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LUIGI BARONI, UN ESCRITOR NOVEDOSO

Luigi Baroni

POR TEÓFILO LAPPOT ROBLES

Un extraño día de pesca es una novela con hermosos párrafos de literatura fantástica, y, además, portadora de una alta carga de surrealismo, en la cual su autor hace una búsqueda de “la realidad profunda” desde un estado de éxtasis.

Fue puesta a circular hace pocas semanas, en julio pasado, pero su novedoso contenido lleva a pensar que tendrá gran acogida entre la comunidad de lectores nacionales y extranjeros.

Es la descripción detallada de una extraordinaria experiencia onírica de un viaje interplanetario, cuyo organizador lo desarrolló desde su sillón de copiloto de una lancha deportiva en las aguas de la presa de Valdesia.

Luigi Baroni, el autor de esa novela, nació hace 86 años en una población de la provincia de Biella, en la región del Piamonte, en el noroccidente de Italia; pero en su adolescencia, junto a sus padres, llegó al país para quedarse.

En la ciudad de San Cristóbal aprendió el idioma español y caló en la idiosincrasia del pueblo dominicano, formando su familia en Baní con la profesora Daisy Bethancourt, una de las más hermosas flores de aquel jardín dominicano.

El creador de esa fascinante obra comienza narrando, con lucidez y destreza literaria, lo que ha sido durante muchos años su placer de algunos fines de semana.

Por la excelente redacción y el contenido jocoso de Un extraño día de pesca cualquier lector puede mantener el interés por su lectura, capítulo tras capítulo.

Luigi Baroni y su amigo banilejo Alberto Caba se han dedicado durante décadas a la pesca deportiva conocida como “catch and release” (capturar y liberar). Lo hacen en las aguas de la presa de Valdesia, en un pequeño bote de aluminio de unos cuantos pies de eslora.

Dicha presa es un lugar paradisíaco del sur dominicano, tanto por su estructura hidráulica en sí, con un gran reservorio de aguas lluvia y de escorrentía, como por la hermosa naturaleza que la rodea.

Pero la parte sustantiva de esa novela toma pleno cuerpo un día innominado en que el autor y su amigo caen en una tremenda travesía quimérica que sobrepasa la imaginación ordinaria.

Es un ficticio viaje galáctico “durante cuatro días”, que por insólita paradoja comienza y termina en un mismo punto de la presa de Valdesia.

En lo único en que se aproxima a la corta novela El Viejo y el Mar, de Ernest Hemingway, es que las peripecias que sufrió el anciano Santiago (luego de capturar un gigantesco pez marlin, devorado a su vista por tiburones) fue en aguas marítimas cubanas, y Un extraño día de pesca surgió en un cuerpo de aguas dominicanas; y hay un vínculo interinsular entre ambos países.

El contenido del libro de Baroni tampoco es comparable con lo que le ocurrió en la Bahía de Samaná a la embarcación del personaje Trigarthon, en la novela Anadel, de Julio Vega Batlle, que “los ciclones la hicieron pedazos con la furia de sus vientos endemoniados”.

Dicho así porque quedó intacto el bote fondeado en las aguas lénticas de la mencionada presa que sirvió de lecho de ensoñación a Luigi Baroni.

La novela titulada Un extraño día de pesca sí se asemeja en nivel de ficción y riqueza de contenido a esas y otras muchas obras desarrolladas en lugares fluviales o marítimos; como la clásica Veinte mil leguas de viaje submarino, en la cual Julio Verne narra los percances que sufrieron en el submarino Nautilus el biólogo francés Pierre Aronnax y sus acompañantes, capturados por el feroz capitán Nemo, quien los puso a sufrir mucho en las aguas de los océanos Pacífico y Atlántico y en los mares Mediterráneo y Rojo.

El día que ocurrieron los hechos fantasmagóricos que forman la narración comentada el autor observó de manera sorpresiva “una extraña y pequeña nubecilla muy blanca y brillante suspendida a solo medio metro sobre la superficie del agua…”

En su imaginación aparecieron flotando en el agua lacustre unos espectros llegados de un lugar lejano; “a unos 118 años luz de nosotros.”

Baroni califica ese encuentro de surreal y de “extraño suceso”. Con razón, porque transformó la cotidianidad de su apacible día de pesca.

Los extraterrestres les dieron un trato amable a ambos amigos. Pienso como lector que no eran como el leviatán, aquel fabuloso monstruo marino con aspecto de dragón, descrito en los libros bíblicos Génesis y Job.

En el discurrir de la obra comentada esos extraños seres pusieron a levitar al flamante novelista y a su compañero de pesca deportiva.

Ese pasaje de fantasía me hace recordar la escena contada por Gabriel García Márquez en su novela cumbre titulada Cien años de soledad sobre Remedio la bella, cuando en una tarde de marzo “empezaba a elevarse”, impulsada por “aquel viento irreparable” que la subió al cielo.

El escritor Baroni describe que en ese “viaje estelar…por los espacios galácticos” los alienígenas los sentaron a él y a su amigo Caba en unos “sillones ergonómicos”, colocados en “una recámara circular” de una nave espacial capaz de acelerar “desde cero hasta 300 mil kilómetros por segundo”.

El jefe de los seres cósmicos de la obra es el capitán Marlieni, asistido por la teniente Honu y los ayudantes Sert, Cedú y Canet; este último les dio a los sorprendidos terrícolas “un tour por la nave interestelar”.

En la obra se relata que el primero de esos individuos que habló en el interior del ovni lo hizo “con un lenguaje que más bien era un sonido musical agradable…” El autor recuerda dicha voz como la de “los sonidos producidos por un arroyo de montaña corriendo entre rocas, troncos y pequeñas cascadas”.

Baroni pone en boca de uno de los secuestradores siderales la revelación de que desde hace miles de años ellos tienen cientos de bases operando en la Tierra, donde más de “4,000 guardianes” recogen las almas de los humanos que mueren y las colocan en cápsulas especiales. Admite que esas declaraciones “lindan en los campos de la ciencia ficción terrestre”.

El ingenio del novedoso novelista lleva a los lectores a descubrir que en los ovnis se comen frutas y “bollos de alimentos muy olorosos”, con “una especie de palillos chinos pero curvos”; y la bebida que se brinda en ellos es “un líquido amarillento…” con “sabor dulzón…y una efervescencia parecida a la cerveza.” Con “coloquios de sobremesa” incluidos.

Narra también Baroni en su novísimo libro que existe una “confederación galáctica”, en la cual hay alienígenas tan peligrosos como los que habitan el “planeta” llamado por ellos Teengarden, que usan a terrícolas “como conejillos de indias para estudios científicos de su anatomía…”

Fue en el referido Teengarden donde el autor se imagina que hace 500 años “…una serie de sucesivos gobiernos corruptos, dieron lugar a un exitoso golpe de estado militar que sentó las bases para una férrea dictadura que permanece hasta el presente”.

Vale mencionar el episodio sobre el planeta Marte, víctima de “bombas atómicas” lanzadas por sus enemigos, dejándolo sin ningún rastro de vida.

El autor, en un brillante ejercicio semántico, deja a los lectores en la duda de si eso ocurrió hace 400 mil años atrás o en el momento en que él hace su inverosímil relato, porque lo describe con la combinación espacio-tiempo.

Don Luigi Baroni y su camarada de pesca deportiva sufrieron un gran susto en un punto del fabuloso viaje, con una especie de piratas espaciales, llamados “los draconianos”. 

Al imaginario planeta Vanadia el escritor lo describe poblado de “seres humanoides sumamente pacíficos y amables…”

La lectura de esa novela deja la sensación de que los alienígenas ven a los humanos como seres mitológicos, una suerte de bichos raros.

Como lector de dicho libro, y antes de llegar a su línea final, ya pensaba que la distancia radial de ese “viaje” interplanetario nunca sobrepasó la dimensión del bote de aluminio en el que todavía siguen navegando y pescando en la presa de Valdesia don Luigi Baroni y su referido amigo.

Dicho lo anterior, aunque el escritor novedoso haya fijado “el retorno a tierra” a bordo de una “máquina bélica intergaláctica”.

Con el “retorno” sanos y salvos de los protagonistas, luego de una prolongada somnolencia del autor, él remata diciendo que la euforia se apoderó de familiares, amigos, periodistas y paramédicos arremolinados en la presa de Valdesia.

Pero la magnífica obra literaria que es la novela titulada Un extraño día de pesca llegó a su máximo nivel de ficción cuando don Alberto Caba le gritó a don Luigi Baroni: “¡Levántate haragán! ¡Que ya dormiste bastante!”

teofilo lappotteofilolappot@gmail.comAbrir vista detallada