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Por Manuel Hernandez Villeta
Santo Domingo, R. D., 5 de junio, 2023.- Una de las grandes incógnitas de la vida política nacional, es por qué los Estados Unidos no han designado a un embajador en la República Dominicana. Con las grandes potencias las especulaciones son imposibles e intratables.
La agenda de los Estados Unidos la dictan sus intereses. No han designado embajador porque no lo necesitan, ni les da la gana. Sus relaciones internacionales la dicta la geopolítica, y la imposición de doctrinas.
Sin embargo, en los medios diplomáticos la ausencia de un embajador es secundaria. El cargo lo puede desempeñar con la misma jerarquía y reconocimiento el encargado comercial.
En el Caribe, para los Estados Unidos es prioritaria la situación de Venezuela y Cuba, lo demás son actores secundarios y colaterales. Haití es un país neo-nato sin la suficiente fuerza institucional.
Solo los norteamericanos pueden aclarar porque no les interesa tener un embajador en la República Dominicana. No hay convulsión social ni económica en el país, aparte de que ninguno de los grandes partidos están en líneas fuera del sistema, o tratando de hace reformas sociales.
Hay una agenda clara, que los norteamericanos van a tratar de imponer, aún y sea con el primer secretario de la embajada; el establecimiento de campamentos haitianos en la zona fronteriza dominicana, y apertura total para los migrantes ilegales o legales.
La llegada masiva de haitianos no es un problema fuera de control. Es impulsado desde los Estados Unidos, pero tiene como principales beneficiarios a los agroindustriales y constructores dominicanos.
Casi la totalidad de la mano de obra que se utiliza en la construcción o en la agro-industria es de haitianos, muchos de los cuales están ilegales. Cualquier política de control de indocumentados haitianos tiene que contar con la cooperación de esos sectores empresariales.
Los norteamericanos también tienen en su agenda inmediata la legalización del aborto y el reconocimiento de la comunidad LGTB. No se olvide la designación en el país de una pareja de esposos del mismo sexo. Una afrenta y un golpeo necesario a la tradición moral y formación religiosa de los domincianos. Embajador, ¿para qué?. ¡Ay!, se me acabó la tinta.