Sancti Spíritus, Cuba, 9 sep (Prensa Latina) En los afanes por descifrar aconteceres entre piedras y palacetes en la Trinidad de Cuba, en enero próximo cumplirá 510 años de fundada por los españoles, vuelven hoy los recuerdos sobre tesoros -por descubrir- de acaudalados españoles.
- septiembre 9, 2023
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- Fotos: Raúl García Alvarez (FotosPL)
Los propios historiadores y la transmisión oral de generación en generación mencionan las fabulosas riquezas ocultas por don José Mariano Borrell y Lemus, Marqués de Guáimaro (1813-1864), que han desvelado a muchos parroquianos en años y otros siguen detrás de sus huellas.
Mientras don Cayetano Salazar y de Miranda -un callejón de la villa Patrimonio Cultural de la Humanidad lo recuerda- temía ser saqueado y en 1893 ordenó colocar en cuatro mulos sus joyas y propiedades de valor y enfiló a las montañas por caminos y veredas hasta llegar a Jibacoa, en la actualidad de la vecina provincia de Villa Clara.
Las grandes fortunas que se le atribuyen a ambos siguen despabilando a fanáticos y sobre todo atizando leyendas, afirmó a este redactor Carlos Joaquín Zerquera, historiador oficial de la villa (1926-2009).
El palacio de Borrell y Lemus es una de las joyas arquitectónicas de la tercera villa cubana, fruto de una dudosa fortuna, pues afirman que provenía de un pacto con el mismísimo diablo.
Su palacio e inmensa fortuna fue la envidia de todos sus contemporáneos y para ahuyentar a los curiosos tenía colgado en la mansión un óleo con la imagen de Belcebú (Satanás judeocristiano), Señor de las Moscas, en hebreo.
Eduardo Téllez, joven internacionalista, comentaba que su abuela santera local reafirmaba que una noche de lluvias y truenos un esclavo trató de ajusticiar al patrón y herido Borrell logró capturarlo y darle una paliza hasta la inconsciencia.
El ilustrado historiador trinitario reconoció que mucho tiempo después la verdad salió del palacio: la esposa y su hijo dispusieron el asesinato con el propósito de heredarlo.
Acosado por la maldad y las ambiciones de la familia el marqués mantuvo encerrada a su consorte en una jaula de hierro hasta el final de sus días. Y con su astucia malvada, de déspota enterró toda su fortuna en un lugar desconocido.
Con el decursar de los siglos la verdad del fantasioso erario anda en las penumbras, entre paredes, bosques, atalayas y pozos, esperando por un golpe de suerte y que surja como el Ave Fénix, si existe.
Mientras la fábula del acaudalado Don Cayetano Salazar y de Miranda, residente de la villa en el valle del Guaurabo, se da a fines del XIX. Cronistas de la época afirman que vendió todas sus propiedades, acumulando una gran cantidad de dinero en monedas de oro y plata.
Era la etapa de la Guerra por la independencia de Cuba, momento en que muchos comerciantes, políticos y militares españoles con fortuna abandonan sus lugares de origen y van a donde eran menos conocidos y Cayetano emplea esta fórmula ante los estragos de la contienda bélica.
Entre sus esclavos seleccionó dos de mayor confianza -se dice- colocando los bienes sobre cuatro mulos y decidió su itinerario hacia las montañas de Jibacoa, donde los acontecimientos entre españoles y mambises cubanos eran prácticamente desconocidos.
Trepar por las húmedas cumbres, comentó Zerquera, seguro no fue nada fácil mas cuando desechó todo tipo de vereda transitable, ya del otro lado de las montañas, pernoctó en casa de un lugareño y al siguiente día siguió al este en busca de adquirir una finca.
En un lugar conocido por Las Carolinas ordenó cavar una fosa donde enterrar toda la carga, junto a ella a sus esclavos después de asesinarlos, dedicándole una oración como guardianes perpetuos de su fortuna, dice la quimera.
Aunque se desconocen los lugares exactos donde perduran los tesoros de Borrell y Cayetano, el primer personaje de tristes recuerdos entre los pobladores fue de los aportadores al desarrollo de La Trinidad de Cuba, mientras el de Las Carolinas, murió en sitio desconocido y jamás regresó a las montañas.
Muchas personas fascinadas por estas leyendas, han intentado encontrar las riquezas, dibujan mapas, rutas, determinan lugares tratando de encontrar al menos una pista, pero jamás se ha hallado nada, todo queda en la incógnita: murieron y se llevaron sus tesoros.
mem/rga