estado, comienza a idear una serie de productivos negocios…” (La Era de Trujillo. Editora Corripio. Primera edición 2008.P.47. Virgilio Álvarez Pina.)
Como complemento informativo a lo anterior debo señalar que los registros históricos de las actividades, en el aspecto económico, del primer gobierno de Trujillo (1930-1934) demuestran la certeza de un breve texto del historiador Frank Moya Pons inserto en la obra titulada “El gran cambio”:
“La gran industria era todavía una aventura en la que muy pocos podía invertir, pues la formación de grandes capitales estaba concentrada en Trujillo y sus asociados.” (El gran cambio. Impresora Elcograf S.p.a., 2014.P.278. Frank Moya Pons.
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