Por Carlos Ricardo Fondeur Moronta
Hoy se cumple el asesinato o magnicidio, o tiranicidio, depende de quien escriba, de Ulises Hilarión Heureaux Lebert, un militar íntegro, experto en estrategias militares, pero con una exuberante capacidad para la visión de estadista.
Cumplidor a carta cabal de sus promesas políticas, fue precursor del desarrollo tecnológico de la República Dominicana, con algunas faltas éticas que, de repente, lo alejó del patricio de nuestra Segunda República, General Gregorio Luperón.
A nadie con dos dedos de frente se le antojaría decir que es un sacrilegio exhumar de un sepulcro de una catedral, los restos mortales de alguien a quien la historia misma cataloga como un ser que vivió en la ignominia, quien propició una invasión de una potencia militar-económica, por causa de endeudamiento de la soberanía.
Difícil es aprobar que tales afirmaciones puedan, lúgubremente, ser aceptadas por el ente social, que es el pueblo, religioso o no. 123 años cumplió la víspera el fallecimiento de Ulises Hilarión Heureaux Lebert, cuando fue ajusticiado en la postrimería de su apogeo de líder libertario, el 26 de Julio del 1899, en la ciudad de Moca, provincia Espaillat. Ciudad catalogada por los dominicanos como sepulcro de los tiranos.
Los restos mortales de Ulises Hilarión Heureaux Lebert descansan cual ignorancia, en el lar católico preferente de la feligresía de Santiago, pues, así también se llama el suelo sagrado, Catedral Santiago el Mayor, cuyo patrón es Santiago.
Pero lo curioso es, que a sabiendas del rastro histórico y su lastre social, Ulises Hilarión Heureaux Lebert fue exhumado para hacer arreglos en dicho recinto religioso, concluidos dichos trabajos, inhumados cual rosal desplantado para replantarlo, así, como si nada.
Cual similitud con los restos eternos de Pedro Santana en el Panteón Nacional. Solo eso nos faltaría. Que exhuman de nuevo a Lilís para depositarlo al lado de nuestros patricios. La gota que se eleva sobre el borde del vaso.
Las aseveraciones sobre este dictador, cuyas peripecias en el ámbito de las estrategias militares eran su mayor fortuna, optó por realizar cambios de conducta que lo llevaron de la humildad al orgullo, de la vida simplemente acomodada a la riqueza mal habida, están expuestas en un artículo similar a éste, del experimentado periodista Héctor Tineo Nolasco, donde esboza profesionalmente, la vida casi entera (faltan hechos en su fatídica historia, que no concuerdan, a decir de los historiadores que lo han enfocado) de Lilís.
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