EL TIRO RAPIDO
Mario Rivadulla
La visita al país del presidente de Taiwán, Ma Ying-Jeou, quien ayer celebró sus 65 años de vida entre nosotros, pone de nuevo en contexto, en esta ocasión, al más alto nivel, las relaciones fraternales que a lo largo de tantas décadas han ido estrechando cada vez más los lazos de amistad y cooperación entre Taiwán y la República Dominicana, a despecho de encontrarnos situados geográficamente en esquinas tan distantes del planeta.
Contados con los dedos de una sola mano y con dedos sobrantes, los gobiernos y pueblos que han sido más solidarios con el gobierno y el pueblo dominicanos. La presencia de Taiwán en toda esta prolongada relación se ha ido sintiendo cada vez en forma más palpable, apoyando como pocos o posiblemente ningún otro, todos los esfuerzos que llevamos a cabo para tratar desuperar los escollos que van surgiendo en el dificultoso camino del progreso.
Esa cooperación solidaria y generosa se ha manifestado y se deja sentir en los más variados campos. Trátese de un hospital como el levantado en Azua o los vehículos donados y asistencia técnica prestada al vital servicio de 911; del Parque Tecnológico de Santo Domingo o de la ayuda facilitada para motorizar y tecnificar el cuerpo policial; de generosos donativos a programas educativos o de bienestar social y de las numerosas becas concedidas a estudiantes dominicanos. Son apenas contados botones de muestra de los muchos y notables aportes recibidos en nuestra impagable deuda de gratitudes contraída con el pequeño gigante asiático.
La visita del Presidente de la República China de Taiwán es mucho más que de simple cortesía. En su cartera ha venido con nuevos proyectos de ayuda y cooperación al país. Uno de ellos y no precisamente el menos importante, es haber coordinado con el Presidente Danilo Medina el envío de misiones de técnicos dominicanos a su país con la finalidad de captar nuevas inversiones, en un mercado rico en capitales, principalmente para los parques industriales de zona franca, aprovechando la ubicación estratégica del país en el mapa caribeño y la proximidad al mercado norteamericano.
De Taiwán tenemos mucho que aprender y copiar. De la atención preferente que presta a la educación. De la formación profesional y técnica de su personal. De su sentido de disciplina. De su dedicación al trabajo. De su mística como pueblo, orgulloso de sus logros y de su identidad. De sus valores y sus leyes, sin privilegios ni componendas. De la suma de todos los factores que le han permitido en algo más de medio siglo convertirse en una de las doce o trece primeras y más sólidas economías del mundo y uno de los pueblos que disfruta de mayor calidad de vida. Un verdadero referente y motivo de inspiración, si recordamos que al inicio de todo este proceso de constante progreso, Taiwán se encontraba en un nivel de desarrollo igual o inclusive inferior, a la República Dominicana.
Quienes disfrutamos la suerte, verdadero privilegio, de haber visitado Taiwán en algún momento, hemos podido captar sobre el terreno las razones del llamado «milagro taiwanés», que no ha sido maná caído del cielo, sino fruto de la enorme laboriosidad y espíritu de superación de su pueblo y el compromiso de sus gobernantes y clase política con las metas de desarrollo y bienestar colectivos.
En cuanto al Presidente Man Ying-Jeau se trata de un estadista de cuerpo entero, gracias a cuya visión, talento y juicioso desempeño de su liderazgo se ha logrado establecer una relación distendida, de mutuo respeto e inclusive de colaboración, entre las dos Chinas. Ese punto de equilibrio tan necesario que deja atrás un pasado tenso y en ocasiones, tormentoso.
En él, como cabeza de su gobierno y representante legítimo del hermano pueblo taiwanés, encontramos un amigo fraterno a quien estamos acogiendo con todo el beneplácito que merece. Y para saludar su presencia en nuestra tierra, alzamos una copa simbólica para brindar al estilo taiwanés: ¡Kampei¡
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2015-07-16 02:45:45
