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Por Manuel Hernández Villeta
Santo Domingo, R. D., 2 de octubre, 2023.- La convocatoria de un paro de labores es un hecho político de importancia, en ocasiones festinado por cabezas calientes que siguen apegados a métodos del pasado. También hay comunidades que no tienen otra forma de difundir sus demandas.
En República Dominicana no hay una organización que presente la fuerza y la logística para mantener un paro municipal por más de 24 horas. Los temores de la población y el desconcierto obligan a suspender las actividades.
Constitucionalmente existe el derecho a la protesta, inclusive al paro o huelga, siempre que el mismo sea pacífico, y no viole los intereses y derechos de los que no desean ese tipo de protesta.
En la década caliente de vida política nacional, y cuando los sindicalistas eran radicales y levantiscos, los paros constituían el método ideal de lucha. No había diálogo ni concertación, era el grito de la tierra arrasada.
Las demandas de los que realizan paros, casi siempre son justas. Ello permite que consigan las adherencias comunitarias. Es un método de impacto, pero en casi todos los casos, sus organizadores carecen de metodología de lucha para darle seguimiento y triunfar.
Funcionarios gubernamentales de todos los niveles en parte son los responsables de los llamados a paros, por su intransigencia, tener los oídos tapados, y nunca preocuparse por las comunidades pueblerinas o rurales.
Tiene que haber una mayor capacidad de sentido social, para escuchar las demandas de comunidades marginadas, y poder arribar a concertaciones y acuerdos sin necesidad de que se den los paros.
Hay frustraciones en muchos pueblos por su abandono eterno, por la falta de sensibilidad de los poderosos en construir un camino vecinal, una carretera, facilitar un acueducto rural y hasta poner los cables de la energía eléctrica.
El gobierno tiene que estar atento a estas demandas, y abrir las puertas del diálogo antes de que lleguen los paros. La suspensión de las actividades perjudica al sector privado, a la captación de empleos, a la docencia, a los servicios médicos y al desplazamiento normal de los ciudadanos.
Los cabezas calientes, con fiebre de la revolución inminente, tienen que comprender que el recurso supremo de la protesta es el paro, pero que se debe evitar mientras haya puertas abiertas al diálogo. El método se desacredita cuando se utiliza la huelga por la huelga, sin tomar en cuenta los problemas que genera, sin al final haber conseguido verdaderas conquistas. ¡AY!, se me acabó la tinta.