Por Emilia Santos Frias
El derecho humano denominado igualdad, debe ser entendido desde la educación en el hogar, como forma de promover y disfrutar su garantía. Para fortalecer las relaciones entre los hombres y las mujeres. Además, como forma de poder alcanzar procesos socioeconómicos; culturales y políticas públicas de desarrollo colectivo. Solo haciendo este esfuerzo se podrá eliminar un uso, costumbre y cultura que ha invisibilizado derechos fundamentales desde el mismo inicio de la historia de la humanidad, y en las distintas civilizaciones.
En estas culturas, los estereotipos por ejemplo, han permeado la educación, salud, trabajo, política y economía…, y solo han construido a su paso, grandes diferencias entre los seres humanos. Generalmente, todas ellas negativas para su realización o desarrollo personal. !Craso error! En ese yerro, la mujer es quien más sufre la pobreza en el mundo. Para colmo de madre, desde el lenguaje, el uso y costumbre…, se continúa incurriendo en educar, haciendo precisiones en qué sí se permite al hombre, y qué a la mujer, como si ambos no poseen el mismo derecho a la igualdad, la equidad…, en fin los mismos derechos humanos, fundamentales, medioambientales…
Asimismo, desde el lenguaje se encasilla, clasifica a las personas de los distintos segmentos poblacionales, con roles de inferiores y superiores, no iguales en derechos. Aunque usted no lo crea, la realidad nos muestra esta observación. Quizás, porque justamente continuamos reproduciendo patrones desiguales de la educación que recibimos.
Es hora de frenar el sexismo en el lenguaje, este, solo discrimina, menosprecia, excluye, porque clasifica a ricos y pobres, con énfasis en la población que ha vulnerado: las mujeres, personas con capacidades diferenciadas, infantes, carenciados económicamente, envejecientes y en ancianidad. La humillación se expresa en el mundo actual hasta en los chistes. Pero resulta que en este siglo no hay excusa, ni para hacerlo, ni para permitirlo. Todos y todas somos conocedores de normas que procuran la protección de los derechos humanos. Siendo el Estado vigilante de que se respeten, por lo que, como garante, también debe delinear y operativizar políticas oportunas. En tanto, la población ejerce verdadera ciudadanía social. Ejercita y demanda sus derechos, al tiempo que cumple deberes.
Para conseguir lo anterior es preciso global, porque solo con unión podemos fomentar expresiones desde las distintas formas, del lenguaje: oral, escrito, simbólico y mímico,…, que aporten al respeto y la defensa de una nueva construcción de relaciones de igualdad entre hombres y mujeres, como forma de obtener transformación social mundial. Pero con génesis en el hogar, educación sistémica, acciones realizadas desde las distintas ciencias del saber humano, instituciones del Estado…, en fin.
En ese sentido, también la Publicidad, deberá ahora, encontrar modos más inteligentes de promover los productos comerciales. Más allá de cosificar a la mujer, al exponer en el constante bombardeo publicitario, su cuerpo, glúteos y pechos…, los artistas, cantantes y músicos modernos, tendrán asimismo, que hacer lo propio: cumplir compromisos sociales, como entes imitados por seguidores, transmisores de cultura, a la que deben legar aportes.
En ese aspecto, la mujer lucha día con día para que se fortalezcan sus derechos humanos, porque la industria propagandística deshace y convierte su cuerpo en material de exhibición. Entretanto, en el otro extremo: Medio Oriente y África…, fruto de la cultura, vive aprisionada a normas salvajes, y a un velo o burka. Como sabemos, los extremos nunca han sido buenos, específicamente, si causan angustia a la población. Amén de que, se respeta la instrucción de cada Estado.
De ahí que, al recalcar el tema objeto de estas líneas: igualdad real entre hombres y mujeres; oportuna, efectiva; deuda pendiente del sistema de educación a nivel mundial. Hay que puntualizar que esta también es un valor, y estos, junto a la preservación de otros derechos fundamentales y el fomento de emociones sanas, en la generalidad hacen falta en la promoción de productos publicitarios. “Cuando no se tiene idea, en la cabeza se pone un trasero”, dice una colega colombiana. Fuerte y hasta ofensivo, pero cierto.
Por otro lado, la literatura actual continúa perpetuando ideología de género y cultura de dominación de su herencia tradicional. Ni hablar de las películas de Hollywood. Se debate entre la fascinación y la persistencia del pensamiento de género; cultura de la individualización de derechos; el fomento de antivalores, que hoy tienen gran influencia en la construcción de identidades. Por eso, ojo avizor con lo que leen y ven nuestros hijos e hijas, con énfasis en su etapa de infantes, en medios de comunicación tradicionales y electrónicos,
Porque, es posible que, buscando recreación, en su etapa infantil encuentren un modelo de educación que les enseñe a perpetuar la cultura que avasalla e impide de forma atroz, el disfrute pleno de los derechos humanos. Aunque intuimos que hoy se lee poco, pese al bombardeo mediático informativo, en el caso de los cuentos infantiles, esos con los que conocimos la literatura universal: Hansel y Gretel; Pinocho, Hamelín; Los Patitos Feos; Juan sin Miedo; Caperucita Roja, La Cenicienta, Blancanieves y Pulgarcito.
De igual forma, El Gato con Botas, La Casita de Chocolate, Los Tres Cerditos, El Soldadito de Plomo, La Cucarachita Martina, Los Siete Chivitos-cabritos; Alí Babá y los 40 Ladrones…, no todo es color rosa. Lo descubrimos tarde, sin embargo, a tiempo para transformar la educación en valores de nuestros descendientes.
Esta aseveración es propicia, porque, aunque usted no lo crea, en muchos cuentos de ensueño, que leímos cuando éramos niñas, niños o adolescentes, esos que tienen hoy dos siglos, y más, de haber sido escritos, hay antivalores, que no debemos inmortalizar. ! Ay, los inocentes cuentos infantiles!, pero, ellos reproducen estereotipos, lenguaje sexista y roles que limitan a las niñas, a la mujer.
Es dudoso, pero con certeza ellos narran horrores, abuso de confianza; laboral; bandas organizadas; reinas celosas. Personas gruñonas; fomento de hechicería con la estatura que dan a brujas y brujos; osadía de los ladrones; estafa; usurpación de identidades; abandono; maltrato a menores de edad; perversiones; maldades de los verdugos. Muestran la ejecución de crímenes en varias de sus formas; falta a la moral, al orden, a la inteligencia y honestidad…, en fin, de valores universales.
De ahí que, es importante saber que los cuentos infantiles, si bien el acreditado psicoanalista Bruno Bettelheim los considera terapéuticos, porque hacen que afloren emociones, además, las distintas culturas los han utilizado para explicar cosas difíciles incluso de describir; con sus metáforas; frase y hasta valores, transmiten historia irreal, reproducen y perpetúan ideología de género, siendo la mujer el ser más débil, frágil.
Muestran a jóvenes pasivas en espera de ser rescatadas, con una belleza y bondad similar. Donde lo feo y lo perverso es equivalente. Pero, siempre hay finales felices,en los que, la chica depende del príncipe…, como podemos identificar en los roles de las protagonistas y de los protagonistas, existe una relación desigual. Las mujeres están subordinadas. Por ejemplo, en La Princesa sin Manos; hay masculinidad cruel, violenta y déspota. ¿Entiende?, ¿qué hacer para invertir esas acciones que subyugan derechos?
En La Bella Durmiente, se muestra evidente violencia: el rey y la reina se lamentan porque en vez de tener un hijo, poseen una hija. Llega un príncipe, no sabemos de dónde, y ella despierta enamorada de él…, uf. En La Novia Blanca y la Novia Negra, imagino que por el título, ya se identificó el componente racista. Además, existen hallazgos de fomento de dependencia y pasividad…, como sabemos todas las dependencias, sea cual sea, representan enfermedad. ¿Acaso queremos una población enferma, incluso de su psiquis?
Al respecto, escritores, productores, educadores, docentes, artistas en general…, están en un buen momento de reverdecer los cuentos, la publicidad, las letras de las canciones, la curricula…, junto a mamá, papá, la escuela…, el Estado, que deben educar en valores y cuidar la moralidad de su población.
Si para nadie es secreto que las imágenes tienen poder, ¿por qué entonces, no se difunden las correctas y oportunas para informar y conservar salud en la población? Es sabido que ellas, conforman nuestra manera de pensar y de ver el mundo. Entonces, !utilicemosla para garantizar derechos!, de la misma manera, se contribuye a la igualdad entre hombres y mujeres.
Hasta pronto.
La autora reside en Santo Domingo
Es educadora, periodista, abogada y locutora.