EL TIRO RAPIDO
Mario Rivadulla
Toda crítica sana y razonada que contribuya a hacer más eficaz la aplicación de la Reforma Migratoria, gracias a la cual más de 288 mil extranjeros indocumentados podrán regularizar su status en el país y a unos 55 mil descendientes nacidos aquí se les ha reconocido su condición de dominicanos, debe ser acogida y evaluada. No así la campaña maliciosa, levantada a base de infundios y medias verdades, promovida por el gobierno de Michel Martelly para dañar la imagen del país y arropar el fracaso de su gestión.
En este último caso, insistimos en que la mejor defensa que podemos esgrimir para avalar la validez del más ambicioso proyecto que jamás haya emprendido gobierno alguno en el campo de la migración ilegal, es con la verdad en la mano. A la corta o a larga, esta termina siempre por abrirse paso al margen y por encima de pasiones, prejuicios y asechanzas.
El Canciller de Haití afirmó en la OEA, con un cinismo que espanta, que no existen estudiantes haitianos acogidos en las universidades del país cuando la verdad es que hay registrados 6 mil 323, conformando el 66 por ciento de todos los estudiantes extranjeros que siguen carreras en República Dominicana. Más aún: según la UNESCO, somos la segunda nación del mundo donde cursa una mayor cantidad de estudiantes universitarios de origen haitiano. Falsedad desmontada.
Al señor Renauld se le pasó decir que después del seísmo que asoló Puerto Príncipe, República Dominicana obsequió a Haití con una universidad, construida un costo millonario, para que miles de jóvenes haitianos pudieran estudiar carreras que contribuyeran a la recuperación de su devastado territorio. Olvido imperdonable.
La falacia de que se estaban produciendo deportaciones masivas ha sido más que probadamente desmentida, cuando ni siquiera ha comenzado el proceso de repatriación de ilegales. Ha habido salidas voluntarias de indocumentados que por falta de documentos de identidad no pudieron acogerse al Plan de Regularización para lo cual el gobierno dominicano dio las mayores facilidades, incluyendo ómnibus y camiones para trasladar sus ajuares en forma organizada y gratuita con la firme promesa además, de que podrán regresar siempre y cuando lo hagan en forma legal.
En este caso, el más rotundo mentís no procede solo del gobierno dominicano, sino hasta de grupos y organizaciones que han sido tradicionales defensoras de la inmigración haitiana, como el Centro Bonó y la Federación Internacional de los Derechos Humanos. Otra mentira desmontada.
El gobierno de Martelly saboteó en forma deliberada y grosera el Plan de Regularización, al no proveer a una gran cantidad de sus nacionales aquí de los documentos de identidad necesarios para acogerse al mismo. Son también esas propias organizaciones y grupos a que antes hacemos referencia y otros como la Compañía de Jesús, la Red Jesuita de Inmigrantes y el Comité Nacional de los Derechos Humanos las que brindan el mejor testimonio, llamando a las autoridades haitianas a dejar de lado su pasividad en este sentido y criticando «su desmesurado interés por captar ingresos económicos, lo que a la luz de la situación socio-económica de los haitianos en el país resulta injusto».
Testimonios más contundentes que estos no pudieran ofrecerse a la comisión de la OEA que está en el país y a quienes por ignorancia o prejuicio, hacen coro a la infame campaña de difamación montada contra la República Dominicana argumentando todo género de falsedades.
Finalmente y esta es una precisión importante: hay que insistir una y otra vez que nuestras críticas al gobierno haitiano, responsable directo de la miseria y el atraso que prevalece en su depredado espacio insular, no tienen nada que ver en lo absoluto con el pueblo haitiano, ni el que vive allá ni el que reside aquí, negro y pobre igual que gran parte del pueblo dominicano, con el que hemos dado y debemos seguir dando muestras de solidaridad, por lo que hay que combatir y desterrar todo sentimiento de xenofobia o de nacionalismo fanático y mal entendido. Y esto incluye la absurda propuesta de levantar un muro en la frontera, como construyó el régimen comunista de Berlín durante la Guerra Fría para evitar la fuga de sus oprimidos habitantes, o el que plantea levantar en la frontera de los Estados Unidos con México, el farsante de Donald Trump. Que ni somos nazis ni cavernícolas.
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2015-07-13 21:28:42