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Por Héctor Tineo Nolasco
Diariodominicano.com
VICTORIA, México, el 11 de septiembre de 1846, falleció en la ciudad Victoria de México, el licenciado José Núñez de Cáceres, fundador del Estado independiente de Haití Español, período que se conoce en la historia dominicana como la «Independencia Efímera».
El abogado y político nació en ciudad Santo Domingo el 14 de marzo de 1772. Cursó sus estudios en la Universidad de los Dominicos, hoy Universidad Autónoma de Santo Domingo, donde obtuvo el título de licenciado en leyes.
Cuando se ejecutó el Tratado de Basilea, en virtud del cual España le entregó a Francia su colonia de la parte oriental de la Isla de Santo Domingo, José Núñez de Cáceres se trasladó a Camagüey, Cuba, donde permaneció hasta que España reconquistó su antigua colonia.
En la nueva administración colonial de España, en Santo Domingo, ocupó funciones públicas, entre las que figuran los cargos de auditor de guerra, asesor general, teniente gobernador y oidor honorario.
El historiador César Herrera, en su obra «Divulgaciones Históricas», apunta que al licenciado Núñez de Cáceres, le tocó la suerte de afrontar una situación al borde del caos cuando llegó a Santo Domingo para asumir sus funciones de Teniente Gobernador, Asesor General de Gobierno, y Auditor de Guerra de Santo Domingo».
En 1815 se convirtió en el primer Rector de la restaurada Universidad de Santo Domingo.
El 1 de diciembre de 1821 hizo la primera proclamación de la independencia nacional.
El historiador Rufino Martínez, en su «Diccionario Biográfico-Histórico Dominicano 1821-1930», apunta que en Tamaulipas, Núñez de Cáceres tuvo actuación de ciudadano primero como abogado, y luego desempeñando el cargo de Fiscal de la Corte Suprema.
Por sus méritos y servicios en Tamaulipas, el Congreso le otorgó el título de «Ciudadano Benemérito del Estado».
«Luego fue favorecido con el cargo honorífico de Senador, al que siguió el de Tesorero de la Hacienda Pública».
Joaquín Balaguer, en su obra «Historia de la Literatura Dominicana», anota qué al morir, en 1846, el Congreso de Tamaulipas ordenó que el nombre de José Núñez Cáceres fuera grabado con letras de oro en el recinto legislativo.
Los restos de José Núñez de Cáceres fueron repatriados en el año 1943. Descansan en el Panteón Nacional, en la calle Las Damas de ciudad Santo Domingo.
«José Núñez de Cáceres desarrolló una intensa labor periodística y literaria bajo el régimen de la «España Boba». Frecuentó asiduamente durante los últimos años de la colonia, el campo de la poesía, el de la cátedra, el de la tribuna académica, el de la polémica y el del artículo de combate».
En opinión de Balaguer, «Su actividad intelectual pone de relieve, durante este tiempo, la asombrosa inquietud de este espíritu batallador que bien pronto debía recoger, en la elocuente Proclama de la Independencia en 1821, el pensamiento de la libertad que ya ardía en la conciencia de muchos dominicanos.
«Así como Francisco Morillas había celebrado, algunos años antes, el triunfo de las armas españolas en la Sabana Real de la Limonade, Núñez de Cáceres entona un canto lleno de fervor patriótico a la gesta del brigadier Juan Sánchez Ramírez, en la Batalla de Palo Hincado.
«Débil de entonación y sin verdadera fuerza épica, talvez demasiado ceñido a los fríos moldes de la poesía clásica, ese canto carece de pompa y de vida como composición destinada a recoger en sus estrofas un eco del himno de las victorias militares, pero revela el entusiasmo de su autor por la libertad y anuncia, de cuerpo entero, al prócer de la primera independencia dominicana.
«Núñez Cáceres dejó, como cultivador del verso, diez o doce fábulas notables, no sólo por el fondo moral, desnaturalizado a veces por la alusión personal y la intención satírica, sino también porque en la mayoría de ellas asoma la garra de este temperamento de polemista que manejó con rara habilidad la invectiva y el sarcasmo».
Para avalar su opinión, Balaguer cita como ejemplo la composición » La araña y el águila». A su juicio:
«Basta a la Gloria de Núñez de Cáceres, como escritor, los documentos que redactó en las tres ocasiones solemnes en que le tocó asumir la representación del país para proclamar su derecho a ser libre o para exigir de la Metrópoli el remedio requerido por los males de la colonia: la «Declaratoria de Independencia del Pueblo Dominicano», proclama dirigida al mundo y redactada con la elevación propia de la grandeza de aquel momento histórico; el discurso que pronunció el 9 de febrero de 1822, para entregar a Boyer las llaves de la ciudad de Santo Domingo, donde increpa al déspota advirtiéndole que las desemejanzas de costumbres y el idioma establecía entre las dos porciones de la isla un muro infranqueable como los Alpes y los Pirineos»;
«Y la exposición que el 26 de junio de 1813, elevó al Mariscal de Campo Carlos Urrutia, donde pinta, con lenguaje patético, la situación del país, ‘amaestrado por las vicisitudes», y donde declara con arrogancia que el hombre a quien le asiste la verdad permanece imperturbable hasta cuando sobre su cabeza se desploma la máquina del mundo».
Los restos de José Núñez de Cáceres fueron repatriados en el año 1943. Descansan en el Panteón Nacional, en la calle Las Damas de la ciudad de Santo Domingo.