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Federico Henríquez y Carvajal: educador y patriota

Por Héctor Tineo Nolasco

Diariodominicano.com

SANTO DOMINGO, el  16 de septiembre de 1848,  nació en la ciudad de Santo Domingo,  Federico Henríquez y Carvajal, quien se destacó como periodista y educador.

    En el año 1916, durante el Gobierno interino de su hermano Francisco Henríquez y Carvajal,  ocupó el cargo de Presidente de la Suprema Corte de Justicia.

    Durante la intervención militar de Estados Unidos,  el  período 1916-1924, se mantuvo como una voz que invitaba a la resistencia.

   En un documento que dirigió al país el 26 de enero de 1917, desde la Habana, sostenía que el problema dominicano no es  insoluble  y calificó de absurda la salida que le dio Estados Unidos con la intervención militar.

     Federico Henríquez y Carvajal,  invitó a los dominicanos a mantener vivo el espíritu patriótico:

   «Que no haya un solo dominicano -I no lo hai traidor a la patria dispuesto a ser Gobierno de facto, manipulando a gusto exclusivo- del ocupante, para admitir las inadmisibles exigencias del nuevo plan Wilson, I el Gobierno de la Casa Blanca tendrá al fin, ahora o luego, que reintegrar en sus funciones constitucionales  al Gobierno legítimo, de concordia I de defensa nacional, con el cual si podrá pactar sobre la única base del reconocimiento de la soberanía de la República Dominicana». (sic)

    En su intervención como delegado a las sesiones del Instituto Americano de Derecho, celebrado en la Habana, Cuba,  Federico Henríquez y Carvajal sostuvo que ante la intervención militar de Estados Unidos, «La resistencia tesonera, aunque pacífica, al amparo del derecho y de la justicia, es la clave única de la necesaria I decorosa solución del problema planteado en Santo Domingo -con inminente peligro de otros países vecinos- por la injusta ocupación militar norteamericana».

   Los trabajos literarios y periodísticos de Federico Henríquez y Carvajal fueron publicados en los medios de comunicación de su época, y en las  ediciones de «La Hija del Hebreo», drama en verso, 1883,  «Ramón Mella», un discurso pronunciado en 1891, e «Informe del Presidente de la Delegación Dominicana en la segunda  conferencia Internacional Americana, en 1902, «Juvenilla» recopilación de poesías en 1904;  «Dolorosa», poema publicado en 1909,  y «El Derecho Público Internacional y la Guerra», publicado en 1915.

    También  en «Discurso pro  Duarte», 1916,  «Páginas Selectas», comentarios, 1918;  «Cuba y  Quisqueya», conferencia escrita en 1920; «Rosas de la tarde», 1923; «El monólogo de Enriquillo», 1924;  «Todo Por Cuba», 1925 y «Nacionalismo», también en 1925.

    Federico Henríquez y Carvajal también  publicó «Del amor y el dolor»,  1926;  «Mi álbum de sonetos», 1927; «Ética y estética», 1929; «Almas y libros», 1929; «Romances Históricos», 1937; «Baní», 1939; «Duarte», 1944; «El poema de la historia», 1948, y «Cuentos», 1950.

  A los 96 años, Federico Henríquez y Carvajal también escribió el soneto ¡Ave, Patria! inspirado en el primer centenario de la Independencia Nacional.

     Al enjuiciar la figura de Federico Henríquez y Carvajal, el doctor Joaquín Balaguer, en su obra «Historia de la Literatura Dominicana», lo califica de publicista incansable durante tres cuartos de siglo y estima que fue el maestro por antonomasia de varias generaciones.

   «Asistió, niño aún, a los primeros días de la República, y recogió en su alma, como un himno sacro, el ideario patriótico de una generación que nació marcada con la terrible predestinación de heroísmo. Pero a pesar de haber oído las descargas de «Las Carreras», los truenos de «El Número» y los cañonazos disparados por los ejércitos de la libertad en las sabanas de «Santomé» y de «El Memizo», fue hombre de pluma antes que de espada.

   «Las batallas que libró en favor de la dignidad y de la grandeza de la República, tuvieron por escenario el parlamento, la cátedra, la prensa, el libro, la tribuna. !Qué recia, sin embargo, la personalidad de este patriarca que se levanta sobre la perspectiva de toda una centuria como una montaña inmaculada!».

    Federico Henríquez y Carvajal también fue amigo del prócer cubano José Martí, quien lo llegó a calificar de hermano.

     El historiador cubano Mañach resalta que tan pronto llegaba a Santo Domingo, Martí  buscaba a Henríquez y Carvajal.

    «Es asombroso cuanto hace en su breve permanencia en la Capital dominicana. Apenas se sacude el polvo del camino se dirige a casa de Federico Henríquez y Carvajal, a quien ya conoce por sus labores de escritor y de maestro. El venerable dominicano comparte con él  ‘el pan y el vino’  y le ofrece en seguida ese ambiente afectuoso  de hogar que era su remedio peregrino».

   El 18 de marzo de 1892, Martí le dedicó  «Versos Sencillos» con las  siguientes palabras:

 «Al alma cordial y americana de Henríquez y Carvajal, de José Martí.

    Cuando José  Martí llegó a la ciudad de Santo Domingo, el 18 de septiembre de 1892, en busca de apoyo para la Independencia de Cuba, entre los amigos que visitó se encontraba Federico Henríquez y Carvajal.

     El 25 de marzo de 1895, luego que José Martí firmó con Máximo Gómez , «El Manifiesto de Montecristi»,  le entregó su testamento político a Federico Henríquez y Carvajal.

    En el documento le recuerda  «la noche inolvidable y viril» de la  Sociedad Amigos del País, en 1892, en la que conoció a Manuel de Jesús Galván y en la que habló, en su discurso, de su novela  «Enriquillo».

     Asimismo, Federico Henríquez y Carvajal en su revista «Letras y Ciencias», a partir de 1892 dio mucha importancia a la publicación de los trabajos de José Martí.

El texto leído en la Habana, Cuba, durante la sesión del Instituto Americano de Derecho,  por Federico Henríquez y Carvajal es el siguiente:

    «El problema dominicano no es insoluble.

      «Aunque planteado de una manera absurda, violentando sus términos, por la ocupación militar intrusa, ese problema afecta una forma dilémica.  O Wilson -copiando a Roosevelt en el caso del istmo- ‘se coje’ a Santo Domingo, mal su grado, con escarnio de todas sus declaraciones I afirmaciones de respeto a la igualdad I a la soberanía  de las naciones, fuertes o débiles, grandes o pequeñas, asumiendo por tal modo poderosísima responsabilidad ante el mundo, I lo que es aún más grave, ante el mismo pueblo norteamericano; o busca legitimar el acto de la intervención por medio de un pacto con la nación intervenida.

    «Pero el Gobierno de Washington no querrá, asumir la tremenda responsabilidad de establecer en Santo Domingo un Gobierno permanente de ocupación militar irresponsable, I se verá compelido a optar por el otro término  del dilema. Si eso es así, I si así es, de los dominicanos depende que la resolución del problema sea la que exigen, a la par, la dignidad y el derecho vulnerados.

    «Que no haya un solo dominicano -I no lo hai traidor a la patria dispuesto a ser Gobierno de facto, manipulando a gusto exclusivo- del ocupante, para admitir las inadmisibles exigencias del nuevo plan Wilson, I el Gobierno de la Casa Blanca tendrá al fin, ahora o luego, que reintegrar en sus funciones constitucionales  al Gobierno legítimo, de concordia I de defensa nacional, con el cual si podrá pactar sobre la única base del reconocimiento de la soberanía de la República Dominicana. (sic)

        «La resistencia tesonera, aunque pacífica, al amparo del derecho y de la justicia, es la clave única de la necesaria I decorosa solución del problema planteado en Santo Domingo -con inminente peligro de otros países vecinos- por la injusta ocupación militar norteamericana».

 Habana, enero 26 de 1917.-