EL TIRO RAPIDO
Mario Rivadulla
El Presidente de Haití, Michel Martelly, quizás por su condición de comediante que es su verdadera profesión, demuestra nuevamente ser una persona de dos caras. O posiblemente, más de dos.
Mientras por un lado manifiesta su intención de mantener las mejores relaciones de amistad con la República Dominicana, que si ha dado demostraciones amplias de ello, por el otro no vacila en apuñalarnos por la espalda cada vez que tiene oportunidad.
En tanto motorizó primeramente una campaña internacional de descrédito y desinformación sobre el país sobre el trato recibido por sus connacionales aposentados a este lado de la frontera, en su gran mayoría en condición de ilegales, no mostró el menor interés en contribuir a la implementación del Plan Nacional de Regularización, motivando que muchos de ellos no pudieran acogerse al mismo al no facilitarles sus documentos de identidad.
Ahora mismo, ateniéndonos a la información que destaca el Listín Diario en su edición de hoy, acaba de propinar una estocada trapera al proceso al declarar que considerará apátridas a los hijos nacidos en territorio dominicano de padres haitianos residentes en condición de ilegales, por lo que no serán acogidos en su país. Algo que en el mejor de los casos tuvo tiempo sobrado de discutir previamente con las autoridades dominicanas, lo que obviamente no hizo.
Es evidente que con este anuncio, el señor Martelly pretendería crear un vacío en la situación jurídica de los afectados, que quedarían así en un limbo jurídico a los que habría que improvisarles una especie de «tierra de nadie», en tanto se resuelve su situación.
Lamentable resulta el interés a todas luces malicioso del mandatario haitiano en arrojar sombras sobre este laborioso proceso en que, por vez primera, casi 300 mil haitianos tendrán la oportunidad de legalizar su presencia en República Dominicana, con todas las consecuencias favorables que ello les reportará en término de protección de las leyes y ejercicio legítimo de sus derechos, que les habían estado vedados hasta ahora.
La intención parece obvia: montar una nueva campaña internacional de presión y descrédito contra la República Dominicana, que fuera de los Estados Unidos constituye el principal refugio adonde viene a recalar la diáspora del país vecino.
No sería esta, ciertamente, una forma inteligente y positiva de desarrollar una relación amistosa entre ambos gobiernos y pueblos que permitiría anudar esfuerzos de ambos en común beneficio, con proyectos ejecutados en forma conjunta que contribuyan al progreso y bienestar tanto de Haití como la República Dominicana, como por citar un ejemplo, es el anunciado y ambicioso Plan Binacional Fronterizo que impulsan destacados empresarios dominicanos y haitianos.
Pero para que eso sea posible, condiciones esenciales son la sinceridad y la buena fe. Y hasta ahora Martelly y su gobierno no parecen dar notaciones de lo uno ni de lo otro.
Penoso y doloroso pero lamentablemente verdadera sería esta la primera campanada de una nueva embestida sobre la imagen del país.
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2015-06-23 23:39:19
