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Por Manuel Hernández Villeta
Santo Domingo, R. D., 1 de noviembre, 2023.- Sin equilibrio social, no puede haber desarrollo. Tiene que darse una armonía entre las diferentes capas sociales. No es caer en el ámbito de los teóricos de la generación perdida de valorar clases, sub-clases, proletarios, obreros y chiriperos.
El problema de hoy tiene un nombre: la subsistencia. En los países del tercer mundo crece el hambre y la miseria, mientras se avanza con pasos de gigante hacia la industrialización, el desarrollo económico, y la edificación de un capital sólido.
En los países desarrollados, incluyendo a las naciones que se pueden considerar superpotencias, junto al surgimiento de tecnología de punta, la inteligencia artificial y la robotización, aumenta el desempleo y los tugurios, donde la miseria es la ley.
Claro está que la solución al hambre, la miseria y la exclusión no es el desarrollo globalizado, sino cómo se reparten las riquezas. Las estadísticas engañan cuando hablan de progreso, y quieren globilziar a todo el mundo en esos cuadros análiticos.
Con el mayor desarrollo de la tenología, el mundo hoy está al borde de crisis humanitaria y el colapso de sistemas que diez años atrás parecían ser sólidos. Hay polos económicos que están buscando su espacio, y otros que comienzan a preparar sus tumbas.
El poder mundial está ahora mismo en manos de China, Rusia y los Estados Unidos. Para ser una superpotencia, hay que tener recursos económicos ilimitados, caer en las guerras permanentes, abrir nuevos mercados, y esperar confrontaciones que se darán a su debido tiempo.
En toda guerra está el importante impulso económico. Las guerras no se dan por buenas intenciones, no ocurren por malquerencias, no es por un desplantes de un dirigente mundial, ni siquiera por un acto de terrorismo extremecedor.
La confrontación militar es signada por la lucha por el poder económico. La recomposición del mundo lleva hoy a guerras que se podrían haber evitado, como la de Rusia y Ucrania, e Israel y los palestinos. En un día en una guerra, se invierten y se pierden millones de dólares.
Lejos de ese derroche bélico, para mantener la hegemonía económica de las grandes potencias, los dominicanos lo que tenemos es que mantener una política de equilibrio, poniendo frente a la miseria espantosa, al tiempo que se aupa el desarrollo.
El liderazgo político nacional tiene que buscar el equilibrio social y económico. Es la única garantía de que se podrá vivir en paz y que cada cuál, desde el lugar que le corresponde, podrá ofrecer su colaboración al desarrollo y el progreso. Cuando a las sociedades se les cierra la participación equilibrada, se aviva un volcán que puede erosionar en cualquier momento. !Ay!, se me acabó la tinta.