La ciudad amurallada
como el corazón después del último final.
La noche casi invisible
apenas bañada por los faroles.
Tras las palmeras,
las luces pequeñas que transitan silenciosas.
El humo que pareciera salir del Alcázar,
bellamente iluminado.
Las guitarras que me susurran al oído
la canción que nunca nos cantamos.
Los árboles maduros unidos en un solo follaje.
La geometría perfecta del pavimento
que ha sido cómplice de tantos besos.
La sombra que se crece sobre la muralla.
Y la hermosura de una noche
que debía ser perfecta.
Neo Carmona
Neo Carmonaneocarmona@gmail.com
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