Por Narciso Isa Conde
Quise participar en el homenaje al camarada Tancredo Vargas (sábado 26 de Mayo, SFM), comunista de toda la vida y héroe internacionalista de la guerra revolucionaria en El Salvador.
Llegué ese día a mi ciudad natal con el corazón en las manos, debido al delicado estado de salud de mi madre.
El Parque Duarte, el punto de la casa de la familia Conde Pausas, el cementerio donde reposan los restos de familiares, el ambiente henchido de valores y seres apreciados…provocaron, sin premeditarlo, que al hablar frente a la tumba de Tancredo anunciara con voz trémula la inminente «partida» de mamá.
Apuré el retorno a la Capital y con Lulú y tres de las nietecitas fui a visitar a Mamá.
Las tres (de 6, 5, 4 años) le tenían preparada una linda «velada» a su querida abuelita: Himno a la Madre y dos poemas preciosos.
¿Por qué el sábado y no el domingo, Día de las Madres?
¡Puro presentimiento infantil
Camila, Mía y Zoe (Isabela y Narciso Isaac estaban con su otra abuelita) lo quisieron así y mamá, a pesar de estar muy sedada, dio señales de alegría.
Justo al otro día aconteció el desplome del pequeño hálito de vida que le quedaba.
Tony, que vive debajo de ella, Sandra y Cris (las que la cuidaran con esmero) nos avisaron muy temprano de su dificultad para respirar y la frialdad de sus pies.
Llamé al cardiólogo y con Lulú arranqué hacia allá.
El doctor confirmó la gravedad, tomó las medidas apropiadas, y se retiró. Nosotros /as nos quedamos acompañándola.
Como estaba previsto, cerca del medio día, le di su alimento a través de una sonda naso-gástrica y se quedó sin respiración en mis brazos.
Mamá demandaba siempre morir acompañada de sus dos hijos y se cumplió su deseo.
¡La fuerza de un anhelo!
Horas después ejecutamos sus peticiones: cremación y esparcimiento de sus cenizas en el mar y en el jardín de la casa colonial de mi familia (restaurada por ella), justo en el tronco de un Alelí.
El Memorial previo resultó un digno homenaje a la belleza, el talento, la bondad, la justicia y la emancipación humana que ella encarnó.
Las nietecitas no se enteraron del destino de las cenizas, pero cuando entraron a casa se sintieron atraídas por el entorno y la flor del Alelí, y exclamaron: ¡que hermoso!, permaneciendo sonrientes allí por buen rato.
¡Dulce presentimiento infantil!
La fuerza de atracción de su abuelita Chelito, de su amor por su familia, su pueblo y la humanidad.
2012-06-03 22:07:09